Prácticamente una de cada tres intervenciones que requieren la movilización del equipo de negociación es debido a personas que quieren acabar con su vida. “Es una tendencia que se repite. A menudo interactuamos a lo largo de los años con las mismas personas”, revela Joseba García, jefe del grupo de negociación de la Er-tzaintza, sobre esta conducta en la que muchas personas reinciden. Por ello, cuentan con un archivo donde guardan toda la información recopilada. “Así, si hay un reincidente sabemos que se han tocado ciertos temas”, añade Gorka Fernández sobre una práctica que les ayuda en su labor.

¿Cómo llegan los negociadores a actuar antes de que un suicida en potencia lleve sus intenciones a término? ¿Si se llega a ellos antes es porque aún no tienen del todo claro que quieren acabar con su vida? Desde el equipo de negociadores declaran que no podrían dar por certera esta suposición. “Está comprobado y estudiado que las personas con conductas autolíticas no desean morir sino acabar con un sufrimiento, muchas veces psicológico y optan por esa idea ya que no ven ningún otra solución para acabar con este”, afirman.

En ese sentido, concretan que una labor del grupo de negociación es “romper con el pensamiento dicotómico y rígido que tienen las personas con conductas autolíticas, ya que son personas que no encuentran una salida intermedia, solo ven o negro o blanco”. En ese sentido, estos agentes de la Ertzaintza trabajan para la creación de ambivalencias y hacer ver a la persona que hay posibilidad de cambio y que existe otro camino posible. “Es muy importante hacer ver la diferencia entre vivir o morir, por eso la idea de hablar del suicidio y sus consecuencias con una persona con ideas autolíticas es una opción acertada”, indican.

La forma de proceder es muy delicada. “Una cuestión muy importante es no invadir el espacio personal a no ser que la persona te lo pida expresamente”, evidencia Joana Colliga, quien expone, además, que a menudo los uniformes generan rechazo. Gorka Fernández añade que el acercamiento siempre debe ser pautado. Y recuerda una ocasión en la que tardó hora y media aproximarse a cinco metros de una persona que amenazaba con lanzarse desde el Salto del Nervión. “Como te acerques, me voy a tirar, me decía, a gritos, a 20 metros de distancia”, explica.

Y ese proceder se convierte en aún más delicado cuando hay que tratar con menores. Gorka Fernández recuerda la ocasión en la que la unidad llevó a cabo una operación internacional en relación al reto suicida de la Ballena Azul que se hizo viral en Internet. “Dentro de un grupo de Instagram habían creado un chat con la finalidad de que todos se suicidaran. Una de las víctimas estaba en Errenteria. Era una cría que tenía 15 años. Por competencia nos activaron a nosotros y fuimos ahí a recoger la información. Nos encontramos con una chavala con un perfil muy hermético, era imposible hablar con ella”, relata este negociador, quien explica que comenzaron a hablar sobre distintos asuntos para tratar de que la menor se sincerara. “Tocamos el tema del manga, el compañero y yo no teníamos ni idea, pero esta cría estaba obsesionada. Empezó a hablar y a abrirse y fue lo que evitó el secuestro internacional”, concluye Fernández.