Ganan menos de cincuenta euros por servicio, ejercen la prostitución en pisos lujosos en Bilbao, Gasteiz, Donostia, Irun o Barakaldo donde van rotando para evitar que creen lazos. El perfil de la mujer prostituida en Euskadi es el de una joven latinoamericana de unos 20 años, extremadamente vulnerable, que durante 10 o 15 días “hace plaza” en un piso en una de las capitales, donde debe estar todo el día disponible y que no tiene papeles, ni está empadronada, ni tiene tarjeta sanitaria, ni acceso a servicios sociales porque administrativamente no existe. “Algunos clientes llegan a las siete de la mañana antes de ir a trabajar como si fueran al gimnasio”, confiesa una de estas mujeres.

La prostitución, cambiante y cada vez más opaca, es ya casi inseparable de la coacción, el chantaje y la amenaza a mujeres migrantes, explotadas en pisos en el centro de cualquier ciudad por los que rotan sin relacionarse con nadie más que los puteros o los proxenetas. Tras esos días, rotará a otro piso en esta Comunidad o en otra limítrofe. Sus explotadores pretenden que no haga vínculos en las ciudades por las que pasan, que no tenga a quien recurrir si en algún momento quisiera salir de esa situación.

Esa vida lleva Jesi (nombre ficiticio) de 32 años, que dejó tres hijos en Colombia y llegó a España hace unos meses con su niña pequeña huyendo de un maltratador, y “hace plaza” en un piso enorme en la zona más turística y noble de Bilbao, a pocas calles del Museo Guggenheim, a donde acuden ejecutivos trajeados a cualquier hora. “Sobre todo al principio, fue muy duro” pero no tenía otra opción, y dice que cuando tenga “papeles” dejará la prostitución.

En ese piso, donde la foto de un paisaje paradisíaco recibe a las visitas, los muebles son de diseño y huele muy fuerte a ambientador, también trabaja una jovencísima mujer africana, que tras una tragedia familiar, debe mantener a su madre y hermana. Ella también asegura que lo va a dejar pronto.

Son dos de las 10 mujeres que “hacen plaza” estos días en ese piso, con cámaras de seguridad en el portal señorial de techos altos con vistosas molduras decorativas, cuya dueña es una mujer vasca.

“Algunos clientes llegan a las 7 de la mañana antes de ir a trabajar, como si fueran al gimnasio, y otros a la hora de comer en la oficina”, comenta Mary (ficiticio), también colombiana que se debe prostituir para pagar la deuda que contrajo al viajar desde su país. Sueña con ser cajera de supermercado.

100 euros el servicio

Los pisos están gestionados por las figuras del proxeneta y la madame o mami, una mujer también migrante, que gestiona las citas y promete protección a las jóvenes.

Por cada servicio se paga unos 100 euros, la mitad para los responsables del piso y la otra mitad, teóricamente, para la mujer, pero las mamis les restan parte si no cumplen las normas y les cobran por la comida o por la ropa.

La intendente jefa de la Policía Científica de la Ertzaintza y responsable del Plan Estratégico contra la Trata de Seres Humanos con Fines de Explotación Sexual, Patricia Martínez de Musitu, ha explicado a Efe que “Euskadi atraviesa un cambio en el paradigma de la prostitución”.

“Ahora es casi residual el modelo de la mujer que ejercía en la calle”, –algunas continúan en la calle Cortes de Bilbao, en dos rotondas en Gasteiz y en Irun–, y quedan pocos clubs a pie de calle porque “la prostitución se está volviendo oculta a los ojos de todas las personas que intentamos detectarla”.

Se encierra en pisos y chalés, en el ámbito privado, se publicitan menos en redes sociales de amplia difusión y para encontrarlos hay que ir a blogs de usuarios más cerrados.

“Una suma de factores provoca que la prostitución esté en constante movimiento” para esconderse por el creciente rechazo social, por el cambio del consumidor de prostitución y sus hábitos, y por las reformas legales que ya hablan de abolirla.

Pero también cambia de ubicación por aspectos más del día a día como las denuncias de los vecinos de un portal, evitar que las víctimas se acerquen a las ONG y por la implicación de la Policía.

Plan estratégico

La Ertzaintza creó en 2015 un plan estratégico para actuar de manera preventiva frente a los delitos de trata y de prostitución coactiva, y comenzó a acudir a los lugares donde se ejerce la prostitución para conocer a las posibles víctimas entre mujeres traídas con falsas promesas de empleo cuidando ancianos y ofertas para pagarles el viaje, que al llegar son obligadas a prostituirse bajo violencia e intimidación.

Otras llegan convencidas de ‘trabajar’ en la prostitución, pero no imaginaban que lo tendrían que hacer durante 24 horas, que no podrían salir libremente y que les iban a restar parte de sus ingresos. Ambas situaciones tienen conexión con otros delitos como el tráfico de droga, los robos, la migración ilegal y ellas son siempre las víctimas.

Apoyados en las ONG, “que trabajan muy bien y que nos aportaron muchísimo conocimiento”, en 2016 se puso en marcha una prueba piloto en Irun y en 2018 se extendió el plan a toda la comunidad autónoma.

En ese camino, destaca la labor de asociaciones como Nueva Vida, que en Bizkaia ayuda a las personas migrantes y especialmente a las víctimas de explotación sexual y las mujeres prostituidas, porque “su extrema vulnerabilidad personal y económica”, su falta de autoestima y traumas tras años de malos tratos y abusos e incluso sus deudas, provocan que cuando llegan a Euskadi, “no tengan otra salida” más que aceptar la oferta de dinero “fácil de las mamis”.