Llegar al Athletic procedente de la Real Sociedad no suele ser fácil de sobrellevar. Sin embargo, Bittor Alkiza (Donostia, 1970) supo ganarse el afecto de las dos hinchadas. Antes que como futbolista, pisó La Catedral como aficionado a un deporte que le ha dado mucho y del que todavía sigue formando parte, aunque ya no lo haga a ras de césped.
A nadie se le escapa que resulta especial jugar en 'La Catedral', ¿pero uno cómo lo disfruta más, como local o como visitante?
No cabe duda que siempre es más especial cuando lo vives jugando en casa. Cuando juegas fuera es diferente, aunque en mi caso, cuando vine como visitante fue en derbis en los que siempre se vive un ambiente muy especial. Pero como jugador del Athletic siempre son más especiales los partidos. Da igual que sea en los buenos momentos o en situaciones más complicadas, con partidos a vida o muerte. En todos se disfruta jugando en San Mamés.
Pero antes de pisar el césped de San Mamés ya había estado en la grada. ¿Le impresionó su primera visita?
Fue en el Mundial de 1982, pero no me acuerdo ni qué equipos jugaron. Lo que sí recuerdo es que estaba en uno de los fondos, en la parte de arriba. Yo venía de ver algunos partidos en Atocha, no conocía San Mamés y aquello me pareció el doble de grande. Fue algo sorprendente. Me acuerdo de la entrada y de cuando nos sentamos en la tribuna, pero no tengo más recuerdo que aquello.
Varios años después, tuvo la oportunidad de disputar su primer encuentro en Bilbao, aunque lo hizo con la camiseta de la Real.
No me acuerdo de manera especial del primer partido que jugué en La Catedral con la camiseta de la Real. Sí, por el contrario, de cuando lo hice luciendo la zamarra rojiblanca. Fue un partido amistoso, en el verano de 1994. También recuerdo el de la primera vez en Liga con el Athletic.
Dice no tener recuerdos concretos de aquella primera vez. Pero sin duda alguna la semana previa sí la vivirían de manera especial.
Una cosa es lo que hablas en un partido normal y otra lo que hablas los días previos a los derbis. Sobre todo porque la cercanía y el conocer a muchos de los rivales hace que haya muchos piques sanos.
San Mamés siempre se ha caracterizado por su ambiente.
Es uno de los campos especiales, indudablemente. Siempre que hablamos de fútbol ponemos como ejemplo a Inglaterra por el ambiente que se vive allí. San Mamés es lo más parecido a eso. Un campo cerrado, en el que la gente está muy encima. Además, desde que se quitaron las vallas, esa cercanía es mucho mayor. Eso hace que la gente que va a ver los partidos sea más partícipe del juego que en otros campos, en los que la gente queda más lejos del césped.
¿Esa presión ambiental se hace notar cuando uno actúa como visitante?
San Mamés siempre ha sido un campo en el que la gente aprieta y se hace notar. Cuando el balón está en juego es difícil ser capaz de pensar en ello o de darte cuenta de lo que tienes alrededor. No pasa lo mismo cuando hay un parón, un córner o cuando atienden a alguien sobre el campo, en ese momento, si la gente está apretando, sí que sientes toda la presión.
Tras temporadas en Donostia, cambió las rayas azules por las rojas y llegó su estreno como jugador del Athletic en San Mamés.
Era un partido de pretemporada, el encuentro que se solía jugar coincidiendo con la Aste Nagusia bilbaina. Jugamos contra un equipo brasileño y aquella fue la primera vez que me ponía la camiseta del Athletic y jugaba en San Mamés. Además tuve la oportunidad de hacer dos goles.
Un debut que no olvidará nunca...
No, no lo creo. Pero más que por el debut, que fue precioso, fue por los dos goles que tuve la fortuna de meter, algo que no se repitió mucho a lo largo de mi carrera (ríe).
Y tras esa primera toma de contacto, llegó la de verdad. Con el Depor como rival, disfrutó de sus primeros minutos como jugador rojiblanco en 'La Catedral'.
Fue una situación diferente. No entré de inicio pero tuve la oportunidad de jugar unos minutos. Fue totalmente distinto al amistoso de pretemporada, porque ya valían los tres puntos. Recuerdo que la gente me recibió muy bien y, a medida que pasaron los años, ese afecto fue aumentando.
Al partido ante los gallegos le sucedieron decenas de encuentros. Entre ellos, el partido a vida o muerte frente al Rayo de 1996. Lo recordará como algo especial.
Ese sí puede ser uno de los días más especiales en San Mamés. Nos jugábamos la vida frente al Rayo, evitar disputar la promoción de descenso a Segunda División en un equipo que ha permanecido toda su vida en la máxima categoría. Lógicamente fue especial, con una presión enorme.
¿Pudo jugar la afición un papel clave a la hora de evitar la promoción?
Clave no sé, pero sí que nos ayudó. El ambiente en torno al equipo, que no había hecho una buena temporada, no era el mejor, pero la afición nos apoyó hasta el final. Luego mostró su malestar. La gente sabía lo que el equipo necesitaba y no dudó en apoyar hasta el final. Eran conscientes de lo que había en juego para todos.
Y como contrapunto, dos años después vivió in situ el gol de Joseba Etxeberria que le dio al Athletic la oportunidad de alcanzar la fase previa de la Champions.
Sin duda alguna, ese es otro momento especial. Fue muy emocionante aquel partido, como lo serían después el de la previa de Champions, algunos de la UEFA? Son partidos que, indudablemente, a uno se le quedan grabados en la memoria. También el del día de mi despedida.
Su adiós fue muy sentido. ¿Fue un momento difícil?
Por supuesto. Fue una decisión complicada de tomar y que a mucha gente no le gustó, pero el público me demostró su cariño. De ellos me quedo con ese apoyo que he recibido durante muchos años.
La afición supo entender su marcha. Siempre se ha hablado de la inteligencia de San Mamés y que en su caso quedó demostrada.
Creo que la mayoría de las veces, en un club como el Athletic, cuando alguien lo ha dado todo y decide tomar un camino diferente, si da a entender que ha termino su ciclo allí, la gente lo entiende. Como pasó en mi caso. Tuve la suerte de que fuera así. Aunque también ha habido quien no ha tenido esa suerte. Yo estoy muy agradecido por el apoyo que tuve y por el que sigo teniendo y recibiendo. Es algo que se me va a quedar grabado para toda la vida.
¿Con qué rincón del viejo San Mamés se queda?
Con el vestuario, sin dudarlo. Es un lugar especial, mágico, sagrado. Nos cambiábamos siempre en el mismo sitio. Cada quince días hacía lo mismo y en los mismos sitios. Una especie de ritual. Desde que salía a ver el césped con un café en la mano, hasta el calentamiento. Eso permanecerá en mi memoria.
¿Le da pena despedirse de un campo en el que vivió tantas emociones?
Sí, a medida que se acerca el día te vienen a la mente numerosos recuerdos y es inevitable pensar en ello. Además, ya me tocó vivir algo parecido en Atocha. Eso sí, seguramente el año que viene estaremos hablando de situaciones que el Athletic ha sido capaz de vivir en el último tiempo y harán referencia al nuevo San Mamés. La historia se escribe día a día.