Nacido en Fano (Italia) en 1940, Francesco Tonucci es una de las voces más influyentes del pensamiento pedagógico europeo. El pasado lunes, 19 de mayo, estuvo en la Torre Iberdrola de Bilbao como figura principal del Encuentro de la Red Internacional Ciudad de la Infancia, impulsado por el Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico. Durante su visita, el Gobierno vasco ha sellado con él un acuerdo que abre la puerta a una nueva etapa en la aplicación de políticas públicas dirigidas a garantizar los derechos de los niños y niñas en Euskadi.
A sus 84 años, el creador del proyecto La Ciudad de los Niños sigue defendiendo con energía una idea tan simple como revolucionaria: diseñar ciudades pensando en las niñas y los niños, en lugar de adaptarlas exclusivamente a los adultos y los vehículos.
¿Qué cambios ha visto en las ciudades que han adoptado esta filosofía?
Es una pregunta interesante, porque en efecto hay muchas maneras de asumir este proyecto. Algunos lo ven como algo tranquilo, casi superficial, un programa más sobre la infancia. Pero hay otros que lo comprenden como algo revolucionario, en el sentido más profundo. Porque este proyecto pide cambiar las relaciones entre generaciones, entre adultos y niños. Y, más allá de eso, el objetivo verdadero no es otro que cambiar la ciudad.
¿Cambiar la ciudad? ¿En qué sentido?
Mire, no es casualidad que este proyecto lo presentemos directamente a los alcaldes. No a una concejalía de infancia o educación, no a servicios sociales. No. Esto es competencia directa del alcalde, porque toca todas las áreas: urbanismo, movilidad, cultura, participación ciudadana... Es un proyecto transversal, que propone un cambio de paradigma. Plantea que la ciudad vuelva a ser para todos, no solo para el adulto trabajador y su coche, que es el verdadero dueño de la ciudad moderna.
“El aburrimiento en la escuela es un obstáculo enorme para el aprendizaje de los niños”
¿Cómo es esa ciudad que usted propone, pensada desde la perspectiva de un niño?
Es una ciudad para todos, no una ciudad infantil. Nosotros no pedimos más zonas de juegos. Queremos eliminar la idea de espacios exclusivamente diseñados para jugar, y que los niños puedan salir solos de casa, encontrarse con sus amigos y jugar donde quieran. Eso es clave: salir sin adultos. Porque así fue nuestra infancia. Jugábamos cerca de casa cuando éramos pequeños y, a medida que crecíamos, ampliábamos nuestro territorio. Eso era libertad y ha desaparecido.
¿Qué papel tiene el juego en el desarrollo de los niños?
Fundamental. Hoy sabemos —y lo dicen quienes estudian el desarrollo infantil— que el juego libre es la experiencia más importante de la vida. Antes, la infancia se sostenía sobre tres pilares: familia, escuela y calle. Hoy la calle ha desaparecido. Se la ha tragado la escuela, ampliando su tiempo con tareas, clases extraescolares, y actividades de tarde… pero ninguna es un juego. Son otro tipo de escuela. Y eso empobrece a los niños.
¿Por qué los adultos ven las actividades extraescolares como algo positivo?
Porque creemos que les damos más oportunidades a los niños: una lengua más, un deporte, un instrumento... Pero lo que les quitamos es la experiencia de autonomía, de vida real. Antes salíamos solos, nos encontrábamos, aprendíamos a respetar normas, porque nuestros padres nos dejaban salir bajo ciertas condiciones. Aprendíamos de verdad. Hoy los niños viven siempre cogidos de la mano de un adulto. Las normas las descubren en la adolescencia, cuando ya es tarde.
¿Eso tiene consecuencias?
Muchísimas. Hoy la adolescencia es peligrosa no porque tenga que serlo, sino porque no se ha preparado con experiencias previas. La transgresión, que tanto asusta a los padres, es necesaria. Pero hay que conocerla a tiempo, poco a poco. Transgredir con 5 años no es lo mismo que hacerlo con 14. Si nunca has vivido esa pequeña rebeldía en la infancia, cuando llega la adolescencia, explota sin control.
“Si la escuela no cambia, será difícil que pueda resistir mucho tiempo en su forma actual”
¿Qué obstáculos se ha encontrado para poner en marcha este modelo de ciudad ?
Muchos. Porque nuestro proyecto hace dos propuestas muy fuertes. La primera es escuchar a los niños. Ellos tienen una manera de leer el mundo que complementa la mirada adulta. Un alcalde, siendo adulto, ha olvidado su infancia. Por eso debe pedir ayuda a los niños. La segunda propuesta es que los niños vuelvan a estar físicamente presentes en el espacio público. Es decir, jugar en la calle. Ser visibles. Ser protagonistas.
¿Cuál de estas propuestas encuentra más resistencia?
Curiosamente, la segunda. Porque todos nosotros vivimos la experiencia de la autonomía. Pero ahora ha desaparecido. Y cuesta mucho recuperarla, porque la gente tiene miedo. ¿Miedo a qué? Nadie lo sabe muy bien. Te dicen que la ciudad de hoy es más peligrosa, pero no es cierto. Los datos no lo confirman. El peligro real hoy es menor que hace décadas, pero el miedo es mayor.
¿La escuela ha dejado de ser un lugar atractivo?
Absolutamente. La escuela no gusta a nadie, ni a los niños ni a los docentes. Se considera normal que un niño se aburra, y a veces la familia se preocupa si no se aburre, como si eso fuera señal de que la escuela no es suficientemente seria. Pero el aburrimiento es un obstáculo enorme para el aprendizaje. Jerome Bruner decía que si los niños se aburren, no aprenden, y si no aprenden, ¿qué sentido tiene pasar tantas horas en la escuela, con un coste social tan alto que conlleva?
"Dicen que la ciudad de hoy es más peligrosa, pero no es cierto. Los datos no lo confirman. El peligro real hoy es menor que hace décadas, pero el miedo es mayor"
¿Por qué a los profesores tampoco les gusta la escuela?
Porque se ponen enfermos. En Italia, por ejemplo, la enseñanza es una de las profesiones con más enfermedades laborales. Y esto no tiene sentido, porque trabajan con niños, mientras que pediatras o psicoterapeutas infantiles no se enferman tanto. Esto muestra que algo está mal en la organización y en la experiencia educativa.
¿Cree que es sostenible a largo plazo mantener el modelo actual de escuela?
No. Con los resultados actuales de la escuela, cualquier empresa cerraría.
¿Por qué no cierran entonces las escuelas?
La escuela no cierra porque probablemente su papel fundamental a nivel social es entretener a los niños y permitir trabajar a los padres trabajar. Pero esto no se puede aceptar. Creo que si la escuela no cambia, es difícil que pueda resistir mucho.
"No se trata solo de que un niño apruebe, sino de que desarrolle plenamente sus capacidades"
¿Qué papel debe tener la familia en la educación de los niños y jóvenes?
Es clave, aunque hoy existe un conflicto bastante fuerte entre familia y escuela. La respuesta está en la Convención sobre los Derechos del Niño, concretamente en el artículo 29, que establece que la educación debe estar dirigida al desarrollo de la personalidad, las actitudes y las capacidades del niño hasta el máximo de sus posibilidades.
¿Por qué es importante ese artículo?
Porque marca un rumbo claro que va más allá de un programa escolar o de los libros de texto. La educación no consiste ser saber un poco de todo. No se trata solo de que un niño apruebe, sino de que desarrolle plenamente sus capacidades.