Ocho de cada diez profesionales de Enfermería han sufrido una agresión. Una realidad que no reflejan las estadísticas “porque muchas no se notifican”, dice la delegada de Prevención de Satse María Alonso.

¿Son frecuentes las agresiones a los profesionales sanitarios?

El número de agresiones, sobre todo verbales, es cada vez mayor. La ciudadanía está más alterada y eso se refleja en el trato con el profesional. También influye el trabajo desbordante que tenemos.

¿Ha contribuido la pandemia?

En pandemia ha habido muchas cosas que se han dejado de hacer y eso repercute ahora con más pacientes que no han sido tratados, empeoramiento de la salud en general, una mayor carga profesional que hace que ese empeoramiento de la salud no se solvente como debiera... Es un torbellino de situaciones que hacen que el profesional reciba la agresión del paciente. Su realidad es entendible, pero el foco donde descarga no debe ser el profesional.

¿Qué profesionales tienen más riesgo de sufrir una agresión?

El paciente con la persona con la que más choca es con la que le recibe. En los centros de salud la administrativa que le atiende es la primera línea y así progresivamente en toda la cadena de cuidados. Para cuando llega al último facultativo ya ha ido descargando esa ira.

¿Cuál ha sido el último incidente?

Una agresión verbal a una profesional que venía a trabajar y no podía aparcar su coche porque el familiar de un paciente estaba guardando la plaza al siguiente familiar.

¿Recuerda alguna agresión física?

Me viene a la cabeza el caso de una enfermera que fue amenazada por Facebook y lo pasó realmente mal. Al llevar su nombre y apellido en la txartela, indagaron sus datos por las redes. El profesional debe ir identificado, como recoge la ley del paciente, pero se puede hacer con un número personal para evitar poner en riesgo al profesional y que sea acosado.

¿Qué secciones tienen más riesgo?

En Psiquiatría se dan muy a menudo agresiones y más físicas por el tipo de paciente. Si está una persona con un brote, la alerta es máxima. Generalmente se dan cuando no están en ese estado. Además, es imprevisible.

¿Qué secuelas sufre el agredido?

Hay que ver cuántas veces se dan esas agresiones, si es continuamente, si es el mismo paciente, si se repite con la misma persona... Luego algunos somos más sensibles o tu situación personal puede variar, pero las consecuencias generalmente son acudir a tu puesto de trabajo con una sensación de miedo. No trabajas igual, desde la tranquilidad y el sosiego. Estás en alerta y con el miedo a que hoy se repita lo mismo que ayer.

Algunas personas se ven obligadas a solicitar la baja laboral.

Hay bajas. Ahí está el límite que tiene cada persona. Es muy importante saber si ha sido puntual o se viene repitiendo en un corto periodo de tiempo. El profesional tiene que optar entre seguir sufriendo esa situación tan desagradable de acudir a su puesto de trabajo con esa sensación de qué pasará hoy o apartarse una temporada hasta que ese paciente abandone la unidad.

¿Cuentan con alguna medida de protección ante estos ataques?

En Psiquiatría llevan una pulsera con un botón que está conectada con un sistema informático. En cualquier sitio que esté, salta en todos los ordenadores y localizan a la persona. Por otra parte, en cada puesto tenemos un botón de alarma. Si estás en tu consulta, con el paciente alterado delante y tienes un ordenador a mano, puedes activarla. El problema es que en un hospital la enfermera está más veces en la habitación con el paciente que en su puesto.

¿Qué medidas proponen?

Llevan pulsera en Psiquiatría, pero hasta que el paciente ingresa ahí pasa por muchos servicios. Hay que proteger a la profesión desde el principio. También hay que facilitar la notificación de las agresiones para obtener los datos reales e implantar medidas: más personas de seguridad, la identificación del profesional sin nombre... Son cosas que se pueden hacer sin un gasto excesivo.