Bilbao. Según Iñigo Liceranzu (Bilbao, 1959), a su equipo le distinguía la capacidad para competir. Hacían un juego muy directo y físico, pero no faltaba calidad técnica. A la espera de ser reclamado para sentarse en el que sería su noveno banquillo, reflexiona sobre la trascendencia que aquellos títulos tuvieron, una realidad de la que ni los jugadores fueron conscientes en un principio.

Está en el paro, aunque su nombre ha sonado otra vez hace unos días vinculado a un banquillo.

Estoy en el mercado. Ahora no tengo equipo porque unas veces no me ha apetecido a mí y otras, a los clubes. Corren tiempos difíciles.

¿Cuál ha sido su último equipo?

El Zamora. Me destituyeron el pasado 3 de enero. Había entrado en marzo de la temporada anterior para salvar al equipo, lo logramos, me renovaron para un año, pero…

Tiene una trayectoria dilatada como técnico.

Tirando hacia atrás estuve dos años completos en el Barakaldo y los ocho partidos últimos del año anterior, cuando llegué para eludir el descenso. Otros dos años en el Amurrio, en Segunda B. Cuatro temporadas completas en el Lemona, dos en el Zalla y otras dos en el Getxo. Antes llevé la selección de Euskadi de juveniles y empecé en el Bermeo.

¿Tiene alguna otra ocupación aparte del fútbol?

Con un socio puse una empresa de catering en 1993 y hasta hoy. Ahora viajo mucho, como no tengo que entrenar...

Hasta que encuentre equipo.

Sí, pero esto es como el amor, depende de dos.

Colgó las botas y empezó a entrenar. Fue todo seguido.

Dejé de jugar en 1991 y en la 1992-93 ya estaba en el Bermeo. Antes estuve ayudando a Javi Eskalza en el Basconia prácticamente una temporada y luego ya cogí las riendas en Tercera. Luego tuve la experiencia de la selección, cuando me pateé todos los campos de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, viendo juveniles y de ahí salieron algunos para Primera como Felipe Guréndez, Aitor Tornavaca, López Rekarte, Raúl Otxoa,…

Siempre en Segunda B y Tercera. ¿No ha tenido ocasión de subir?

Esto no depende de uno solo, aquí volvemos a lo del amor. Mi punto máximo fue el Barakaldo porque jugamos la promoción de ascenso a Segunda A y nos eliminó el Girona, que fue el que subió, y en la vuelta, a falta de un cuarto de hora, tuvimos un penalti con el que le eliminábamos si lo metíamos. Así es el fútbol. Tenía un equipo cojonudo, quizás no era bonito de ver, pero era gente entregada y tácticamente buena.

Igual le pasa que no sabe venderse, ahora que la imagen cuenta tanto.

Sí, hay que saber venderse. Posiblemente sea un defecto mío de toda la vida. Soy mejor comprador que vendedor y saberse vender es una cualidad, no lo digo con segundas.

Dice que es un defecto suyo de siempre, ¿también de su época de jugador?

Sí. La idea que se tenía de mí es que era muy caliente, muy impulsivo y de lo que peco es de frialdad. Alguna vez te calientas, claro, como todo el mundo, pero mi forma de ser es más bien racional. La prueba es que si fuera como el público creía, habría ido a la calle muchas veces en mi carrera y no fue así.

Alguna vez sí que fue expulsado.

Dos: en Zaragoza, por doble amarilla, y en la final de Copa de 1985 con el Atlético de Madrid. Esta segunda fue por dar la patada de la impotencia, pero era consciente y esperé al último minuto, cuando ya no teníamos nada que hacer.

Sería a Hugo Sánchez, que fue quien ganó aquella final.

Sí, esa final la ganó él, la ganó el árbitro que les dio un penalti más que dudoso y, en parte también, la ganó la Federación, que nos tuvo esperando dos semanas. Habíamos dejado de competir y tuvimos que esperar ese tiempo y, como es normal, el nivel de competición se resintió, no llegamos en las mejores condiciones. Hugo, sí. Era un jugador buenísimo, la pena es que no naciera en la zona de Larrabetzu o en Hernani. Era muy incómodo, pero el Hugo del Atlético, donde se movía por todos lados; luego en el Madrid se ceñía mucho al área porque obedecía órdenes, supongo. Era rápido, tenía dos piernas, de cabeza era buenísimo, muy potente, elástico, listo a la hora de buscar la espalda, de los más listos que he conocido y de los más difíciles que me he encontrado.

Decía que la fama de impulsivo no se corresponde con su personalidad, pero no me negará que el físico y hasta el apodo de 'Rocky' inducen al error.

El apodo no me lo puse yo y el físico, tampoco. Sé que es fácil confundirse, pero quienes me conocen saben que no soy vehemente en absoluto, que normalmente soy una persona muy razonable. Y cuando eres futbolista tienes además que dominar tus impulsos porque puedes perjudicar a tu equipo.

