Con una destacada carrera como científico en Estados Unidos y actualmente en Gran Bretaña, el científico catalán Salvador Macip ha regresado a las librerías con su obra Lecciones de una pandemia (Anagrama). Macip se muestra escéptico ante un posible pasaporte de vacunación porque, en su opinión, hay una proporción de población vacunada que no desarrolla anticuerpos y, "además, no está del todo probado que una persona inmunizada no pueda transmitir el virus", recalca. El investigador pasó nueve años en el hospital Mount Sinai, de Nueva York, estudiando el funcionamiento del sistema inmune y las infecciones. Además, en la inglesa Universidad de Leicester colaboró con los virólogos que descubrieron las bases genéticas de los virus de la gripe, de algunos cánceres y del envejecimiento. El investigador y divulgador científico considera que deberán pasar por lo menos dos o tres años hasta que no debamos preocuparnos por el virus ni pensar en él. "El riesgo de rebrote seguirá latente hasta que no esté todo el planeta vacunado", advierte.

En Inglaterra la vacuna anticovid ha dado luz a la vida. ¿Lo notan ya en la calle?

—Sí, existe la sensación de que se ha superado una etapa y, aunque hay mucha prudencia, empieza a predominar el optimismo, porque las medidas funcionan muy bien.

Visto desde la isla, ¿por qué cree que no se hizo ni se hace aquí lo mismo que en Gran Bretaña?

—Uno de los errores de la gestión de la pandemia en muchos países ha sido no fijarse en lo que ha funcionado en otros lugares e intentar copiar lo que sea posible. Gran Bretaña empezó muy mal, pero en los últimos tiempos ha intentado hacer lo más cercano posible a la estrategia covid cero que tan bien ha funcionado en Nueva Zelanda y otros países. Claro que una de las claves en Gran Bretaña ha sido el ritmo de vacunación y en esto España no depende solo de ella, sino de la gestión común que ha hecho Europa.

La decisión de poner una sola dosis de las vacunas de Pfizer o de AstraZeneca fue pionera y arriesgada. ¿Usted estuvo de acuerdo? ¿Por qué no se ha hecho aquí?

—Fue arriesgada en su momento, pero dentro de unos límites. Aunque no se había probado en los ensayos clínicos previos, todo hacía sospechar que separar más las dosis no tendría un efecto negativo. Hubo muchas discusiones en su momento, eso sí. Pero ya hace meses que se ha visto que funciona incluso mejor de lo que se pensaba, así que no hay excusa para que España y otros países no copien la idea.

En Nafarroa casi el 100% de los nuevos contagios son de cepa británica. ¿Las vacunas actuales siguen siendo útiles contra ella? ¿Y contra las variantes brasileña, sudafricana y otras?

—En principio las vacunas generan defensas que pueden con todas estas variantes, aunque quizás la sudafricana parece que se podría escapar un poco. También se están modificando las vacunas para mejorar esta respuesta, pero en principio la protección que dan las vacunas actuales parece buena.

Israel vacuna a su población pagando a tocateja diez veces más por dosis. ¿Vacunarse es solo para pudientes?

—No tendría que ser así, pero las vacunas se distribuyen según las leyes del mercado libre y esto implica que quien negocia mejor o paga más, se queda más dosis. El verdadero drama no son las diferencias entre Israel y Gran Bretaña por un lado y Europa por el otro, sino entre los países ricos y el resto del mundo. Mientras aquí vacunamos a buen ritmo, hay muchos países que ni siquiera han podido empezar.

Si no se vacuna también en los países pobres, ¿la pandemia se podrá controlar?

—La pandemia es un problema global y solo se acabará cuando se consiga la inmunidad de grupo en todo el mundo. Aunque los países ricos estén vacunados, mientras el virus circule y haya contagios corremos el riesgo de que aparezcan variantes resistentes a los anticuerpos que ya tenemos y haya que volver a vacunar.

Donde la vacunación supere el 50 o 60% de la población, ¿apostaría por echar a volar la mascarilla, acercaría distancias y cantaría a coro en un restaurante?

—No, hay que continuar siendo prudente. La vacuna es la mejor arma contra la pandemia, pero por sí sola no es suficiente. Junto con el porcentaje de vacunación, lo que tiene que determinar la desescalada de medidas es la cifra de contagios.

El domingo finaliza el estado de alarma. ¿Volver a la total libertad de movimientos no es asumir mucho riesgo?

—Sí. La situación no está para relajarse aún. Habrá que ser muy prudente y controlar bien los posibles rebrotes.

¿Buscar y primar a hostelería, hotelería y turismo no es jugar a la ruleta rusa sanitaria?

—Hay un problema económico importante en estos sectores, sin duda, pero la solución tendría que ser precisamente económica, no a costa de arriesgar con la salud. Lo más sensato sería mantener restricciones hasta que la mayoría de la población adulta esté vacunada y los casos hayan bajado al mínimo, como ha hecho Reino Unido.

