A Madrid hemos de ir. Es eldestino fijado por la juntadirectiva de la FederaciónEspañola de Fútbol(RFEF) para la final de Copa, segúndecidieron ayer en votación losmiembros de un organismo cuyaautoridad moral quedó retratada ensu nula capacidad de reacción frentea la beligerante y, sin embargo,comodísima postura adoptada porFlorentino Pérez.

Madrid era, como se supo con bastanteantelación a la cumbre definitiva,la sede preferida por la RFEFy el rival del Athletic, que a su vezhabía escogido Sevilla como alternativa.

Con esta relación de fuerzas,Josu Urrutia lo tenía crudo. Susargumentos estaban condenados aser estériles por más que estuviesencorrectamente fundamentadosy velasen por los intereses de sussocios y aficionados. La búsquedadel mayor aforo, a fin de satisfacerla demanda de entradas del entornorojiblanco, y el riesgo para laseguridad de las miles de personasque piensan acompañar al equipoen cita tan especial, no es que nohayan pesado, es que no se han ponderadopor parte de quienes teníansu apuesta cerrada.

La lectura positiva de la noticia esla propia existencia de la noticia,pues la gente ya sabe a qué atenersey puede, con tiempo de sobra, iniciarlos preparativos. Desde estaperspectiva debe también anotarsela asequibilidad del viaje y lainfraestructura hotelera, dos factoresbarajados en el inicio del proceso,cuando Athletic y Barça sedecantaron por el Bernabéu.

Y ahora, ya, a Ibaigane se le planteael gran problema de la distribuciónde un cupo de entradas del todoinsuficiente. Lo de la integridad físicade los seguidores es cuestión quesupera ampliamente al Athletic yque descansa, en gran medida, enla administración. La labor de intoxicacióndesplegada por medios decomunicación de la capital del reinoya se puso en marcha en su díay, tranquilos, se reactivará según seacerca la fecha. Porque mientras elresultado de la final y por tanto laidentidad del equipo que dará lavuelta de honor, en este caso en elVicente Calderón, es una incógnita,no cabe dudar de cómo se manifestarála grada en los prolegómenos.

Bueno. Seguimos. Andar metidoen todos los fregados obliga a estaren permanente estado de alerta. Nohay tregua. La afición, igual que laprensa, cuenta con el ejemplar comportamientode los chicos de Bielsaa modo de referencia. Viéndolesactuar sobre la hierba se diría quesemejante trajín no les afecta, perono es fácil preservar la concentración,la frescura mental y física.

Esto de la final en Madrid les pillaa casi ocho mil locos viajando haciaManchester. Algunos de ellos, o quizáshaya que tirar de las rotaciones,también acudirán el domingo a Iruñea,segundo derbi en una semana.El primero, el de laReal, se ha quedadoviejo en el ámbito del Athletic.

Es normal, con un calendario tandenso el personal enseguida se centraen lo siguiente, ahora OldTrafford, un destino de prestigio,este sí. Pero los ecos del partido deldomingo anterior aún resuenan enGipuzkoa. Alguno de los jugadoresalineados por Montanier dijo ayerque más vale pasar página, pero sumensaje ya no podrá evitar ellamentable espectáculo promovidopor determinados periodistas queviven sabiendo que hay dos días alaño señalados en rojo, sí en rojo,donde su condición de adalides dela causa txuri-urdin ha de quedarpatente cueste lo que cueste y caigaquien caiga.

Un error arbitral no concede bulapara ciscarse en el Athletic y en suafición. Es fútbol, es un derbi, lopasional tiene un pase y hasta contribuyea generar un ambiente que,hay que insistir, tratándose de unpartido de fútbol, está bien. Pero deahí a faltar al respeto o pretenderinsultar, empleando la demagogia yun populismo exacerbado va un trecho.Los desahogos también requierenun hilo argumental, la racionalidaden la crítica o el comentarioes indispensable para analizar algotan racional como es el error humano.Ymezclar churras con merinas,léase Athletic con favores arbitrales,aparte de ignorancia, denotaanimadversión y, en el fondo, complejode inferioridad.

La Real no se merece, ni necesita,defensores de esta clase para potenciarsu proyecto deportivo. Queconste que en la prensa bilbainaexisten elementos que se rigen, enrelación al club donostiarra, consimilar aversión, desplegando unavisceralidad igual de ridícula… ypreocupante. No en vano, el periodista,siga al equipo que sea, tieneuna responsabilidad en el ejerciciode la profesión, pues incide en laopinión pública.