El principal centro de operaciones de Jon Arrieta es una mesa de autopsias escrupulosamente limpia en la que este patólogo forense, con más de tres décadas de experiencia, disecciona los cadáveres que llegan a sus manos con el objetivo de determinar las causas de la muerte por orden judicial. Lejos de la imagen de la ficción, solo un porcentaje muy pequeño de esos examen post mortem corresponden a crímenes. Sin embargo, la labor de Jon Arrieta y de su equipo es muy valiosa para la prevención de enfermedades. Y también para la resolución de delitos de agresión sexual o la conclusión de aspectos relacionados con los seguros de vida.

Ha cogido el testigo de Carlos Cubero al frente del IVML, pero sigue practicando autopsias. ¿El trabajo de campo le resulta más satisfactorio que la gestión?

—Sí, llevo casi 33 años haciendo lo mismo y lo que más me gusta son las autopsias, el trabajo diario. Me da muchas satisfacciones. Meterme en este jaleo me ha supuesto discutir con gente con la que antes no discutía.

Parece que la vocación no termina de llegar a los médicos más jóvenes.

—De vocaciones andamos muy mal. En Euskadi hay 53 médicos forenses. Es probable que en cinco años nos vayamos tres cuartas partes de los médicos, pensando en que nos jubilaremos con 65 años. Ahora han entrado algunos médicos jóvenes; tres en Bizkaia, dos en Gipuzkoa… pero no hay recambio. En Medicina no nos cuentan que podemos ser forenses.

¿En qué se asemeja su trabajo con lo que muestra la ficción policiaca?

—El contacto con la Ertzaintza es bastante habitual. Pero en las películas lo que vemos son sobre todo homicidios. En Bizkaia hay una media docena al año, y muchos suelen ser muy claros. Sin embargo, hacemos un trabajo importante en otros aspectos, como en distinguir la diferencia entre un suicidio o un accidente. Son conclusiones que pueden ser importantes para las familias e, incluso, en lo económico, por el tema de los seguros.

¿La falta de relevo hace que sea más complicado que los forenses experimentados transfieran su conocimiento a los que llegan?

—El conocimiento se pierde. Cuando empezamos, entramos tres o cuatro, pero había personas que eran referentes como Guillermo Portero y Rafa Alcaraz. Muchos seguimos aquí por ellos. Cuando se jubilaron ya teníamos 15 o 20 años de experiencia, ellos lo hacían mejor, pero ya teníamos un cierto rodaje.

Por eso es importante que los nuevos entren cuanto antes.

—La gente nueva entra ya con la especialidad hecha. Tenemos una anatomopatóloga, una psiquiatra… con lo cual vienen con unos conocimientos muy grandes que nosotros no teníamos. También hay gente nueva que está entrando a través de la unidad docente, la especialidad de Medicina Legal también se hace vía MIR.

¿Se deben practicar autopsias en todos los casos?

—Hay dos tipos de autopsias. Las clínicas, que se hacen en hospitales a cargo de los anatomopatólogos, son a petición médica y necesitan autorización de la familia. Nosotros hacemos autopsias por orden judicial. Son autopsias de muertes violentas, homicidas, accidentales, suicidas o sospechosas de criminalidad, cuando no se puede determinar la causa de la muerte y puede haber algo traumático o tóxico que la ha generado.

¿Qué aportaciones realizan los forenses a la investigación médica?

—Solo la quinta parte del trabajo corresponde a autopsias. En la clínica se hacen trabajos muy interesantes en cuanto a prevención de suicidios o de feminicidios. Hay un campo muy grande para hacer estudios de enfermedades mentales o delitos, situaciones que tengan que ver con los juzgados. Tenemos un acuerdo con la unidad de arritmias de Osakidetza a la que remitimos a los familiares de personas a las que diagnosticamos enfermedades que puedan ser hereditarias. Muchas veces el primer indicador es la muerte súbita.

Después de las muertes de origen cardíaco y las caídas, los suicidios son las muertes más frecuentes.

—Es una cifra que es estable en el tiempo. Hacemos entre 630 o 650 autopsias al año, en el servicio de patología de Bizkaia. Tenemos unos 80 o 90 suicidios durante el paso de los años, aunque haya habido algún pico. Todos los suicidios llegan a nosotros por considerarse muertes violentas.

