BILBAO
AGUR, o en su caso Goodbye, a lo grande. El Athletic no llegó a un acuerdo con Míster Pentland para asegurar la continuidad del técnico inglés, que se comprometió con el filial madrileño, es decir, el Atlético de Madrid; pero los jugadores estaban dispuestos a cerrar su periplo a lo grande, con un palmarés en el que lucirían dos Ligas y nada más y nada menos que cinco Copas, con el epílogo de la conquistada en 1933 después de no haber perdido un solo partido en todo el torneo. Este arrancó con un inesperado 2-2 en Ibaiondo ante el Arenas de Getxo, solventado en San Mamés con una manita (5-1). Mismo resultado que el endosado al Sevilla, a quien se había vencido ya en la capital andaluza (1-2). En los cuartos de final fue al Deportivo a quien le tocó pagar la ambición rojiblanca, con un 2-4 en A Coruña y un 8-1 en La Catedral. Más ajustada fue la semifinal frente al Espanyol (1-0 y 1-2). Esperaba ya en Montjuïc el Real Madrid de los vascos, el de Quincoces, Ciriaco, Olaso, Lazcano y los hermanos Regueiro, con Zamora de portero. Todo un hueso duro de roer.
El prólogo del partido invitaba al optimismo cuando los leones se cruzaron por el camino con los futbolistas del Erandio, coronados en la categoría amateur. Pero el envite se torció en el minuto 22 cuando Lazcano adelantó a los blancos después de que Blasco despejara un disparo de Olivares. Al Athletic le costó un mundo levantarse tras esta bofetada ante el campeón de Liga -merced a las inesperadas derrotas de los bilbainos-, pero tras el descanso el míster engrasó la maquinaria porque no aceptaba un chasco el día de su despedida. En el minuto 72 fue Gorostiza quien niveló la balanza y, acto seguido, Lafuente firmó la definitiva remontada. Lo hizo después de que, tras el saque de centro, cortara Roberto un avance de Regueiro para luego asistir a Bata, que esa tarde se desenvolvía como interior izquierdo por la ausencia del lesionado Chirri II. El baracaldés, que había tumbado al Barça en la final precedente, centró a Gorostiza, que dejó atrás a Ciriaco y combinó con el citado Lafuente. Fue Urkizu esta vez quien aplastó, por última vez, el bombín del entrenador, a quien sustituyó en el cargo la siguiente temporada Patricio Caicedo. El recibimiento del equipo en el portal de Atxuri para acompañarlo posteriormente hasta el Ayuntamiento fue una romería.
Llega el profesionalismo La explosión del profesionalismo en el mundo del fútbol era una tentación, y tanto Barcelona como Valencia pretendieron hacerse con los servicios de Iraragorri, Cilaurren y Gorostiza, con una superior remuneración y argumentando un traslado laboral, pero la ávida reacción de la entidad vizcaina, vía federación, abortó estos fichajes. A excepción del traspaso de Unamuno al Betis, puesto que su demarcación estaba cubierta con Bata. Para entonces se decía ya lo del Athletic "solo hay uno", como sostenía el propio Pentland, y era un caso único fiel a su filosofía. Más aún después de que las últimas experiencias con extranjeros levantaran polémicas con los rivales y con el ente federativo, siendo Veitch y Smith los últimos foráneos en dejar la plantilla allá por 1912.