Ahora, señor Raúl
La imagen de quien fuera icono madridista y 'diablo' en feudos como San Mamés se ha dulcificado tras su marcha a Alemania, donde encontró una rutina placentera y una afición igual de entregada
UnA gélida noche de febrero de 1995 Raúl González Blanco (Madrid, 27-VI-1977) supo de San Mamés, de su empuje, su aroma inglés y ese aura que precipita a las estrellas a tratar de deslumbrar por la categoría del escenario. Un año después retornó a las órdenes de Vicente del Bosque y el Real Madrid, su casa, su vida, no tuvo piedad del Athletic de Stepanovic endosándole una manita donde el canterano blanco, símbolo de una fábrica sin apenas repercusión, saboreó su primer gol en La Catedral, ese que no celebró en protesta por el despido de su amigo Valdano. En total fueron catorce sus tarjetas de visita en Liga (una en Copa), y siempre con esa imagen de diablo personificado que persigue a todo galáctico blanco que pise éste y otros feudos que no sean el Bernabéu, por el escudo que defienden y su innata capacidad de hacer daño en la portería rival. Hoy regresa Raúl, el mismo en cuanto a talento, otro por aquello de la edad, pero sobre todo diferente en esencia tras haber dulcificado su figura tras su desembarco en Alemania, donde se ha encontrado con una rutina placentera y una afición igual de entregada hacia su personalidad y caché. Hasta el más acérrimo de los antimadridistas se ha plegado a la fortaleza mental, ganadora, y al derroche físico y de trabajo de quien es tratado en la cuenca minera de Gelsenkirchen, y por extensión en el mundo del fútbol, como "señor Raúl".
A las 21.05 horas del 24 de abril de 2010 el chico de Villaverde Alto hizo su último servicio al Madrid, entonces al mando del denostado Pellegrini. Entre eufórico y lesionado marcó un gol trascendental que mantenía al equipo en la carrera por el título liguero y abandonó el césped de La Romareda, recinto donde debutó en la máxima categoría el 29 de octubre de 1994. Ese minuto de gloria fue el último que disfrutó con la camiseta merengue, superando en dianas, con 228, al propio Alfredo Di Stéfano. Su cuerpo todavía le pedía marcha, y ser titular, pero José Mourinho, una vez aterrizó, solamente le prometió ser uno más. Aunque le restaba un año más de contrato, Raúl no quiso malgastar sus cartuchos desde la grada o la suplencia, territorios inhóspitos en su carrera, y no titubeó al aceptar la oferta del Schalke 04.
el hijo del electricista Con sus Balones de Oro, o sea, sus cinco hijos (Jorge, Hugo, los gemelos Héctor y Mateo, y la pequeña María, nacida en diciembre de 2009), y su esposa Mamen Sanz, con quien contrajo nupcias en 1999 en una finca de Villafranca del Castillo, puso rumbo al estado germano de Renania del Norte-Westfalia, donde ha perpetuado su gesto de celebración -un beso al anillo mientras se golpea el pecho- sin apoyarse en su palmarés y ejerciendo como un currante más. Títulos, galardones y multitud de distinciones jalonan su trayectoria y pueblan su vitrina, aunque, como ídolo, también se fue granjeando enemigos y alguna que otra polémica, sobre todo con el rango de internacional. Así lo explicaba Benito Floro a este periódico: "La educación en este país deja mucho que desear. Te alaban unos para que otros te peguen. Eso es lo que le ocurrió a Raúl". El tercer hijo de Pedro, electricista, y María Luisa, ama de casa, siempre fue un paso por delante, desde que con 13 años accedió a los infantiles del Atlético de Madrid, hasta que el difunto Jesús Gil y Gil se cargó la cantera colchonera y el Madrid se aprovechó de tan bendito obsequio. Muchas veces acudía a los entrenamientos del club del Manzanares, del que su familia era hincha (incluidos los dos hermanos mayores, Pedro y Luisa), y lo hacía sólo para animar a Futre, su ídolo. En el olímpico verano de 1992 cambió de colores, con 15 años, merced a su descubridor, Fermín Gutiérrez, representante con quien luego rompería para vincularse a Ginés Carvajal. Tras firmar 45 goles en el Juvenil, inicio el ejercicio 1994-1995 en Segunda División B con José Antonio Grande como técnico y, tras endosarle cinco goles él solito al Corralejo, ascendió al Castilla de Benítez, hasta que Valdano le reclutó en su segundo día de entrenamiento con el primer equipo y le dijo: "Mañana tú juegas en Zaragoza. Te lo digo a solas para que no te desmayes". "Jorge me hizo ver el fútbol de otra manera. El Madrid me cambió la vida, a los míos y a mí", proclamó Raúl.
Cumplió la mayoría de edad y pudo comprarle a sus padres una nueva casa, antes de perder la virginidad en la Champions con tres tantos al Ferencvaros. En total, seis Ligas, tres Copas de Europa, dos Copas Intercontinentales, cuatro Supercopas de España, una Supercopa de Europa, récord de precocidad, mejor delantero de la Liga de Campeones en tres ocasiones... Infinidad de registros y números gracias a su picaresca, mezclada con un carácter introvertido y su gesto de gente sencilla, capaz de enmudecer a 90.000 almas en todo un Camp Nou, única tarde en que dentro de un campo se le reprochó escenificar un silencio. Por lo demás, no entró nunca al trapo, ni cuando se debatió sobre los beneficios de su cámara hipobárica, ni con el cebo de por qué Luis Aragonés primero, y después Del Bosque, dejaron de contar con él para la selección española, justo cuando ésta se aprestaba a plasmar sus mayores éxitos.
