BILBAO. Es muy consciente Óscar Vales (Basauri, 1974) de que no fue uno de lo favoritos de la grada de San Mamés, pero completó una notable carrera y tuvo el reconocimiento de gente como Irureta, Heynckes, Txetxu Rojo o Víctor Fernández.

¿Dónde empezó?

Jugaba a fútbol-sala en el Colegio Basozelai y al terminar pasé al Basconia. Con 15 años debuté en Segunda B, siendo el difunto Jabi Eskalza el entrenador. Coincidí con Esteban Feijóo, Santi Francés, el portero era Tinoko. Ese verano me vino el Athletic para que me incorporase a Lezama y en un mes perdí quince kilos.

¡Quince kilos! Pero cuánto pesaba.

Con 15 años pesaba 87 kilos. Y jugaba en la selección española. Tengo una foto en que parece que la ropa me va a reventar. Cuando me convocaban, todos eran de equipos conocidos, el Madrid, el Zaragoza o el que sea, y cuando yo decía que era del Basconia los compañeros preguntaban que qué era eso.

¿Qué hizo para bajar tanto?

Pues estuve todo un mes comiendo una manzana y bebiendo tres litros de agua. Y además corría tres veces al día.

Usted alto no es, cuesta creer que jugase y que destacase, con semejante peso.

Pues así era. Jugaba de central y era el máximo goleador del equipo porque tiraba las faltas y los penaltis. Entendí que el hecho de ir a Lezama requería un esfuerzo por mi parte, pensé que no era fácil que se hubiesen fijado en mí, así que hice la locura esa de un mes. Pensaba que corriendo mañana, tarde y noche conseguiría mi objetivo y al llegar a Lezama me detectaron anemia, pero enseguida lo superé. Era un poco inconsciente y fue todo bastante rápido. La verdad es que tampoco yo pensaba que iba a tirar hacia arriba en el fútbol, en el Basconia entrenaba como entrenaba y me metía unos bocadillos tremendos de Nocilla.

Así que era goleador, pues sólo metió dos en Primera.

Porque no me dejaban chutar las faltas. Contra el Tenerife y contra el Parma. Metí otro, pero dijeron que se lo metió Solozábal en propia puerta. Tres golazos.

Se incorpora al Athletic y a quién tiene de entrenador.

Estuve con Andoni Goikoetxea. Me enseñó mucho. Yo no era el central clásico de choque, no tenía buen uno contra uno, tampoco iba bien de cabeza y Goiko me mejoró en esos aspectos, se quedaba conmigo después del entrenamiento. Me hizo sufrir bastante, pero me sacó un carácter más agresivo, más competitivo. En juveniles también tuve a Manolo Sarabia. Luego, Koldo Agirre me subió unos partidos al Bilbao Athletic, que estaba en Segunda A, y ese mismo año me llamó Heynckes.

Dice que era un central atípico.

Sí, técnicamente me consideraban bueno, me gustaba el balón y salir de atrás, esto conlleva sus riesgos, pero en el riesgo está el éxito.

Se estrenó en el campo del Oviedo.

El miércoles de esa semana Heynckes me dijo que iba a ser titular y que iba a marcar a Jokanovic. Pese a la derrota me quedó muy buen recuerdo. Debutar en el Athletic no es fácil. En la siguiente jornada, contra el Madrid, fui suplente. Salí diez minutos y se ganó 2-1. Hubo un detalle: faltaba muy poco para acabar y ellos iban a sacar un córner. Yo estaba marcando a Míchel, hizo el amago de que iba a entrar a rematar y le dije que no me complicase la vida, que nunca había ido a rematar en una jugada así. Y se quedó fuera del área.

Pero debutó como centrocampista y jugó en esa demarcación, más que de defensa.

Con Heynckes jugué mucho en la media. La mayor parte de mi trayectoria fui central, pero me gustaba también jugar más adelante. Yo no era rápido, claro que el futbolista rápido de piernas se equivoca tanto como el lento. Yo era rápido de mente y eso compensaba mi falta de velocidad. Sabía lo que iba a hacer antes de ejecutar el control y eso me ayudó mucho, si no de ninguna manera hubiese podido jugar tantos años en Primera División.

Después del alemán, llegó Irureta y se asentó en el equipo.

En el año de Jabo jugué en seis posiciones porque Amorrortu hasta me puso de media punta. La relación con Jabo es especial, me marcó mucho, no sólo ese año en el Athletic porque luego estuve con él en el Celta. De todos los entrenadores se aprende y desde mi punto de vista él era el más listo en el manejo del vestuario. Del Athletic se le echó de una manera muy injusta, fue increíble.

Podría explicar esa virtud que señala de Irureta.

El futbolista es egoísta, es cabrón, vive en una burbuja, su máxima preocupación es jugar, no mira otras cosas. Hablo en general porque hay de todo, claro, pero el futbolista es una especie muy particular y Jabo sabía manejar esas situaciones tensas que se dan. A Heynckes tampoco le puedo olvidar porque me dio la alternativa y también confió en mí en su segunda etapa en el club. De él aprendí mucho porque le gustaba jugar bien al fútbol.

