VILLARREAL: Asenjo, Mario, Álvaro, Funes Mori, Jaume Costa (Min. 58, Pedraza), Trigueros, Iborra, Fornals (Min. 58, Chukwueze), Cazorla, Ekambi y Gerard Moreno (Min. 65, Bacca).
ATHLETIC: Herrerín, Capa, Yeray, Iñigo Martínez, Yuri, Dani García, Beñat (Min. 73, San José), Córdoba, Muniain, Ibai (Min. 76, De Marcos) y Williams (Min. 91, Guruzeta).
Goles: 0-1: Min. 18; Jaume Costa, en propia portería. 1-1: Min. 71; Ekambi.
Árbitro: Undiano Mallenco (Comité Navarro). Por el Villarreal, mostró tarjeta amarilla a Funes Mori, Iborra, Mario Gaspar y Álvaro. Del Athletic, a Beñat.
Incidencias: Partido correspondiente a la vigésima jornada de LaLiga Santander disputado en el Estadio de la Cerámica ante 17.054 espectadores.
El partido que debería haber servido para que el Athletic se instalase confortablemente en la zona intermedia de la tabla dejó un poso de frustración escenificado en la inútil protesta de todo el equipo antes de retirarse a vestuarios. Insistían los jugadores en pedir explicaciones a Undiano Mallenco por la anulación de un gol de Williams a cuatro minutos del final, pero el empate era inamovible y la rabia que provocaba traía a colación el reiterativo mensaje de Gaizka Garitano sobre el largo camino a recorrer para olvidar definitivamente las apreturas. En el Estadio de la Cerámica se demostró que no siempre gana quien mejor ha trabajado y lo merece, porque en el fútbol intervienen múltiples factores, algunos incontrolables, capaces de alterar el resultado más lógico o justo. Ocurrió ayer y no queda sino tomar nota y continuar apretando los dientes. Un punto lejos de casa es bueno, pero esta vez pesan más en el ánimo los dos que se fueron al limbo de mala manera.
Esa acción que terminó con Williams empujando el balón a la red a pase de Yuri se antoja clave en el desenlace, más que nada por el momento en que se produjo. El Villarreal estaba desbordado, le sobraba ansiedad y miedo, le faltaba gas para defender el empate que inesperadamente había logrado poco antes, pero el árbitro, que ya se había mostrado más que benévolo con varios jugadores locales amonestados, levantó el brazo y señaló fuera de juego. Hubo una tensa espera mientras el VAR revisaba la jugada, la única toma apropiada sugería que nada ilegal hubo, pero Undiano Mallenco se mantuvo en sus trece. Sin embargo, tampoco conviene ceder a la tentación de analizar el empate cargando las tintas en ese instante concreto y adjudicándole en exclusiva al juez la responsabilidad de un desenlace que escuece.
Fue un episodio relevante sin duda, pero no puede pasarse por alto que el Athletic, dentro del buen tono que ofreció, pecó de conformista y desaprovechó la oportunidad de asegurar el triunfo. Vio tan inoperante al contrario que creyó que le bastaría con dedicarse a defender y el cálculo le salió errado. El hecho de que el Villarreal marcase en la única oportunidad en que generó peligro, no solo refleja la debilidad amarilla, también deja en evidencia al Athletic. Más allá de que hubo un desajuste defensivo previo al remate de Ekambi debido a que Ibai no siguió a su par, Pedraza, autor del centro que originó el tanto, durante muchos minutos el Athletic pareció encantando con la idea de fiarlo todo a la destrucción.
Tan superior se mostró desde un inicio que optó por enfocar su esfuerzo a la tarea a aguantar la ventaja obtenida muy pronto. Ibai había avisado con un remate que desvió la madera y tras una fase de tanteo que enseguida hizo aflorar la impotencia de un anfitrión atenazado, entre Córdoba y Yuri rompieron por su ala y el pase raso de este se lo tragó Funes Mori de modo que Costa, que acudía a cerrar, no pudo evitar que la pelota al golpearle se convirtiese en un remate inapelable. Típico gol que recibe un conjunto que vive en descenso. Típicas asimismo las entradas salidas de tono de Iborra, Alvaro, Gaspar y compañía o la desaparición de los más dotados para desequilibrar, con la salvedad del ilustre Cazorla.
MANDÓN El Athletic, a lo suyo. Muy serio, anulando al rival con intensidad y solidaridad, basculando con criterio y diligencia. En fin, ejerciendo de bloque potente, con Iñigo estelar, Yuri renacido, Córdoba muy activo y Williams, metiendo miedo, sintiéndose importante. Desde el 0-1 hasta el descanso, puede afirmarse que no sucedió nada relevante. Y fue así porque no quiso el Athletic que pasaran cosas, iba ganando y en cada lance apuntalaba su autoridad, impenetrable, seguro. El Villarreal no tenía ni voz ni voto y enfrente estaban encantados, se recreaban en su balance defensivo y, para decirlo todo, desatendían sus obligaciones en la elaboración y el ataque.
En la caseta Luis Plaza apelaría a lo más sagrado para que sus hombres diesen un paso adelante en el arranque del segundo acto. Fue un espejismo, lo que tardó el Athletic en coger el sitio y en vista de que el marcador era inamovible, vino un doble cambio en el bando local. La tercera sustitución no se hizo esperar. El Villarreal ni se acercaba al área y a falta de juego repartía candela sin rubor. Ahí el árbitro concedió mucho, lo normal hubiera sido que la tripulación del submarino no acabase entera, pero...
Garitano no movía pieza, pero el equipo se iba acomodando y alguno pedía un respiro. Se dio cuenta el técnico, pero tarde. Casualmente, antes de meter aire fresco por fin hubo una jugada de ataque con un chut repelido por las manos de Iborra. No se interpretó como falta y Asenjo inició una transición que concluyó con el balón en la red de Herrerín tras media docena de toques con el Athletic reculando. La Cerámica ni se lo creía y entonces al Athletic le entraron las prisas. Hay que reconocer que supo asimilar el golpe, en el sentido de que avanzó líneas y percutió.
Se puso de manifiesto que el Villarreal iba con el gancho. Hubiera firmado sin rechistar el reparto de puntos para ahorrarse veintitantos minutos de calvario, pero no el Athletic, que fue coleccionando aproximaciones, contras y despliegues que auguraban la puntilla. Llegó, eso pareció al menos, pero no contó con el beneplácito del colegiado, que se mantuvo con su cara de palo ante las reclamaciones de los rojiblancos. Ese nervio que los de Garitano exhibieron en el último tramo, empujados por la necesidad si se quiere o acaso espoleados por la mala conciencia tras haber permitido revivir a un cadáver andante, confirma que el Athletic poseía recursos de sobra para haber asegurado tres puntos que hoy le harían sentirse dichoso. Por ello, sabe mal que la cosecha fuera tan exigua. Era partido de ganar y no se hizo.