ESPANYOL: Diego López; Javi López, David López, Hermoso, Dídac; Darder, Marc Roca, Granero (Min. 87, Víctor Sánchez); Sergio García (Min. 78, Puado), Baptistao (Min. 64, Piatti) y Borja Iglesias.

ATHLETIC: Herrerín; De Marcos, Yeray (Min. 17, Unai Núñez), Iñigo Martínez, Yuri; Dani García; Williams, San José, Rico (Min. 63, Muniain), Raúl García y Aduriz (Min. 70, Susaeta).

Goles: 1-0: Min. 42; Borja Iglesias.

Árbitro: González Fuertes (Comité Asturiano). Amonestó a San José (Min. 20), Dani García (Min. 48), Granero (Min. 66) y Unai Núñez (Min. 76).

Incidencias: Partido correspondiente a la undécima jornada de LaLiga Santander disputado en el RCDE Stadium ante 14.328 espectadores.

Al Athletic le empieza a hacer falta una enérgica sacudida interna para desprenderse de las limitaciones que le lastran desde el comienzo del campeonato. Anoche no fue una excepción y cayó ante un Espanyol con más registros, que acusó por momentos la apuesta por el esfuerzo y la presión a la que se ha abonado Eduardo Berizzo, pero que también supo mover la pelota y ser incisivo. Le bastó con un gol de Borja Iglesias, un ariete que está de dulce, al que el Athletic no fue capaz de responder porque aparte de obstaculizar la tarea a sus rivales apenas ofrece nada constructivo con el balón. Siendo cierto que el partido discurrió equilibrado, no lo es menos que el conjunto catalán sumó más méritos, suficientes para proseguir su marcha triunfal mientras los rojiblancos continúan encallados en la frontera con el descenso.

Los síntomas resultan inquietantes. Quizá sea comprensible ceder ante un enemigo bien engrasado, que suma de tres en tres en casa, pero la situación propia exigía una reacción firme, concluyente. Sin embargo, el plan consistió en fiarlo todo a un despliegue agresivo con el único objetivo claro de morder e impedir las maniobras ajenas. Es decir, de nuevo se depositó la suerte del equipo en el trabajo a destajo, quedando en un segundo plano toda la parte del juego vinculada a la posesión. Es una manera de protegerse, de minimizar problemas en defensa, pero de escasa rentabilidad para aspirar al gol, única fórmula de acceso al triunfo.

El hormigón armado, el cemento según expresión de Berizzo, solo es útil si se combina con otras facetas, pero con la elección de los jugadores, especialmente en la media y con Raúl García en un ala, pretender que el Athletic logre presencia y sobre todo incidencia en el último tercio del terreno es mucho pretender. Con el 0-0 se dirá que ni tan mal, pero en cuanto la cosa se tuerce y el rival acierta una, entonces lo realizado previamente queda devaluado y encima el equipo no sabe apelar a argumentos sólidos para cambiar la dinámica y buscar la remontada.

El desarrollo del choque confirmó los malos augurios que planean sobre un Athletic tan generoso como inoperante. Mantuvo bajo control a su rival, no le dejó ni asomarse en ataque en la primera media hora, período en el que huelga decir que el portero local también fue un espectador más. Pero es complicado anular por completo la pegada de un conjunto de élite. En el primer estiramiento perico, a Sergio se le encasquilló el chut dentro del área y en el segundo, Iglesias sacó partido de un centro magnífico de Didac que cabeceó sin oposición en el segundo palo. Breve y contundente el balance ofensivo de los chicos de Rubi que pudo quedar neutralizado en los pocos segundos que separaron el 1-0 del descanso.

Por fin apareció Williams, se fue de tres y agarró un disparo que repelió la madera. Aún dispuso Raúl García de otra ocasión tras un buen centro raso de San José, pero Diego López consiguió repeler con apuros. Hubo pues que esperar a que estuviese en desventaja para ver al Athletic fabricar peligro. No deja de ser significativo. Es la consecuencia de afrontar los encuentros en clave defensiva, priorizando precauciones, eludiendo la valentía. No se discute que el Athletic acata con disciplina y enorme voluntad las consignas de su técnico, el problema estriba en que se trata de una visión propia de los equipos chicos, que suspiran por eludir la derrota a toda costa y se afanan en justificar que dicha vía también conduce al éxito, a la victoria. Los hechos y el escalafón, lo niegan.

Con la imperiosa necesidad de marcar, saltó el Athletic al segundo acto con idéntica fisonomía. Berizzo esperó un cuarto de hora para dar entrada a Muniain y luego a Susaeta, que suplió a un Aduriz en horas muy bajas. El partido se abrió porque el Athletic empujaba, algo que aprovechó el Espanyol para exhibir sus habilidades combinativas con Darder, Granero y Sergio buscándose. Y el capitán falló incomprensiblemente lo que hubiera sido la puntilla. Un error grueso de Dani García, que era el último, propició la contra de Baptistao, que sirvió a Sergio con todo a favor. Herrerín salió a tapar y el delantero lo quiso hacer tan bonito que la vaselina no halló la desguarnecida portería.

Los problemas del Athletic para dar sentido a su fútbol eran palmarios: pases de seguridad, muchos hacia atrás, casi ninguno con intención de romper líneas; Rico o Raúl García sin poder aportar por banda; los laterales subiendo sin que nadie les diese un servicio en condiciones; Williams, desaparecido. Y en esto, una carrera de De Marcos, que apuró hasta que Aduriz quedó libre de vigilancia, pero este soltó un tirito que Diego López recogió con alivio.

Muniain y Susaeta no se conectaron, solo San José puso cierto criterio en varios pases, poco para compensar el número de imprecisiones. El ansia impulsaba al Athletic a estrellarse constantemente con la estructura perica, pero en realidad era su falta de recursos lo que le condenaba. Hubo un par de avances interesantes de Williams, en ambos el tiro chocó en los centrales. Eso fue todo, mientras que el Espanyol, cada vez más seguro de que los puntos eran suyos, gozó de otra acción nítida para poner la rúbrica. Darder resolvió con sutileza en el área y con Herrerín batido el balón salió fuera sin que Iglesias pudiese culminar.

Destellos pericos e impotencia de un Athletic en cuyo catálogo no figura la facultad de dirigir operaciones o, en su defecto, de jugar con fluidez porque el resultado aprieta. En definitiva, va tan corto de creatividad, de circulación, de intención en campo rival que, como ayer, termina por caer sin remedio en los brazos de la derrota. El asunto se está poniendo feo.