Con Luis Fernández tuvo de todo.

Fue muy sincero conmigo, pero quizás el último año perdió un poco el norte. Tuve algún problema con él, fue un año difícil. Pero ya digo que al principio fue muy franco conmigo, me explicó que iba a jugar poco porque había fichado a Alkorta, Ferreira y Roberto Ríos. Se había pagado dinero por los tres y era gente experimentada. Yo, con 21 años, no podía estar parado.

Ahí es cuando marchó cedido al Celta.

Estábamos concentrados en Clairefontaine y de allí viajé a Vigo, donde estaba Jabo. El Athletic me quería mandar al Sporting de Braga, que ese año jugaba la UEFA, pero fui allí, vi un partido y no me gustó, tampoco la ciudad, que ahora no tiene nada que ver con lo que era entonces. Hablé con Jabo y no tuve ninguna duda.

Y en el Celta lo jugó todo.

Sí, también con Víctor Fernández en la segunda temporada. Fueron dos años inolvidables y en lo personal, maravillosos. Mis padres son gallegos y estaba a una hora de su casa. Hicimos los mejores años del Celta, aquel equipo era capaz de llenar Balaídos, lo que no es sencillo.

Con Fernández actuaba de lateral.

Bueno, era un sistema de tres centrales y yo iba por la derecha. Era un equipazo con Mostovoi, Penev, Karpin, Makelele, Mazinho,... Mazinho era ejemplar, llegaba el primero y se iba el último de los entrenamientos. Se portaba con los más jóvenes. Disfruté. Sigo teniendo muchos amigos allí y voy con cierta frecuencia.

Y le tocó volver al Athletic, con el mismo entrenador que precipitó su cesión.

A mí me mandaron cedido un año y luego en el segundo el Athletic se reservaba una opción de compra. Me llamaron de Ibaigane, hablé con Luis, que me decía que tenía que volver. Y resulta que el Celta me ofrecía cinco temporadas. Desde Bilbao me decían que no aceptase, que me igualaban esos años y ni me lo pensé.

O sea que el Athletic pagó para recuperarle.

125 millones de pesetas. Es lo que el club había establecido.

Pagan esa cantidad y luego resulta que no le ponen.

Jugué el primer partido, contra el Betis en fiestas de Bilbao. En Valladolid perdimos 3-0 y en la tercera jornada va y ni me convoca. Y así estuve dos meses sin que mediase explicación. Ese año tuve problemas con Luis, sobre todo en el último tramo de la temporada. Se equivocó conmigo y me trató de una forma que superaba el tema deportivo, algo que no le permití. Somos 25 en la plantilla y puedes entender que juegues más o menos, pero no la poca sensibilidad que tuvo. No actuó bien y él lo sabe. Así como el primer año se portó, en el último fue lo contrario. Después hemos estado alguna vez y normal.

Agotado el ciclo de Luis Fernández, recuperó el sitio de la mano de Txetxu Rojo. Participó en 35 partidos.

Me pasó un poco como con Jabo, que jugaba aquí y allí. Fue un año complicado también, pero creo que Txetxu acertó. A la prensa hay que darle poco de comer y dar prioridad a lo interno. Es posible que a veces no se entendieran sus interpretaciones o sus análisis, pero él era franco, era claro y esto a veces genera problemas. Creo que éramos muchos los que apreciábamos su forma de ser. Todo se decía a la cara, lo bueno y lo malo.

El año acaba con su expulsión ante la Real. Se fue a la calle con Xabi Alonso

Tenía una amarilla, hice una falta y él le pidió al árbitro que me sacara la segunda. Me molestó su actitud, no fue ético, pero ese partido vino rodeado de muchas cosas.

Le expulsaron unas cuantas veces.

Pero todas fueron injustas. Yo no era de dar muchas patadas o por lo menos no se me notaba mucho. Era más caliente en reacciones, cuando te agarraban del pelo, como me pasó un día con el Betis, o cosas así.

Y de nuevo a las órdenes de Heynckes.

Y muy bien con él. Como en la etapa anterior. Le gustaba que el equipo tuviese iniciativa y los entrenamientos eran divertidos. Quizás diferenciaba demasiado entre titulares y suplentes. Pero eso es algo que, de una u otra forma, todos hacen. Por ejemplo, yo con Valverde llegué a sentirme casi humillado. Creo que mantener activo a quien no juega en todo el año es labor de buen entrenador.

Es la eterna canción: quien no juega se muestra crítico con el técnico.

