pOCO queda por decir que no se sepa del Barcelona. Sus compromisos son televisados sin excepción y la información que genera es inabarcable. Para el aficionado del Athletic en general es, después de su equipo, el más conocido con mucha diferencia. Por si no fuese suficiente con lo apuntado, durante el año pasado hubo hasta seis enfrentamientos directos, lo cual provocó hasta hartazgo, con Ernesto Valverde a la cabeza de los quejosos. Le sobraban motivos para lamentar tanta coincidencia por la enorme dificultad que entraña gestionar cada partido contra semejante potencia futbolística. El desgaste que provoca en los rivales, tanto en el plano físico como mental, no impidió sin embargo que el Athletic se desenvolviese con dignidad e incluso fuese capaz de evitar que los catalanes rubricasen un pleno de títulos como el que ha firmado en la etapa de Pep Guardiola. También entonces el Athletic pagó la voracidad culé en el marco de la Copa, pero hace un año se valió de la Supercopa para resarcirse. Luego, encadenaría cuatro derrotas, en liga y en Copa, pero la buena imagen ofrecida permitió completar un balance notable.
Otra vez el Barcelona asoma pronto en el calendario, una constante que toca asumir con la mejor de las disposiciones, qué remedio. Protagonizar otra sorpresa en San Mamés requerirá la confluencia amable de diversos factores, pero de entrada lo enseñado por unos y otros en los albores de la temporada no invita precisamente al optimismo. De ahí que antes de que el balón ruede, quizá merezca la pena rememorar el ambiente creado en las vísperas de aquella Supercopa y lo que aconteció posteriormente. El Barcelona ha salido disparado, no ha acusado las ausencias de Iniesta, Mascherano o Neymar.
Denis Suárez, Umtiti, Digne, André Gomes, Cillessen y un recambio para la delantera intocable aún por concretar, son las novedades de la plantilla. No aparecen nombres rimbombantes entre los refuerzos, aunque su validez estriba en que vienen a cubrir el hueco dejado por jugadores infrautilizados, aunque no en todos los casos porque dos de las bajas se llaman Claudio Bravo (City) y Dani Alves (Juventus), gente de relieve, sobre todo el brasileño por su dilatada trayectoria en el club erigido en el mejor cómplice de Leo Messi sobre el verde, en su principal suministrador de juego. Tampoco el portero chileno es manco, pero en principio sus salidas no generan incertidumbre o temor gracias a la presencia de Ter Stegen y Sergi Roberto, un comodín que ya cubrió su particular mili en el lateral derecho y ahora parte con la vitola de titular por delante de Aleix Vidal.
Ausencias secundarias
Las ausencias de los secundarios Bartra, Adriano o Vermaelen no causan estropicio alguno y se espera además que las apuestas de Umtiti y Digne contribuyan a consolidar la zaga, acaso la línea más floja del conjunto en comparación al resto. La llegada de Denis y Gomes pretende aportar aire a la zona ancha, donde el trío Rakitic-Busquets-Iniesta cargaba con un peso excesivo a todas luces. No obstante, Luis Enrique confía en sacar más rendimiento de Arda Turan, la gran decepción del curso anterior, y Rafinha, flamante campeón olímpico al lado de Neymar.
En síntesis, la estructura, la columna vertebral, se mantiene una campaña más. Han bastado unas pequeñas reformas para conseguir que el técnico asturiano maneje una versión azulgrana de similar potencial a la ya conocida. En realidad, no era preciso abordar una revolución y las arcas culés no están para echar cohetes. Siempre que el mejor ataque del mundo conserve su demoledora eficacia, el Barcelona será un firme aspirante a todos los títulos. Moviéndose al son que dictan Messi, Luis Suárez y Neymar, el gol a borbotones está garantizado. No es ningún secreto que los ligeros retoques tácticos introducidos por Luis Enrique, así como la atención e intención del grupo, están enfocados a facilitar que las estrellas luzcan su instinto y engorden sus estadísticas personales. Y mientras no se demuestre lo contrario, el gol es sinónimo de éxito.