Estos últimos días le ha tocado despedir a un compañero y amigo, Iñigo Pombo. ¿Cómo se encuentra?
—Ahora me encuentro bien, porque dentro del dolor les veo a Itziar, su mujer, y a Iñigo, Olatz y Xabitxu, sus hijos, bien. Eso nos anima a todos. Y por ver que la despedida de Iñigo fue un reflejo de lo que siempre he dicho: que a Iñigo lo queríamos todos.
Una operación lo mantuvo meses alejado de la Alcaldía, aún así pudo bailar el aurresku el 15 de agosto. ¿Cómo está aguantado ahora?
—Estoy un poco dolorido en las caderas y cansado, pero está yendo todo bien y eso hace que me sienta con fuerzas. Es una agenda muy intensa, hay que estar en muchos sitios. Cada noche, como el teléfono móvil, yo también cargo las pilas y al día siguiente estoy preparado para la nueva pelea.
Comenzaba esta Aste Nagusia calculando que podía llegar a ser de récord. Según las últimas estimaciones que manejan, ¿será así?
—Faltan los datos de este fin de semana, que puede ser el que marque la tendencia. Pero no es un objetivo que hay que cumplir; si no llegamos, no llegamos. Parece que, por los niveles de ocupación de los hoteles y los datos del transporte público, hay mucha gente en la calle. Que con millón y pico o casi dos millones de personas las fiestas estén transcurriendo de manera tan positiva es muy bueno.
Pero es casi imposible que un evento multitudinario de tal calibre se desarrolle sin ningún incidente...
—Ocurren cosas todos los días y las contamos. Las bilbainadas están a tope, igual que los gastronómicos, los conciertos nocturnos del Parque Europa… Y pasan cosas que tienen que ver con las actitudes incívicas y delictivas, pero la Policía Municipal actúa y detiene, y eso es muy importante. No me atrevo a decir que son cosas de poca relevancia, pero desde el punto de vista colectivo no han pasado grandes cosas. Aunque esto es difícil trasladárselo a esa mujer que ha tenido que sufrir los tocamientos o a quien le han robado el móvil.
Se han intensificado las campañas para evitar las agresiones, pero siguen ocurriendo.
—No hay que trasladar el mensaje de que a pesar de las campañas no se soluciona. Son positivas y tenemos que insistir en la concienciación. Este año ha sido una campaña, además, muy simple pero de hondo calado. El respeto tiene que ser la base de todo. Es muy importante, además de esa labor preventiva, la labor coercitiva que hace la Policía Municipal para detener a estos sobones.
Cada una de las agresiones es grave, ¿pero ha habido alguna que haya sobrepasado los tocamientos?
—No, según los datos que tenemos a día de hoy, ninguna ha sobrepasado esa situación. Incluso alguna que se produjo fue en grado de tentativa.
A pesar del lema de este año, algunas comparsas siguen buscando la provocación con referencias al campo de lo personal. ¿Es una libertad de expresión mal entendida?
—Sí, no tengo ninguna duda de que insultar no tiene que ser la base de ninguna diversión, por eso no me gusta nada lo que hacen. Una cosa es la crítica política, que es evidentemente legítima, faltaría más, y otra cosa es el insulto. La frontera no es difusa.
Itziar Ituño eligió dar su pregón en euskera. ¿Las críticas que ha recibido por ello evidencian lo que aún queda por hacer en la normalización del idioma?
—Si estamos pidiendo respeto, hay que pedir respeto también al discurso de Itziar. En un ejercicio de libertad ha decidido utilizar una de nuestras lenguas oficiales. Nada que decir al respecto. Otra cosa es que haya gente a la que le hubiera gustado entender su mensaje y no lo pudo hacer. Creo que los medios lo habéis traducido y hay ocasión de recurrir al pregón. Esas deben ser las claves. Pero evidentemente queda mucho para la normalización del uso del euskera.
El objetivo del Consistorio, este año, era que los delitos no fueran más de 200 al día. ¿Se ha conseguido?
—A día de hoy podemos decir que las denuncias son menos que el año pasado. Veremos cuál es el dato oficial pero ojalá se confirme esta tendencia y podamos decir que la normalidad ha sido la característica de estas fiestas.
El despliegue policial ha sido enorme.
—Tenemos al 90% de la plantilla trabajando y los permisos suspendidos durante estos días en base a un acuerdo alcanzado con los sindicatos. Creemos que es muy importante el esfuerzo que hace la plantilla para garantizar el servicio público.
Muchos de ellos están de paisano.
—Mantenemos a la policía uniformada, que creemos que tiene un carácter muy preventivo. Pero además tenemos a mucha gente sin uniforme en el recinto festivo, que son los que pueden actuar de manera más inmediata cuando ocurre un hecho delictivo. Mantenemos un equilibrio entre lo preventivo y lo coercitivo.
Y hacen detenciones más discretas.
—Sí, y sirven para conocer conductas que si estuvieran de uniforme no se producirían en ese entorno, sino en otro. De esta manera conseguimos detener a muchos delincuentes.
¿Se han tomado medidas para que este año no vuelva a saturarse la comisaría de Miribilla?
—Estamos coordinados con la Ertzaintza para poder disponer de calabozos dependientes del Departamento de Seguridad, pero de momento no ha hecho falta.
¿Está habiendo menos detenciones?
—Algunas menos, pero porque se están produciendo menos hechos delictivos.
¿En fiestas también se celebran juicios rápidos?
