"Nuestros hijos no son ficción”. La aclaración, desgarradora, la hizo hace un par de semanas Patricia Ramírez, madre del niño Gabriel Cruz, asesinado en Almería por la expareja de su padre. Se antoja tan terrible como necesaria en un momento en el que las series y documentales sobre crímenes reales copan las pantallas. “¿Queremos convertirnos en Estados Unidos, donde los asesinos tienen club de fans?”, lanzaba, rota por el dolor y la impotencia de tener que pedir a gritos lo que ya ha reclamado repetidas veces en privado, que nadie se lucre con la muerte de su hijo.

Está por ver si sus palabras han removido algo más que conciencias, pero el debate sobre los límites de estas producciones audiovisuales –que analizan con testimonios verídicos o recrean en la ficción asesinatos de personas de carne y hueso– está servido. Los expertos coinciden en que hay que “respetar a las víctimas” y en que “no todo vale”.Mónica Codina

Profesora de Deontología

“Hay que tratar con respeto a las víctimas”

El caso Asunta, el rey del cachopo, el crimen de la guarda urbana... Estos y otros dramáticos sucesos, que saltaron en su día de los informativos a los magacines, se ofrecen actualmente en formato documental o en serie en las plataformas de streaming, donde el denominado género true crime está en alza.

Que el público se sienta atraído por este tipo de contenido, sin embargo, no es algo nuevo. “Los relatos sobre crímenes han existido siempre en las páginas de sucesos de los periódicos y en la radio. Es un género que atrapa a la audiencia por su carácter morboso”, apunta Mónica Codina, profesora de Deontología de la Universidad de Navarra.

Con todo un abanico de producciones sobre crímenes reales a la carta, en ocasiones recreados por actores y ofertados entre otras series de ficción, cabe preguntarse si se corre el riesgo de banalizar estos luctuosos hechos. “Los efectos psicológicos pueden ser opuestos y afectar a la salud mental. La banalización es una posibilidad, caben procesos de imitación de la conducta criminal, pero también pueden generar un exceso de temor y ansiedad provocado al considerar que se puede ser víctima de un suceso similar”, explica esta doctora en Filosofía.

Aunque en algunos de estos audiovisuales participan incluso familiares de las víctimas, otros, como la madre del niño Gabriel Cruz, han rechazado reiteradamente que la muerte de su hijo sea objeto de ningún rodaje. Una súplica que hizo pública recientemente al tener conocimiento, según denunció, de que la mujer que le quitó la vida, Ana Julia Quezada, estaba grabando “un documental o un programa televisivo” sobre el caso desde la cárcel de Ávila donde cumple condena.

Ante su desesperado llamamiento a las instituciones y plataformas para que paralicen el proyecto, la profesora de Deontología recuerda “la obligación profesional de tratar con respeto a las víctimas de un asesinato. Pienso que es un llamamiento que, por lo que conocemos hasta ahora, se debería respetar”, afirma.

“Los relatos de crímenes han existido siempre; atrapan a la audiencia por su carácter morboso”

Mónica Codina - Profesora de Deontología de la UNAV

Sobre si es ético realizar un documental o serie de este tipo sin el consentimiento de las familias, considera necesario preguntarse cuál es la razón por la que se quiere grabar, “si se trata de explotar económicamente un hecho morboso o se busca otro fin como puede ser honrar la memoria de una víctima”. En este último caso, precisa, “no sería suficiente tener buena intención”. “La historia necesita ser contada usando un criterio de sobriedad que impida el sensacionalismo, respetando los hechos, sin hacer juicios paralelos y tratando con respeto a las víctimas. Es muy difícil alcanzar este nivel de excelencia profesional si no se las tiene en cuenta”, subraya.

La petición de la familia de Gabriel para que “no se dañe” su memoria frente al derecho a la información o el entretenimiento hace plantearse si todo vale. “Información y entretenimiento no son lo mismo, aunque hoy la información se presenta con frecuencia con rasgos de entretenimiento para atraer a la audiencia. En este caso tenemos la información suficiente, los hechos se han publicado y son conocidos”, zanja Codina.

Un fotograma de la serie 'El Caso Asunta' EFE

Sociedad Vasca de Victimología

“Puede ser traumático o tener efecto terapéutico”

Para Gregoria Mendiguren, vicepresidenta de la Sociedad Vasca de Victimología, tampoco se debería de producir ningún documental sobre este tipo de delitos sin contar con el permiso de las personas afectadas directa o indirectamente por los mismos. “La exposición pública de estos hechos traumáticos que pertenecen a la historia de cada víctima solo debería de realizarse si cuentan con su consentimiento. Estas víctimas no han elegido ser victimizadas ni han elegido las sentencias que se han dictado en su proceso. El derecho que les queda es poder decidir si quieren o no que se haga un documental sobre su victimización”, defiende.

Recrear años después un crimen u otro delito penal, ya sea con imágenes reales o de ficción, provoca una onda expansiva. Se lanza una docuserie y resurgen los debates sobre el caso, reponen programas especiales, los comentarios se propagan por las redes... Es imposible que de alguna manera u otra no salpique a las víctimas.

“La realización de este tipo de documentales contribuye a que las víctimas no dejen de serlo y las repercusiones psicológicas pueden ser muy diferentes”, avanza esta psicóloga. “Habrá víctimas para las que estos documentales, siempre que se realicen con su consentimiento, puedan tener un efecto terapéutico. En cambio, para otras, puede producir una victimización secundaria y una situación tan traumática como produce, la mayoría de las veces, su paso por el sistema de justicia penal”, explica con conocimiento de causa, tras trabajar muchos años en el Servicio de Atención a la Víctima del Gobierno vasco.

“Si se hacen solo con fines comerciales contribuyen a banalizar el hecho delictivo”

Gregoria Mendiguren - Vicepta. Sociedad Vasca de Victimología

Poder visionar desde el sofá y a cualquier hora audiovisuales sobre crímenes reales también podría tener secuelas a nivel social. “Cuando se hacen exclusivamente con fines comerciales, contribuyen a banalizar el hecho delictivo y sus consecuencias y a distorsionar la realidad y trasladarla al mundo de ficción”, explica la vicepresidenta de la Sociedad Vasca de Victimología.

Respecto al objetivo que se persigue con estas producciones, a esta experta no se le presentan demasiadas dudas. “Este tipo de documentales no suelen buscar el ofrecer un documento, útil socialmente, de apoyo a las víctimas y prevención de nuevas victimizaciones, sino la mera explotación comercial de un producto con fines exclusivamente económicos”, asegura.

Por ello, concluye que, “desde la perspectiva de la ética universal, basada en la defensa de los derechos humanos, deberían impedirse este tipo de productos, salvo que se hagan con consentimiento de los interesados, en colaboración con profesionales expertos y con fines de formación, divulgación y prevención de delitos que ocasionan víctimas”.