Bilbao ofreció el sábado dos caras de una misma moneda en una villa confinada: zonas de paseo incluso con aglomeraciones pero bajada drástica del consumo. No solo la velocidad rodada se ha reducido en Bilbao; el límite perimetral en vigor desde el pasado martes con los municipios vecinos ha rebajado la actividad de la ciudad a un 30%. El sábado, primer fin de semana en el que los bilbainos tuvieron que convivir entre sí, con la excepción de los vecinos colindantes que aprovecharon su condición para hacer uso del salvoconducto de actividades socioeconómicas, la villa estuvo a medio gas. Los primeros en notarlo son los comerciantes y hosteleros que asumen esta penitencia con las expectativas puestas en la campaña de Navidad.

Ya sea por la amenaza de las cuantiosas sanciones que se pondrán a quien se salte las restricciones, porque la tarde anterior hubo controles a pie de calle y también en entradas y salidas de la ciudad o porque el buen día hizo apetecible disfrutar más de la costa que de la ciudad, lo cierto es que Bilbao pasó la primera de las jornadas festivas confinada con normalidad.

Después de los graves disturbios protagonizados el jueves y el anuncio de nuevas protestas por la noche por parte de los negacionistas, durante el día los bilbainos vivieron consigo mismos el confinamiento. El transporte público apenas trasladó pasajeros a la ciudad -los vagones del suburbano llegaron prácticamente vacíos- y las entradas y salidas de la ciudad estaban desoladas. Las vías de acceso a la villa se veían prácticamente desiertas y tampoco se apreciaron controles ni dentro ni fuera de Bilbao.

En el corazón de la ciudad, en cambio, la ciudad estuvo animada y hasta en las zonas de paseo se puede decir que hubo una concurrencia de gente que apenas envidió nada a cualquier otro fin de semana antes de que se decretaran las restricciones.

Los que sí se resienten y mucho de esa población flotante de los pueblos que aprovecha los fines de semana para comprar o disfrutar del ocio en Bilbao y que ahora tienen prohibida su entrada son los comerciantes y hosteleros. Para ellos esta nueva limitación es un paso atrás con respecto a lo poco que habían podido recuperar después del confinamiento de los meses de marzo, abril y mayo. Roberto Gardeazabal, de Derby, en Alameda Urquijo, admitía que “esta semana ha sido un desastre”. Le preocupa cuánto tiempo durará esta situación porque “tenemos muchos clientes de Mungia, Gernika, Durango... y esos no son municipios que pueden venir a comprar. Incluso hay gente que nos ha llamado para avisarnos porque tiene encargos para recoger”.

Roberto Gardeazabal señaló, sin embargo, que el parón lo han notado durante toda la semana así que ayer hasta casi apreciaron algo más de movimiento. “Pensábamos que habíamos pasado lo peor y esto es otra vez un retroceso”. A los comerciantes, en todo caso, lo que verdaderamente les preocupa es la campaña de Navidad; por eso, asumen esta penitencia en aras a recuperar cierta normalidad en las próximas fechas.

Ana, Naiara y Julya, dependientas de la cadena de perfumerías Druni, en Astarloa, no vacilaron a la hora de pronunciarse sobre la falta de clientes. “Se ha notado desde el primer momento en el que se anunciaron las restricciones. La gente si viene a trabajar después se va a su casa pero no para a comprar”. Ayer sábado, según dijeron, la tónica fue la misma. “Muy poca gente durante la jornada”.

Prácticamente todos los comercios coincidieron en estas apreciaciones. Incluso el Corte Inglés, uno de los lugares más emblemáticos de compra de gran parte de los vizcainos, se ha resentido con estas limitaciones. “Desde el martes la bajada de afluencia ha sido notable así que hoy sábado [por ayer] no ha descendido más. Lo que sí notamos es con respecto al sábado anterior”. El responsable de Relaciones Externas de El Corte Inglés, Carmelo Lezana, admite que “estamos a la expectativa de ver cómo evoluciona la situación con la esperanza de que mejore de cara a las próximas fechas”. Y, mientras tanto, “nos estamos volcando en la campaña navideña con la confianza de que podamos recuperar cierta normalidad”.

Si los comercios están sufriendo la privación de los clientes de la comarca, los hosteleros y restaurantes no viven mejores momentos. La calle Ledesma ofrecía una imagen atípica en un sábado con buen tiempo. Un grupo de amigas y vecinas de esta misma vía reconocían que “no tiene nada que ver con cualquier otro sábado y menos con el día que ha salido”.

Otro clásico de la villa, el Iruña, lugar de referencia para muchas de las personas que visitan Bilbao, estaba prácticamente vacío. Uno de sus camareros señaló que “el bajón ha sido muy importante desde que el martes se decretaron las medidas”. Y no solo en barra. “Si normalmente en esta época de covid damos 50 menús, desde el martes se ha reducido a 25 y hoy ni siquiera tenemos reserva alguna”.

“Ahora estamos volcados en la campaña de Navidad esperando que la situación mejore”

Relaciones Externas de El Corte Inglés

“Pensábamos que habíamos pasado lo peor, esto es otro retroceso”

Derby