PARA que el guión fuese perfecto faltó la prórroga. Que el Atlético de Madrid sufriese, perdiese y acabase fuera de la Champions se antojaba improbable, pero sucedió. Cuesta imaginar un mejor escenario desde la perspectiva del Athletic, que aguarda con natural inquietud la inminente visita de los colchoneros, si encima estos hubieran tenido que jugar 30 minutos más. Se preveía un combate de alto voltaje en Turín, pero una ventaja de dos goles y la acreditada reputación de especialista en eliminatorias a doble partido otorgaban escasas opciones a la Juventus, que demostró que con fe y un plan nada hay imposible.

Establecer una conexión entre el partido del pasado martes y el de este sábado puede ser tan legítimo como estéril. El único denominador común es la presencia del Atlético, cambia todo lo demás: el rival, el escenario, la competición. Por tanto, la reflexión correcta indagaría en la asimilación del grave tropiezo por parte de Simeone y sus hombres. Interesa averiguar cómo afectará el enorme desgaste físico realizado y en qué estado se encuentra su ánimo después de protagonizar un fracaso tan sonado. La solución a ambos enigmas se conocerá en cuanto el balón empiece a rodar en San Mamés, no antes. Y entonces, dependerá del Athletic que el Atlético acuse el peso de esa mochila con que se supone que viaja a Bilbao.

El efecto del último resultado en la cita siguiente es imprevisible, sin embargo aquí se parte de una premisa: aunque el profesional proclame que de la derrota se aprende, nadie desea perder. La derrota, máxime si como es el caso sus consecuencias son graves, más que un beneficio es un perjuicio. Hurgar en la herida, en las sensaciones negativas recién experimentadas por el oponente, constituye el objetivo del equipo de Gaizka Garitano. Así, la decepción que se ha colado en el vestuario del Atlético podría ser el factor que compensase en cierta medida la diferencia de calidad que separa a los contendientes.

Yendo a lo práctico, endurecer el ya presumible elevado índice de exigencia del choque con ritmo, intensidad, agresividad y valentía, le iría bien al Athletic, más que nada para comprobar cuál es la respuesta enfrente. Es decir, lo que hizo la Juventus sin ser la Juventus, claro.

“Fueron mejores”, acertó a diagnosticar Simeone, poniendo el acento en la faceta táctica. Massimiliano Allegri acertó de pleno con el once y su disposición sobre el terreno. El técnico italiano sorprendió en varias decisiones, mientras Simeone puso toda la carne en el asador: metió seis jugadores que no fueron titulares el fin de semana en liga y cargó la mano en la zona ancha: Coke, Rodrigo, Saúl y Lemar. Este cuarteto tuvo que incrustarse en la defensa desde el inicio por culpa del empuje juventino y ahí siguió hasta el final, dedicado a achicar agua.

Simeone cuenta con una extensa nómina que le brinda la posibilidad de refrescar la formación contra el Athletic y comparecer con un bloque de garantías, pero alguno de los intocables descansará seguro. Por ese lado, no merece la pena esperar que vayan a menguar la aspereza abajo y el oportunismo arriba, señas de identidad de un Atlético que desde hace un tiempo se plasman en una versión particularmente rácana, válida para el frente doméstico e insuficiente para andar por Europa.

Especular con el mal ajeno resulta tentador, pero conviene recordar que la prioridad son los recursos propios. Dos semanas atrás creyó el Athletic que el frenético calendario del Valencia le allanaría el camino en Mestalla y pasó lo que pasó. Es posible que llegue algo tocado, pero el Atlético no acostumbra a regalar nada. Habrá que arrebatárselo.