“El acceso sin control de los jóvenes a pornografía online y contenidos aberrantes que presentan a la mujer como un objeto de placer es un problema frente al que ni los padres ni los gobiernos pueden ponerse de perfil”, asegura Miguel Angel Martínez-González, Premio Nacional de Investigación Gregorio Marañón de Medicina y autor de Salmones, hormonas y pantallas.

A través de su libro quiere plantear “un reto a la cultura de gratificaciones instantáneas que prescinde de lo humano en los temas de sexualidad, especialmente en los jóvenes, y afrontar una crisis de salud mental que está muy relacionada con los dispositivos de telefonía móvil”, explica.

Los niños hoy disponen de teléfonos portátiles demasiado pronto y este es “uno de los mayores errores que se está cometiendo”, señala Martínez-González, que incide en que esa relación de dependencia con el móvil que padece la sociedad afecta “como nunca a la gente joven”.

No obstante, este reconocido médico malagueño y catedrático de la Universidad de Navarra se muestra optimista al respecto y plantea que para superar esta crisis hay que “actuar con las armas de la salud pública y hablar claro”, algo que con frecuencia no se hace.

En primer lugar han de intervenir los padres que “son los primeros educadores”, precisa. A ellos corresponde limitar el uso del móvil y determinar la edad a la que pueden utilizarlo sus hijos que, a su juicio, debería ser “mucho más tardía”.

Por otra parte, los Gobiernos “no pueden seguir estando al margen de este tema”, tienen que legislar y desarrollar regulaciones para proteger la dignidad humana, y “poner multas a esas corporaciones industriales de pornografía online que se saltan sus propias normas”.

Su oferta incluye contenidos que no sólo no son consentidos, sino que “son muy aberrantes y agresivos contra la mujer” hasta el punto de despreciarla y presentarla como un objeto, comenta con pesar.

El Estado tiene que intervenir, recalca, y no por una cuestión moral, sino científica porque esto es “como la gasolina para las manadas”, a medida que se propaga esta visión de la mujer y de la sexualidad aumentan también los delitos, las agresiones y el acoso.

Martínez-González pone el acento en el hecho de que “cada vez las perpetran personas más jóvenes” y alude a la reciente violación a una niña de 11 años en un centro comercial de Badalona donde la mayoría de los agresores, que grabaron la violación con el móvil y la difundieron, eran menores de 14 años.

“El problema que tenemos es que el gran educador en temas sexuales ni son los padres ni los profesores ni el ministro de Educación, sino la gran corporación industrial de pornografía online” a la que muchos jóvenes acceden desde sus dispositivos portátiles, subraya.

Estas corporaciones “que no buscan educar, sino deseducar”, únicamente por intereses comerciales- muestran a quienes aún se están formando “una sexualidad que nada tiene que ver con la sexualidad real que tendrían que vivir”, lamenta.

Del mismo modo que en otras ocasiones se ha hecho con la industria tabacalera o con la comida y la bebida basura, es a estas empresas “que hacen negocio a base de desarrollar conductas adictivas que hacen mucho daño a la salud” a las que “hay que plantar cara porque está pasando lo mismo”.

Sin duda, hay muchos usos inteligentes y prácticos de los teléfonos móviles, igual que de los automóviles, pero “no le damos un Ferrari a un chaval de 9 años para que se meta en una carretera donde, además, hay muchos locos al volante porque, recuerda, al otro lado de la pantalla está el depredador” y de esto no podemos olvidarnos, concluye.