—Para la justicia es un mes complicado, porque habitualmente los abogados tampoco trabajan. Estamos trabajando con la judicatura para que los juicios rápidos sean posibles y viables, y para que el mensaje sea: cuidado, en Bilbao si haces algo te detienen, te juzgan y te condenan. Lo peor que nos puede pasar es que se asiente una sensación de impunidad.
El colectivo de los manteros cuenta con la solidaridad de la ciudadanía. ¿Esto dificulta la labor policial?
—Gobernar una ciudad es mantener el equilibrio entre intereses contrapuestos. Entendemos que los manteros son ciudadanos vulnerables y en Bilbao somos referentes en políticas sociales dedicadas a personas vulnerables. Lo que no podemos permitir es que se cometan actuaciones ilegales. Tenemos que preservar también la situación de los comerciantes. Hay que buscar el equilibrio y, de hecho, lo que hacemos, de manera preventiva, es pedir que los manteros se marchen de donde están y cuando después de varios avisos no lo hacen, como en el último altercado que hemos vivido en Bilbao, en el que se agredió a un agente, alguien tiene que defender que eso no lo podemos permitir y no lo vamos a permitir.
El servicio de limpieza municipal limpia cada mañana riadas de orines. ¿Faltan más baños, más sanciones, más educación...?
—Creo que falta más civismo. El reto no es limpiar más y mejor, sino ensuciar menos. Es una cuestión de responsabilidad. Tenemos 270 personas cada día dedicadas a la limpieza y hay 250 urinarios que están conectados a la red, por lo que la capacidad de crecimiento es pequeña.
Las txosnas pasan un control sanitario escrupuloso mientras que no se actúa contra la venta de comida ambulante. Resulta contradictorio.
—Sí se actúa. Todos los días hacemos decomisos de carne y, una vez más, lo que hay que pedir a la ciudadanía es que no consuma en esos puestos porque no tienen la trazabilidad sanitaria requerida. A veces entrar en el recinto festivo cuando hay miles de personas no es lo más fácil, pero todas las noches actuamos contra los puestos de comida ambulante.
¿Ha ido a los toros?
—Iré hoy por la tarde –por ayer– con la alcaldesa de Santander.
¿Hay afición suficiente para que la fiesta taurina perviva en Bilbao?
—No soy taurino y tampoco soy antitaurino. Hablamos de respeto y sería muy importante que los taurinos respeten a los antitaurinos y los antitaurinos a los taurinos. Desde el Ayuntamiento de Bilbao no ponemos ningún euro para la tauromaquia. Lo que sí hacemos es ingresar el canon por el uso de la plaza de toros de 250.000 euros más IVA.
Los participantes más veteranos del concurso gastronómico están perdiendo alicientes. ¿Cómo se puede mantener su interés?
—El gastronómico depende de las comparsas. A mí me da pena lo que está ocurriendo, como la desaparición del concurso de rabo de toro. Me gustaría una reflexión en ese sentido. El gastronómico era una referencia. Ha habido campeonatos de Euskadi que se han hecho en Aste Nagusia y, en este momento, es de otra manera.
En lo que respecta al descanso de los vecinos, ¿se siguen recibiendo muchas quejas?
—Sabemos que es una situación complicada y entendemos a los vecinos. Nos preocupa y estamos actuando. No es fácil actuar en cada uno de esos altavoces que puede haber en el ámbito de las txosnas o en las calles.
Cada vez se ven más turistas con el pañuelo de fiestas. ¿Es un motivo de orgullo?
—Sí, hace 30 años a Bilbao no venía nadie a pasar unos días. Ahora vienen más de un millón de turistas al año. El turismo supone un 8% de nuestra economía, genera riqueza y empleo. Pero queremos un turismo sostenible, no uno ilimitado. Nuestra primera mirada es hacia los bilbainos, pero Bilbao tiene una mirada de más largo recorrido. Según National Geographic, Bilbao es la mejor ciudad del Estado para vivir. Eso tiene que ser motivo de orgullo de la ciudadanía. Por eso creemos que es el momento de tomar medidas como la tasa turística o la modificación del PGOU en relación a los pisos turísticos.
¿Qué puntos detecta como prioritarios para mejorar en Aste Nagusia?
—Creo que el civismo, entendiéndolo como no orinar en la calle o no ensuciar, no tirar bolsas y botellas al suelo… Quizás eso sería lo más importante. Tampoco debemos de cejar en el empeño de que haya unas fiestas libres de agresiones. El gastronómico es un tema sobre el cual habría que reflexionar. Estamos a tiempo. Y el ruido y los puestos de comida son algo a erradicar.
¿Cómo aborda el curso nuevo a partir de septiembre?
—Lo abordo lleno de fuerza y de ilusión, sin ninguna duda de que gobernar esta ciudad es un privilegio enorme. Con proyectos grandes cada uno de ellos aunque parezcan pequeños. Buscar la cohesión social y de los barrios me parece fundamental, con las obras de accesibilidad. También los proyectos de largo recorrido, como el parque tecnológico de Zorrotzaurre o el Plan Especial del Peñascal o de Olabeaga, de Punta Zorrotza o el de Abando. Bilbao tiene presente pero también tiene mucho futuro.
Ha tenido una baja importante en su equipo con la marcha de Xabier Ochandiano.
—Es una baja importante que me genera una doble sensación. Me produce tristeza porque pierdo a un gran concejal, pero no pierdo a un amigo. Pero creo que ganamos un muy buen viceconsejero. Es un orgullo que la gente de mi alrededor sea tan válida como para ocupar otras responsabilidades.
¿Tiene en mente al sustituto?
—Lo estamos trabajando. Seguramente no será una sustitución automática, buscaremos la mejor forma de reordenar competencias y áreas en el conjunto del Ayuntamiento.