bilbao

personalmente a mí no me falta actitud. Salgo al campo a darlo todo". La confesión, individualizada, alejada de la colectividad, del nosotros que tanto blinda, algo así como un aviso a navegantes mínimamente encriptado, proviene de Adrián Colunga, delantero del Getafe, un día después de que su equipo desbarrancara con indudable aspecto dimisionario, fragmentado, emborronado, en El Molinón ante el espíritu gremial, solidario y cooperativista del Sporting de Gijón, una familia muy unida tanto en las celebraciones como en las defunciones. En la orilla opuesta malvive el Getafe, próximo rival del Athletic, que ofrece una pésima hoja de servicios en 2011: un triunfo en doce jornadas que sitúan a los madrileños a cinco puntos del descenso después de pisar durante varias hojas del calendario la alfombra de los salones nobles que facturan hacia Europa.

A la cadavérica estampa que ofrece la cuenta de resultados del Getafe, un espectro, se le deben añadir los asuntos internos -el entrenador intuye dejadez y falta de actitud en la plantilla- que discurren desde la azotea, el despacho presidencial de Ángel Torres, al suelo del vestuario, que carcomen la salud de la tropa de Míchel, un técnico cada vez más cuestionado en Getafe. El técnico madrileño, tremendamente decepcionado por la coreografía de los suyos en Gijón, donde perdieron muchísimo crédito, ha decidido castigar a los jugadores obligándoles a entrenar más, después de cancelar los dos días de descanso que tenía previsto concederles tras el duelo ante el Sporting. La zozobra del Getafe en El Molinón alteró, sin embargo, la hoja de ruta de Míchel, que hace equilibrios en el alambre para no caer por el sumidero.

Colunga, sincero, parece asistir al entrenador en sus sospechas. "Tenemos que coger el ejemplo del Sporting. Se estaban jugando la vida y desde el minuto uno se vio que iban a muerte a por el partido". De las palabras de Colunga se desprende que su equipo no compitió con la intensidad que demandaba el partido. El delantero del Getafe, dispuesto a encontrar otro arquetipo de equipo comprometido, giró la mirada en la distancia corta para posar la lupa sobre el Rayo Vallecano, un conjunto que pelea por alcanzar la Primera a pesar de que el dinero no llega a las nóminas de sus jugadores desde hace varios meses.

"Hay que apretar el culo, juntarnos todos y valorar el trabajo del presidente. A pocos kilómetros de aquí (en alusión al Rayo) hay gente que lo está pasando mal, sin cobrar y están dando la cara. Aquí todos los meses estamos cobrando. Eso hay que valorarlo y tenemos que ayudar al club", discurrió, a modo de autocrítica Colunga, convencido de que el Getafe, que perderá a Gavilán para los próximos seis meses por la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla izquierda, debe de olvidar cualquier otro objetivo que no sea el de la permanencia.

los pájaros "No hay que pensar en la Liga Europa ni en cosas raras. Esos pájaros hay que dejarlos en el aire", disertó en la autopsia el atacante del Getafe, que sacó la calculadora para reforzar el mensaje de supervivencia: "Estamos en una situación en que hay que sumar 42 puntos y a partir de ahí ya se verá lo que pasa. Vamos a ser más realistas. Estamos a cinco puntos del Sporting, hay que lograr la permanencia cuanto antes y sin más historias".

En medio de la tormenta que azota despiadada e iracunda el armazón del Getafe -un club periférico que no es capaz de enganchar la pasión de sus vecinos (fieles de otros equipos capitalinos) a pesar de persistir en la élite-, explorará el próximo lunes el Athletic un campo, el Coliseum Alfonso Pérez, en el que jamás ha logrado triunfar. El Athletic visitó Getafe por vez primera el 3 de octubre de 2004 y salió trasquilado por un 3-1 tras encajar un hat-trick de Pachón. Repitió victoria la escuadra madrileña en los cursos 2007/08 y 2009/10, ambos por 2-0. Los otros tres duelos acabaron en empate, un botín muy escaso. En esta ocasión, el Athletic acudirá a un incendio: arde Getafe.