"Cuando te va a pasar algo, si te lo dicen antes te preparas de otra manera, pero si de repente ocurre una cosa mala y después otra aún peor, al final revientas porque suele ser una reacción lógica de extorsión. Por eso, situaciones como las revueltas de Sevilla o Milán pueden ser puntuales, excepcionales. Pero parten de que las autoridades sanitarias deben de anunciar lo que va a pasar. Si hay una alerta hasta mayo, no solo deben ser claros sino que debe de anticiparse a los diferentes escenarios que nos puedan llegar", explica a DEIA el virólogo Raúl Ortíz de Lejarazu, todo un referente en el área de las vacunas, con más de cuatro décadas de trabajo en la sanidad pública.

Sostiene que ha de decirse a la ciudadanía que si las cosas se hacen bien, aunque impliquen sacrificios importantes, en unos meses estaremos mejor. "Y si cuando tengamos una vacuna no nos la ponemos, por opiniones espurias que surgen en las redes sociales, estamos tirando por la ventana los sacrificios que estamos haciendo todos. Esto es lo que hay que repetir a la gente", añade.

Todos los científicos con los que hablé en marzo auguraban la segunda ola en octubre y noviembre y se va cumpliendo, ¿la situación actual pandémica al igual que previsible era evitable o era ineludible?

—Decir que era inevitable o no lo era es un concepto muy relativo; todas las cosas pueden evitarse hasta cierto punto. Quizás podía haberse retrasado o haberse minimizado. Todavía estamos a punto de conseguirlo; nadie quiere estar en la necesidad de vernos obligados a un confinamiento como el que ya están empezando a hacer algunos países europeos. Confiemos en que aquí no haga falta.

Más frío, menos rayos UVA, más encuentros en sitios cerrados, relajación social... ¿Qué se ha hecho incorrectamente para que fuera evitable esta segunda crisis?

—Confluyen muchas cosas. El calor y el frío tienen una importancia relativa, son factores secundarios; lo que más importa son las personas transmisoras de ese virus que es nuestro y que contagiamos nosotros. En la desescalada se ha atendido mucho a criterios de números, pero no a razones de evitar que siguieran repitiéndose los casos. Al llegar el verano, prácticamente todo el mundo, aparte de medidas como las mascarillas que tienen una incidencia relativa sobre el virus, se han dejado de lado las medidas sanitarias de calado. Mientras, el virus se está habituando a quedarse entre nosotros.

El colapso del sistema sanitario público es un riesgo real y cercano. ¿No aprendimos de abril o mayo?

—Cuando se habla de colapso hay que señalar que el sistema sanitario no está hecho exclusivamente para una enfermedad; hay todo un cúmulo de dolencias y muchas personas a quienes se les ha programado operaciones para dentro de 15 días o un mes están ahí. ¿Qué ocurre si esas operaciones llevan aparejadas que el paciente tenga que estar un día o dos en la UCI por protocolo quirúrgico y les tiene que llamar la Gerencia del hospital diciéndoles que no les pueden operar porque no tienen capacidad de UCIs suficientes por si les llegan personas con coronavirus? Esto es la clave en estos momentos.

¿Por qué siguen sin contratarse suficientes sanitarios y rastreadores?

—En rastreadores vamos mejor, quizás en algunos sitios han llegado algo tarde porque es una de las cosas que había que haberla puesto en marcha al principio. Justo cuando empiezas a desescalar es cuando tienes que rastrear más, porque la profundidad del rastreo es muy importante, hacia adelante y hacia atrás: qué ha hecho esa persona antes de que se supiera que es positivo, para ver a quién ha podido infectar y de quién se ha infectado, para intentar localizar a la persona contagiadora. Luego, cuando restringes el movimiento, no es tanto el cambiar de sitio, sino controlar que una persona no interactúe con otra que no sea de su entorno.

Esto sería lo ideal.