¿Han cambiado las formas de llevarlos a cabo?

—Los mecanismos de suicidio suelen ser o precipitaciones o caídas de altura, sumersiones en gente que se tira al agua, intoxicaciones por medicamentos, ahorcaduras…

Lo que han aumentado, sin duda, son las agresiones sexuales.

—Sí, de cuando empecé yo hace 30 años está aumentando mucho.

¿O es que ahora se denuncian más?

—No se puede comprobar, pero las cifras han aumentado muchísimo. A nivel de Euskadi es habitual que valoremos una agresión sexual al día. Antes había cosas que no se denunciaban, agresiones en el ámbito de la pareja o la familia. Ahora muchas agresiones se cometen con sumisión química, se aprovechan de la falta de capacidad de la víctima y no hay un consentimiento. Se denuncian situaciones en las que no se sabe lo que ha ocurrido, pero las circunstancias inducen a pensar en una agresión.

¿Cuál es el procedimiento que siguen ante una violación?

—Son habitualmente chicas o mujeres que van a la policía o al hospital. Se comunica al juzgado y mandan a un forense de guardia. Tras una autorización, nos cuenta qué es lo que ha pasado y, en función de lo que nos dicen, tomamos una serie de muestras. Si ha habido sumisión química es toxicológica y recogemos sangre y orina. Y en cuanto a las muestras biológicas, se trata de encontrar restos del agresor, como semen.

¿Qué herramientas tiene un forense para avalar la falta de consentimiento de una víctima?

—En la guardia lo que la víctima cuenta es cierto y actuamos recogiendo las muestras. Tras el examen de urgencia, pasan por servicios de psiquiatría, o la unidad de valoración forense integral, en la cual le hacen un reconocimiento psiquiátrico en relación a las posibles secuelas o la valoración del testimonio. Policialmente se hacen otro tipo de investigaciones.

¿Qué papel juega la medicina forense en la resolución de un crimen?

—Lo primero es intentar determinar la causa de la muerte y que médico- legalmente se trata de un homicidio. Consiste en ver las lesiones externas o internas que pueda tener y qué mecanismo puede estar implicado en el fallecimiento. Si hay heridas de arma blanca, ver qué tipo de arma puede ser, más larga o ancha, qué tipo de filo... Son una serie de datos que compartimos con la Ertzaintza.

Determinar la causa de la muerte será difícil sin el cadáver completo.

—Esa situación es muy compleja. Primero hay que determinar si se trata de una persona o varias. Y hay que intentar identificarle, ver si es un varón, si es grande o pequeño, su peso… Dentro de lo que tengamos, hay que ver qué lesiones tiene, si le han disparado, apuñalado… es difícil de determinar sin el cuerpo completo.

¿Que los resultados de las pruebas se alarguen complica que la investigación pueda ser más efectiva?

—La identificación de una persona es básica para la investigación. En una agresión sexual, si en el análisis de ADN se puede obtener un perfil del semen y se sabe quién es el agresor, será más fácil buscarlo. La celeridad es lo que más favorece en la investigación, pero esto no es CSI, no hacemos análisis de ADN en 10 minutos.

¿Es más fácil realizar un examen físico que un examen psiquiátrico?

—Hacer una valoración psiquiátrica de entidad me parece muy difícil y creo que lleva mucho tiempo. En la unidad de valoración forense integral hay psicólogas, trabajadoras sociales… es un trabajo largo, de diferentes personas. En las guardias hacemos un poco de todo, sin molestar mucho al siguiente, para que luego haga una investigación en profundidad.

Y si hay que valorar el estado mental de un homicida, ¿la responsabilidad es aún mayor por la influencia que el informe puede suponer para determinar su culpabilidad?

—Es fundamental. Es importante la responsabilidad que tenga sobre el delito, si tiene algún tipo de enfermedad que afecte, si hay algún consumo de sustancias que pueda afectar…

¿Cómo podría beneficiarles que el Departamento de Justicia trasladara el IVML al antiguo edificio de Telefónica?

—Sería un paso muy importante para Bizkaia. En Bilbao ocupamos tres sedes. El estar desperdigados al final es incómodo. Lo único que sé es que está comprado. Tenemos ilusión por el cambio y aportaciones para el arquitecto, para ver las posibilidades de aumentar un poco los espacios. El hecho de unirnos es ya un éxito.