Sí, bueno, el que te va a hablar mal de un entrenador es el que no juega, pero todos hemos tenido alguno que no te ha dejado participar y esto sí que es jodido de asumir. Hay que entrenarse a diario sabiendo que ni vas a ir convocado. Hay que estar en casa, que la mujer y los hijos vean que estás allí porque no juegas. Hay que ir el domingo a la mañana a entrenar a Lezama. No debía ser fácil aguantarnos a los que nos juntábamos en esas sesiones, pero Manolo Delgado y algunos segundos entrenadores que se encargaban de esas matinales eran la leche, conseguían que nos fuéramos a casa contentos.

Su gozo en un pozo cuando se va Heynckes. En los dos años de Ernesto Valverde permaneció inédito. Un cambio brusco.

En verano, Valverde me dijo en su despacho que no me aseguraba nada. Luego, en el paseo previo a un amistoso en Ribadeo, me dijo que no contaba conmigo. Lo extraño es que después el club me llamó y me ofreció una temporada más. Bueno, en realidad me ofrecieron más, pero quedó en eso porque para seguir tenía que jugar un número de partidos imposible de llegar.

Intervino en dos partidos nada más.

La experiencia con Valverde a nivel personal fue muy mala, para él yo no existía. Entonces estaba en la comisión de capitanes porque así lo había decidido la plantilla, pero dimití porque no me sentía importante en el equipo. Fue el año que más sufrí en el fútbol por la sensación de impotencia que tuve. Creo que sólo le faltó convocar a alguien del femenino antes que a mí. Jugué en Vigo contra el Celta, ganamos y las críticas sobre mi fueron buenas, pero en el resto de Liga sólo salí en otro partido. No iba ni en la lista. A nivel personal Valverde me defraudó y eso que habíamos sido compañeros varios años, pero no se puso en la piel del futbolista.

Por lo que cuenta fue un choque frontal.

Le fastidió que hubiese renovado, pero yo ya le dije que quien me había renovado era Zubizarreta, que era amigo suyo.

Pero renovar para seguir con un entrenador que no le va a poner, tampoco es un buen plan.

Ya, pero yo tenía ya 31 años y cambiar de aires se me hacía difícil con tres niñas en casa. Recuerdo que le dije a Valverde que se pusiera en mi lugar y que, en todo caso, él era quien debería haber parado mi renovación. Él prefería que fuese yo quien diese el paso. Un día le dije que si le estorbaba tanto me pusiera un físico y me iría a entrenar al Campo 5. Me dijo que le dejase que se lo pensara, pero no me contestó. Esos años el equipo funcionó muy bien y yo no me quejo de que no jugase. Jamás cuando he estado sin jugar he dicho nada en la prensa o fuera de tono. Yo no le gustaba como jugador y eso es una decisión deportiva, pero lo que me parece censurable es el trato.

Lo cierto es que estuvo el último año en el club, pero sin jugar un minuto.

No fue agradable para alguien que había estado tantos años defendiendo esta camiseta. En el Athletic todos merecemos un respeto, hayamos jugado uno, diez o cien partidos. No fui el único maltratado.

¿No barajó la opción de prolongar su carrera?

Acabé al límite. Durante dos años no tuve la posibilidad de mostrarme, pero me vino bien para irme haciendo a la idea de que aquello se acababa. Sí hice una prueba de quince días en el Ipswich Town, donde me ofrecían dos años, pero no me gustó la oferta y además hubo un malentendido, un error de mi agente en el aspecto económico. La cosa es que decidí dedicarme a otras cosas y como ya llevaba un tiempo haciendo una vida más de persona normal que de profesional, estando en casa los fines de semana y sin viajes entre semana, pude asimilar mejor ese golpe de colgar las botas. Hay algunos a los que este paso les cuesta mucho.

Todo lo último que ha contado no es muy grato, pero tuvo años realmente buenos.

Estoy muy orgulloso de mi carrera porque todo me ha costado mucho. Me costó estar muchos años en el equipo de mi vida porque a mi la gente nunca me tuvo un aprecio especial, no fui un jugador apreciado por la afición, pero sí fui fuerte, valiente, constante y estoy orgulloso de lo profesional que fui. Con más o menos condiciones para esto, los que sabían de fútbol apostaron por mí.

Han sido unos cuantos los que han tenido que aguantar ese rumor de censura que sale de las gradas de San Mamés.

A mí me pasó que hice una mala cesión y permití que Poyet lograse el empate para el Zaragoza. A raíz de aquello, cada vez que cogía el balón escuchaba pitos. Yo llevaba ya más de cien partidos en el Athletic y era un partido sin mayor trascendencia, pero la tomaron conmigo. Me fui a Vigo, dos años, y a la vuelta, ya tenía el respeto de todo el mundo, siendo el mismo, con los mismos defectos y las mismas virtudes, con la particularidad de que el club había pagado una cantidad importante por mí. Esa situación que he contado y otras similares que han sufrido otros compañeros le hacen daño al equipo, al club. Los compañeros también sienten que a uno del equipo le piten y esto es algo que la gente tiene que saber. Josu Urrutia solía decir cuando jugaba que en el campo hay que ponerse los cascos, saber aislarte de todo y centrarte en el juego.