Puede que quizás se le identifique con el equipo, que en su conjunto era agresivo, fuerte…

Era un equipo matador, de poco juego en el centro del campo, se hacía la transición muy rápida, metíamos un ritmo muy alto y al rival le exigíamos mucho esfuerzo. Si no marcábamos pronto, que lo hacíamos a menudo, era al final, por desgaste. Junto al Barça, aquel Athletic era el equipo más fuerte. Pero no sólo teníamos eso. Dani, aunque la gente se quedaba con su pillería, tenía calidad, y Sarabia, ¡joder Sarabia!, y Argote, Isma Urtubi,… No íbamos descalzos en cuanto a calidad, pero sí que el juego era muy directo.

Ha mencionado a los de arriba.

En el medio estaba De Andrés, que se quedaba para defender. En eso era el mejor, no veas cómo barría la zona.

A los centrales les vendría de perlas.

A nosotros y al equipo en general. La mayoría de los partidos nos valía con un gol. Encima detrás estaba Zubi, por la derecha Santi Urkiaga y en la izquierda De la Fuente, si querías atacar más, y Txato Núñez, si querías defender. Teníamos una plantilla de 18 jugadores buenos de verdad. Y no hay que olvidar a Javi Clemente, que entonces estaba empezando. No ha estado en el Madrid o en el Barcelona, pero menudo currículum… Algo tendría.

¿Qué papel jugó Clemente en aquel equipo campeón?

El grupo lo hace él. Cuando llega hay una transición. Entramos varios como Zubi, De la Fuente, Urtubi… y se van algunos como Tirapu, Rojo… Clemente tiene mucho que ver en la confección de esa plantilla.

Antes ha mencionado a Piru Gainza, el ayudante.

Piru era el dinamizador. Él aportaba la sabiduría del veterano, tenía más muescas en el revólver que Billy El Niño. Mira, antes de los partidos salíamos a ver el césped y nos ponía a jugar a la raya con monedas de cien pesetas, contaba un chiste y entrábamos al vestuario. Así nos quitaba el peso, la presión, ese exceso de responsabilidad que es desgaste inútil.

Entre ambos formaron un tándem perfecto.

Sí, porque entre ellos se llevaban muy bien. Entre las indicaciones técnicas de uno y los recursos anímicos del otro se armó un equipo impresionante. No está al alcance de cualquiera los títulos que sacamos.

La prueba es lo que costaron: ganaron dos Ligas en el último suspiro.

En la primera llegamos a la última jornada por detrás del Madrid, mientras que en la segunda dependíamos de nosotros.

¿Cómo vivieron el primer título?

No éramos conscientes de la importancia que tuvo. Piru fue el primero que nos dijo, nada más acabar el partido de Las Palmas: "Chavales, no sabéis lo que habéis hecho". Dormimos allí y después de salir del campo fuimos a tomar una cerveza a un pub que había enfrente del hotel. Recuerdo que Agustín Gisasola le pidió a Biritxinaga la camiseta con el número 13 y cuando le preguntamos la razón se echó a llorar diciendo que llevaba trece temporadas esperando ese momento.

En un primer momento eran ajenos a la trascendencia de lo logrado.

Y al día siguiente, porque volvimos por Madrid y dormimos allí. El martes fue cuando alucinamos, ya en el mismo aeropuerto. La pista de Sondika no se veía, estaba llena de aficionados. Bajamos del avión y fuimos como en manifestación hasta la terminal, con toda la gente. En el autobús a Lezama fuimos viendo por el camino que en los balcones de todas las casas había banderas del Athletic e ikurriñas. Mirábamos por la ventanilla, "¿qué ha pasado aquí?". Lo que vino después hasta montar en la gabarra fue espectacular. Pero antes dimos una vuelta por todo Bizkaia subidos a un camión con la Copa. Ni sé por qué pueblos pasamos. Éramos jóvenes y unos privilegiados. Todos los que vivimos aquello lo somos. A partir de determinada edad ya no se pueden acordar de la que se montó porque eran muy niños o no habían nacido.

¿Y no les generó algún tipo de presión ese primer éxito?

El nuestro era un grupo tan competitivo que aparentaba no tener una gran presión encima. El desgaste nuestro fue que jugábamos tres competiciones y con aspiraciones hasta el final. Tuvimos más un desgaste físico que neuronal. Jugar domingo-miércoles-domingo también es un gasto para la cabeza, pero el tema era que teníamos que ir al cien por cien en el aspecto físico porque si bajábamos un poco se notaba.

La segunda Liga la ganan en San Mamés, con lo que eso supone.

Qué malo fue ese partido futbolísticamente hablando, no dimos una a derechas. Bueno sí, dimos dos. Fue de los peores partidos de ese año. Ahí sí que nos pudo la presión de jugar en casa, la responsabilidad. Había que ganar sí o sí. Metimos a la media hora y a la hora Pello Uralde nos clavó el empate en una mala acción nuestra. Lo único bueno ese día fue que hicimos dos goles y sumamos dos puntos para ser campeones.