una despedida impropia Tras aquella matinal en que el Real Madrid le despidió deprisa y corriendo, montando un homenaje improvisado e impropio, el Raúl futbolista se contaminó del ciudadano González en su domicilio de Düsseldorf, un lujoso chalé en el barrio Ober-Kassel, en el que nadie le reconoce cuando se dispone a limpiar la nieve de los aledaños. Cuando no entrena también cuida su cuerpo en el Park Stadion, a medio kilómetro del Veltins Arena antes de recoger a sus hijos del colegio internacional, donde reciben clases de inglés y alemán. "Lo entienden y hablan perfectamente", dice. ¿Y el padre? "Ein Bisschen. Un poco". Klaus, su profesor de lengua germana, le considera "un gran profesional. El mejor de los alumnos". Allí ha descubierto aficiones como el hockey sobre hielo y hasta se le ha visto asistir a festivales de jazz en Leverkusen, a donde acudió para visitar a su íntimo amigo Pep Guardiola cuando el mes pasado el Barcelona disputó los octavos de la Champions. También le deseó suerte. Su rimbombante vivienda se ubica a media hora de Gelsenkirchen, junto a impresionantes casonas que bordean el río Rhin. Dicen que el 75% de los simpatizantes del Schalke visten el 7 a la espalda, los mismos que al estilo alemán, en tono educado, esperan a que abandone el recinto del club azul para solicitarle una fotografía. O los que corean su nombre cuando desde la megafonía del estadio anuncian el autor del gol: "Señorrrrr..." "Raúllllll...".
Se respira allí el fútbol como si de la Premier League se tratara, una religión que provoca que cuando el equipo juega fuera haya 3.000 aficionados que cojan el volante y se desplacen al campo rival. El ambiente le fascinó a Raúl desde su llegada. Cada partido se discute en la radio y en los cafés hasta el hartazgo. "Me volví a sentir un niño. Necesitaba un cambio así para volver a sentirme futbolista", reconoció pocos meses después. Los primeros entrenamientos le destrozaron más en lo físico que en lo psicológico, porque ni con Fabio Capello había soportado algo parecido, pero no tardó en ponerse a tono ni en cogerle el truco. Metzelder fue su primer cicerone, al igual que Neuer, antes de su marcha al Bayern. Y fue tan elevado su estado de ánimo que el madrileño se atrevió por primera vez a jugar con la camiseta por fuera del pantalón. La frase que se escucha más asiduamente en la ciudad supone todo un halago: "Danke fürs kommen. Gracias por haber venido". La gente se pregunta: "Si lo ha ganado ya todo, ¿por qué sigue corriendo de la misma manera cada semana? ¿Por qué aquí?".
la copa que aún le faltaba Félix Magath fue el entrenador que le convenció para semejante apuesta, pero su ascendencia se debilitó con el transcurso de los meses, más aún cuando la grada no le perdonó al míster que se cargara al empleado encargado de relacionarse con la hinchada, un puesto que goza en la Bundesliga de gran cariño y arraigo. Llegó al banquillo Ralf Rangnick y con él el Schalke 04 se coronó en la Copa tras doblegar al Bayern en las semifinales y al Duisburgo (5-0) en la final, el título que curiosamente faltaba en la nómina de conquistas de Raúl. El sufrimiento del campeonato doméstico, que costó superarlo, dio paso a otra hazaña, plantarse en la antesala de la finalísima de Wembley en la Champions, aunque el Manchester United fue ya demasiado toro. En el aire está si el próximo curso Raúl se estacionará en Gelsenkirchen, negociación que está en marcha, ahora con el beneplácito de Huub Stevens, aunque el jugador quiere dos años y el club parece ofrecerle solo uno. A su entorno no le extraña que desee permanecer en Alemania porque ha descubierto el mundo del anonimato que tanto le gusta. "Yo me hice el juramento de que lo primero era que me siguiera divirtiendo sin que me regale nadie nada", reza su catecismo. Algo que aprendió en las categorías inferiores del Madrid. "Para eso hay que educarse y formarse", replicó en una entrevista en la afamada revista Kicker.
su rol como internacional Es tan ingente su oportunismo y sagacidad, tal y como demostró ante el Athletic en la ida, que los Raulistas, los más fieles a Patanegra, "el que nunca hace nada" -como le defendían sus súbditos en cada gol como madridista-, que estos mismos han vuelto a sacar de paseo el debate sobre si merece un sitio en la lista de Vicente del Bosque de cara a la próxima Eurocopa, después de que desde 2008 fuera relegado del grupo del tiki-taka, y dada la baja forma de Torres o la lesión de Villa, que superó sus 44 goles con la roja. En el otro extremo cohabitan quienes le acusaron de generar un ambiente enrarecido, discordante, en el vestuario en cada cita de envergadura. "A lo mejor no le hemos tratado como es debido", admitió el salmantino en pleno Mundial de Sudáfrica. Ejemplo de ello es que en su día Maldini, símbolo de Italia, renunció, mientras que a Raúl le apartaron como parte de una generación pretérita, la de la maldición de los cuartos.
En definitiva, lejos quedan las tardes en que destrozaba zapatillas en el campo de San Cristóbal, a la salida del colegio, el Navas de Tolosa, para después jugar al futbolín o a los Sanfermines con sus perros, o la época en que barajó muy en serio estudiar la carrera de Veterinaria. Pero Raúl continúa mostrándose igual de cabal. Mezcla de talante y de talento. De ahí que el propio club de Ibaigane aspire hoy, a través de su Fundación, a contar con su camiseta para añadirla a la galería de ilustres futbolistas que han honrado con su maestría futbolística a un estadio como San Mamés. Solo que antes desembarcaba como un demonio, y ahora será recibido como un señor.