Tras el sobredimensionamiento informativo de los efectos secundarios de alguna vacuna, ¿qué hay? ¿Datos científicos, afecciones clínicas habituales o intereses económicos y empresariales?

—Una mezcla de todo. Hay un problema político importante de fondo, con una guerra fría entre Europa, Reino Unido y AstraZeneca. Esto magnifica el tema de los efectos secundarios que, aunque es importante que se estudie bien, más importante aún es no dañar la confianza del público en una vacuna que funciona.

Trombos, efectos secundarios€ ¿son suficientes para dudar de la eficacia de las vacunas disponibles?

—Todos los fármacos tienen efectos secundarios, algunos más graves que otros. Se habla mucho del riesgo que representa recibir una vacuna, pero no del riesgo de no vacunarte, que tiene complicaciones mucho peores y más probables.

¿Es creíble el Gobierno español cuando dice que a 30 de junio habrá un 70% de la población vacunada?

—Es difícil hacer ese tipo de predicciones cuando hay un factor que no controlas: la cantidad de vacunas que llegan. Si se mantiene el ritmo actual, que es bastante bueno, y no se corta el suministro, podría ser que se consiguiera.

¿Cómo ve usted la implantación de un certificado de vacunados?

—Es un tema complicado y polémico. Dar la sensación de que una vez vacunado tienes carta blanca es peligroso, porque la vacuna no es suficiente para frenar la pandemia. Hay consideraciones éticas y legales por un lado y, por el otro, el riesgo de que quienes están vacunados contribuyan a esparcir el virus en los países que visiten, aunque mayoritariamente ellos no se pongan enfermos.

Como científico, ¿no cree que el gran empuje provacunas no es paralelo a la investigación en medicamentos antirretrovirales, por ejemplo?

—Cierto, pero es que es más fácil crear vacunas que antivirales. Tenemos una lista reducida de antivirales ya disponibles, si los comparamos, por ejemplo, con los antibióticos, y, además, su eficacia no suele ser muy buena. Ninguno de ellos parece tener un efecto importante ante el SARS-CoV2, por desgracia. Por lo tanto, habría que buscar antivirales nuevos, y esto requiere años, y no hay ninguna garantía de que se encuentren.

Las vacunas actuales no son esterilizantes. ¿Para cuánto tiempo podrían proporcionar protección? ¿Es previsible que se necesiten revacunaciones periódicas?

—No sabemos aún cuánto tiempo dura la protección de las vacunas y es posible que haga falta revacunar, por lo menos a la población de más riesgo. Si el virus muta de manera importante, quizás habrá que hacerlo antes. Son incógnitas que aún no podemos resolver. De todas maneras, de estas vacunas ya se sabía que no eran esterilizantes según los ensayos previos, es cierto, pero los resultados de los países que han vacunado más sugieren que frenan los contagios de una manera importante, lo cual es muy positivo.

Seguramente pronto llegarán nuevas vacunas. ¿Le darán más confianza las obtenidas con virus atenuados como las de Larraga o Enjuanes?

—No necesariamente. De hecho, un problema conocido de las vacunas de virus atenuados es que, en algunos casos, pueden causar la enfermedad que intentan evitar, como se ve, por ejemplo, con la poliomielitis. Por eso se han buscado métodos más seguros.

Sobre la vacuna de AstraZeneca basada en adenovirus, alguna 'fake new' dice que se recombina en nuestro propio DNA. ¿Cómo puede explicarse a la población que esto no puede ocurrir?

—Hay demasiada desinformación alrededor de este tema y el problema es que mucha gente se queda con lo primero que lee, en vez de buscar fuentes fiables. A diferencia de otros tipos de virus, los adenovirus como los que se usan para hacer vacunas no se integran en los cromosomas humanos. Por esto se ha escogido este tipo de virus como método de transporte de genes en vacunas y en terapias, después de décadas de estudiar todas las alternativas.

Febrero de 2020, nos arrolló el virus. Marzo de 2020, llegamos tarde y mal. El reguero en vaivén de contagios, hospitalizaciones, UCI y muertes continúan hoy. ¿Hemos aprendido algo? ¿Se repetirán los errores cuando llegue una nueva pandemia?

—Esperemos que hayamos aprendido que, ante este tipo de retos globales, hay que estar bien preparado y responder de una forma rápida y coordinada. No es fácil hacerlo, por eso hay que empezar a trabajar para tener a punto una respuesta mejor para la próxima crisis, porque pandemias habrá más, esto es seguro.

"Dar la sensación de que una vez vacunados tienes carta blanca para viajar a otros países es muy peligroso"

"La situación en España no está como para relajarse y suspender el estado de alarma el domingo"

"La pandemia es un problema global y solo se acabará si se consigue la inmunidad de grupo en todo el mundo"