Dos goles con su firma.

Alguien los tenía que meter. El primero vino de un rechace de un córner que Urtubi volvió a poner y le pegó a alguien en la espalda. El balón hizo un globo y tardó muchísimo en bajar, yo que ya estaba saliendo del área le di de volea. El segundo es un cabezazo cojonudo.

A un centro cojonudo.

Claro. Había una diferencia de que sacara el córner Argote a que lo hiciera otro. Sacaba liftado y el balón se encontraba contigo. Así era mucho más sencillo. Saltaron por delante de mí Gorriz, Gajate y Goiko. Fue raro porque era yo el que se adelantaba y Goiko quien se quedaba detrás. Pero fue así, no llegó nadie y le di cruzado. Arkonada no tuvo nada que hacer. En el primero quizás sí, en el segundo nada.

Y una semana después, final de Copa con el Barcelona que dio la vuelta al mundo por lo que no es fútbol.

Seis días, de domingo a sábado. Lo que pasó fue después del partido. Nosotros sólo queríamos celebrarlo. El que empezó todo fue Maradona. Habían perdido la Liga, estaban fuera de Europa y esa final era su última oportunidad. Y no tenían mal equipo. Eran todos internacionales menos Sánchez. Nosotros repelimos la agresión. Espero que no se vuelva a repetir, no estoy muy orgulloso de aquello.

Siguieron compitiendo al máximo nivel durante un tercer año.

Sí, fuimos terceros en Liga y subcampeones de Copa.

Pero al cuarto empezaron los problemas y el inicio del fin de un equipo inolvidable.

Clemente no estuvo hasta el final, tenía el desgaste lógico después de varios años, pero quedamos terceros y llegamos a semifinales en Copa. El 25 de enero de 1986 le destituyeron a Clemente. ¿Cómo me acuerdo? Pues porque el 26 me fracturé una tibia en Barcelona. Se acabó la temporada para mí, ya estaba Iñaki Sáez en el banquillo. En la temporada 1986-87, con Iribar, se abordó una transición que, entiendo, se quiso hacer demasiado rápido. Fue el peor año en el Athletic. Jugamos un play-off para eludir el descenso, aunque partíamos con ventaja y enseguida estuvimos salvados. Se dieron muchos palos de ciego, hubo debutantes que al año siguiente con Kendall ya no estaban. Y con Kendall ya era capitán y es que, como decía Piru, me iba haciendo viejo.

No era tan viejo.

Tenía 28 años y entraron Alkorta, Ferreira, Andrinua, se fichó a Biurrun y Uralde. Yo había acusado la inactividad por lo de la tibia y solía tener problemas musculares. Me fui al Elche para tres temporadas, pero mi recuerdo de allí no es bueno. Descendimos el primer año y todo fue muy diferente, viví la parte mala del fútbol, que también hay que conocerla. Volví a casa y aquí enlazamos con lo del principio.

Llegó a ser internacional. Tuvo que cubrir al galés Mark Hughes.

Me convocaron para dos partidos de clasificación para un Mundial. Aparte de una Champions es lo que único que me falta: haber estado en un Mundial, pero cuando había entrado en la rueda tuve la rotura de tibia.

No se puede quejar de carrera.

Yo me acuerdo de los buenos momentos. Los malos salen ahora porque estamos hablando de todo. He sido afortunado en el fútbol, desde que entré en el Athletic, y tuve la suerte de ser entrenado por gente como Poli Bizkarguenaga, Gonzalo Beitia, Txutxi Aranguren y así hasta Clemente. Beitia fue uno de los que más creyó en mí y de los que más me enseñaron. Cuando los demás iban a correr, me metía en el pabellón cubierto y me tenía allí una hora chutando contra la pared, con el interior, con el exterior,… Esas cosas no se te olvidan nunca.

Ha dicho que estuvo de ayudante en el Basconia, pero ¿no ha tenido opción de entrenar en Lezama?

No ha habido ocasión, no ha habido encuentro. Por mí, siempre abierto.

Para acabar, alguna reflexión sobre el Athletic actual.

Desde que lo dejé, hace 23 años, ha habido buenos momentos y malos también, de los que se resurgió, que en eso ha consistido la historia del club. Cuando nosotros ganamos la Liga habían pasado 27 años de la anterior, la de 1956. Sólo hay ocho Ligas en el palmarés porque la filosofía entraña dificultades. Precisamente por eso, el sabor de ganar ese título en el Athletic es superior. El equipo de ahora huele bien. Se ha ido armando una plantilla desde el año de Mané y con Caparrós se ha llegado a una final y dos años a Europa. Nadie en Europa puede con el Barça y el Madrid, pero sigue habiendo alicientes. También Barça y Madrid bajarán y, si eso coincide con un punto álgido del Athletic, se puede pensar en competir con ellos.