El gran poder de los amuletos
El Athletic se reencontró con la victoria en un partido intenso, en el que apeló al coraje y el empuje de San Mamés para vencer al Atlético
A la suerte se le invoca al tocar madera, una costumbre que ayer se hizo hábito en San Mamés. Los tres remates al palo del Atlético de Madrid quedan para la estadística y dejan la sensación de que el Athletic sorteó un partido trepidante al abrigo de la pata de conejo, el trébol de cuatro hojas y la herradura vieja. Algo de eso hubo, es cierto. Pero también apareció el corazón de un equipo corajudo, gladiador, entregado a la defensa del gol de Javi Martínez y de la historia que le respalda, ésa que dice que San Mamés nunca ha sido tierra amable para los visitantes.
Llegaba a La Catedral en la noche de la redención el peor de los enemigos: la bestia negra. A menudo sucede en el fútbol que hay equipos que se atragantan, equipos cuya mención evocan viejos fantasmas. El Atlético de Madrid es uno de ellos. Un conjunto acostumbrado a campar por el césped bilbaino como uno de esos jinetes descabezados que siembran el terror con su sola presencia. Ayer pareció que ese espíritu reaparecía en la segunda mitad, cuando Forlán y Agüero encadenaban sendos disparos al palo. "¡Ahora sí, ahora ganamos!" gritó Jon Etxebarria desde tribuna. Le miraron como a un enloquecido. Pero ésa es otra ley tan vieja como el fútbol: quien perdona, paga.
Tuvo el partido el desenlace acostumbrado en San Mamés. Nervios y adjetivos irreproducibles en la grada. Era lo esperado en un noche a la que Enrique Cerezo acudió con una extraña serenidad. Solo, paseándose por la recta de tribuna como quizás no pueda hacerlo en la ribera del Manzanares. En el palco de autoridades le esperaban Fernando García Macua y Pedro Aurtenetxe, los dos hombres que le dieron la bienvenida. Sobre esa misma alfombra aguardaban, cada cual a sus asuntos, la triatleta Virginia Berasategi, acompañada por el nibelungo Björn Glasner, Enrique Thate, el director general del IMQ, José Andrés Gorritxo; Aitor Ocio con un brazo en cabestrillo -se fotografiaron con él en el antepalco Alonso Almagro, presidente de la Peña Javiote de Jaén, así como José Antonio Pagaldai y Juan Carlos Rivero, de la Peña Bergara...-, el presidente del Club Taurino, Daniel Gómez; Juan Pedro Guzmán, Iñigo Zulaika, Ricardo Barkala, José Ángel Iribar, Xabier Losantos Omar, José Ródenas, Javier Rodríguez, José Luis Arredondo en nombre de Petronor; Carlos del Campo, Fermín Palomar, Emilio Prieto, Juan Manuel Delgado, Unai Aizpuru, Arturo Trueba, Javier Muguerza; el director del Hotel López de Haro, David Martínez Anasagasti, acompañado por Ignacio López, hermano de Julián, a quien se conoce por Ely el acostumbrado número de invitados que se acercaron a San Mamés dispuesto a la contención, tal y como ordena el protocolo institucional aunque se traten de partidos como el de ayer, eléctricos. Debieran advertirlo de antemano. Qué se yo: un par de tibias y una calavera impresos en el programa de mano.
Más allá de ese archipiélago de buenas maneras que es el palco, en el campo abierto de tribunas, gradas y preferencias de San Mamés, el públio vibró. Lo hicieron el presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, Juan Goiria, y el viejo Dani, quien a buen seguro añoró un partido de estos: de cuchillo entre los dientes. Junto a ellos disfrutaron en el campo el cocinero Aitor Elizegi, Ander de Aranbalza, K-Toño-Frade, Juan Carlos Aranguren, el médico Jon Madariaga, Javier Urrutikoetxea, Ignacio Astrain, Koke Díaz de Vergara, Carlos Urizar, Ignacio Machado, Ilbon Urizar Azpitarte, Mitxel Azkarate, Elisa Jauregizar, quien vive los partidos en un puro "¡uy!" y lleva años de amenaza al grito de "¡no vuelvo más!" para repetir cada quince días; Mikel San José y Ion Vélez, quienes firmaron un puñadito de autógrafos antes del encuentro; Patxi Garay, Jon Ortuzar, Venancio Etxebarria, Luis Rodríguez, colchonero confeso, quien cruzó los dedos -otra superstición- para que no apareciese el ogro de la noche: el Frente Atlético; Jaime Orue, quien fuera diputado general de Bizkaia, Josu Bergara; Marcelino Azpilikueta, con medio siglo de Athletic a sus espaldas, Josu Benítez, María Aranguren, Javier Agirre, Iñigo Zulai y miles de aficionados que volvieron a entonar -se añoraba...- la carga de Aida cuando el Athletic, desenfrenado, achuchaba en la banda. Es lo que se pedía: que volviese San Mamés.