—Sí. No es un control normal en la vida, pero es lo ideal. Controlar el ir al trabajo, la estancia, el volver a casa y también el trayecto. Con eso baja la incidencia de contagios, pero es muy difícil porque la gente quiere socializar; tiene su lógica, pero en eso la transmisión juega con ventaja.

En las televisiones cada vez hay más anuncios de medicina privada. ¿Cree que en la privatización está la solución?

—En una pandemia todo suma, pero personalmente no creo en la privatización. Contratar médicos en algunos sitios es difícil porque las bolsas de trabajo están muy vacías. La sanidad privada puede ayudar, como sucedió en la primera parte de la pandemia, pero no es solución.

¿Hay expectativas de solución en algún tratamiento de los que se están dando a pacientes de covid? —No. Los protocolos de medicina han aprendido mucho en cómo actuar en determinados momentos de la enfermedad, lo que unido a que los pacientes se diagnostican y controlan antes, ha disminuido la mortalidad, pero sigue habiendo muertos como vemos todos los días. Hay tratamientos en espera, pero el tratamiento eficaz está por llegar.

Si le dieran a elegir entre un fármaco o una vacuna, ¿qué elegiría?

—Diría que la vacuna, pero los dos son importantes. Aunque la vacuna el paciente debe aceptar ponérsela.

El estado de alarma parece que durará hasta mayo, ¿marchará al ritmo de las posibles vacunas?

—Aunque tengamos la mejor vacuna del mundo que proteja al 70%, habrá que saber si es esterilizante o no, si además de proteger de la enfermedad es capaz de evitar que tú la contagies. Muchas vacunas son protectoras, pero no esterilizantes, por ejemplo la de la tosferina, la gripe, el neumococo€ Las vacunas que tenemos contra casi todas las enfermedades respiratorias son protectoras, pero ni lo son al 100% ni son esterilizantes. Además, si en febrero o marzo tenemos algunas, habrá que comprar dosis y traerlas. Las dificultades las estamos viendo ahora mismo en el esfuerzo de la campaña de gripe, y eso que entrenamos todos los años. Imagínate esto con la covid a mucha más gente.

Mientras tanto, ¿qué se hace?

—Hay que seguir con las normas impuestas. Siempre he defendido que España ha de tener una legislación específica para una pandemia.

¿Qué vacunas consideraría más esperanzadoras?

—Las que fueran protectoras, las que eliminen la posibilidad de ser portadores; pero seguramente las primeras que salgan no serán esterilizantes, como ocurre con otras muchas enfermedades respiratorias.

¿Cuáles tienden a ser más esterilizantes?

—Las vacunas fabricadas con virus atenuados, pero de estas todavía no hay ninguna en primera línea y tardarán más en obtenerse. Las cinco o seis más avanzadas están basadas en la proteína de superficie.

¿Es difícil el equilibrio economía- salud? ¿El método de confinamiento es el correcto?

—Claro, es un equilibrio muy difícil. En algún momento la ciudadanía tiene que elegir, porque esa elección se tiene que hacer globalmente, y lo que es bueno para un ciudadano es malo para otro. Esto provoca tensiones en la sociedad. En mi opinión, durante la pandemia ha habido un debate excesivamente polarizado entre lo que opinaban los medios y los políticos, mientras se ha hurtado gran parte del debate científico sosegado.

¿Por ejemplo?

—Al principio de la desescalada se habló de los colegios como foco de contagio. Yo era partidario de que los niños aprendieran en el colegio con la pandemia, pero el debate se reabrió en los medios. Un debate falso y ficticio que asustó a mucha gente, pero ahora no veo ningún medio que diga: creo que nos hemos equivocado, no debíamos haber sacado ese debate. Debíamos de habernos concentrado en otra cosa.

"Hay un debate polarizado entre políticos y medios de comunicación; los científicos están soslayados"

"Esta situación se va a prolongar al menos durante otros dos años, con subidas y bajadas alternadas"