OGRAMOS salir de la casilla de la cárcel y, meses después, hemos caído en la de la calavera, que nos coloca de nuevo en el punto de partida. El coronavirus no es un juego, pero en el tablero llueve sobre mojado y la partida se antoja interminable. Tanto que ya hay quien se ha sumido en el pozo. “Hay gente que ha hecho depresiones, fobias... Es una forma del cerebro de intentar bajar la angustia porque esto está durando mucho más de lo que aguantamos nadie”, advierte la psiquiatra Irantzu González Llona, que trabaja en la Urgencia del hospital de Galdakao y en el módulo psicosocial de Rekalde. Las restricciones de movilidad, la limitación de las reuniones... “Dicen que toman estas medidas por prevención, pero la gente lo vive como que el apocalipsis se acerca y se pregunta cuánto tiempo más”. La incógnita flota en el aire, como tantas otras.

AFECTADOS POR EL PRIMER ENCIERRO

“Iban mejorando y ahora vienen desesperados”

Para lo que sí tiene respuesta esta profesional es para explicar cómo está afectando esta segunda ola, bajo la sombra de otro posible confinamiento, a quienes ya se vieron marcados por el primero. “Los que estaban mejorando un poco, haciéndose a la situación, vienen ahora desesperados, cansados, hartos, con la sensación de que esto no va a acabar nunca. Es como tener el caramelo en la boca y que te lo retiren”, compara y aventura que estas nuevas gotas colmarán más de un vaso. “La gente dice: Yo estoy haciendo bien todo, llevo mi mascarilla, no voy a donde no tengo que ir, no me junto... Pensaba que estábamos yendo a mejor y ahora otra vez esto. Al final el margen que tenemos todos de maniobra en la vida y de aguantar a mucha gente se le está acabando o se le ha acabado ya hace mucho y los que ya estaban tocados del primer confinamiento han dado pasos para atrás y están bastante peor”.

Sobre este escenario movedizo una vuelta atrás, marcada por un toque de queda o el cierre de municipiotoque de queda s, “lo que hace es ahondar más en un sentimiento de incertidumbre, en la sensación de falta de control, y eso crea un alto nivel de inseguridad ante el que nuestro cuerpo responde activando la señal de alarma. Esto implica, por ejemplo, que aumente la frecuencia cardíaca o que se nos agolpen los pensamientos y nos sea difícil parar la cabeza”, explica el psicólogo Gorka Vázquez. Ese estado, mantenido en el tiempo, avisa, “puede hacer que nos encontremos cansados, irritados, sobrepasados, enfadados o tristes”.

En función de cómo haya vivido cada cual el primer confinamiento, porque “hay gente que lo ha pasado peor”, así afrontará, dice, otro hipotético encierro. Algunos salieron fortalecidos psicológicamente. Otros, debilitados. “Depende del estado en que estuviesen antes, porque el confinamiento generó un mayor estrés e hizo un efecto lupa que mostró los aspectos más positivos de las personas, como sus capacidades o recursos, pero también cosas que ya venían sufriendo de antes y que se hicieron más evidentes”, señala.

POR PRIMERA VEZ AL PSIQUIATRA

“Se está recetando mucha medicación”

La ansiedad, la apatía o el insomnio de los que se hablaba en las primeras semanas de pandemia han derivado a estas alturas en “cuadros ansioso depresivos mucho más complicados, que se están alargando más de lo que cabría esperar, y muchas fobias a salir de casa, a los gérmenes...”, detalla la psiquiatra Irantzu González Llona, quien confirma un aumento de pacientes que precisan tratamiento farmacológico. “Gente nueva, que no había acudido nunca a un psicólogo o un psiquiatra ni había estado especialmente mal, nos está llegando un montón a consulta y se está recetando mucha medicación antidepresiva, ansiolítica e hipnótica”.

PACIENTES DE 17 A 90 AÑOS

“Enfermos, con pérdidas familiares o sin trabajo”

Lo que más le preocupa a esta profesional es que frente a ella se sientan nuevas caras tanto de adolescentes como de nonagenarios. “Son personas de todas las edades, hombres, mujeres, gente que tiene pérdidas familiares, que ha estado enferma y ha tenido que estar aislada mucho tiempo, que ha tenido que cerrar negocios o se ha quedado sin trabajo. A cada uno le está tocando por un lado. Lo único que tienen en común es la pandemia”, señala.

De los pacientes jóvenes, la gran mayoría acude a consulta “con crisis de ansiedad enormes, totalmente patológicas. Para ellos los amigos son muy importantes y ya no los pueden ver igual que antes. El tema de coartar la libertad por prevención y tener que estar metidos en casa lo llevan fatal”, argumenta. A esta gran porción del quesito estadístico hay que sumarle un pequeño porcentaje de jóvenes con brotes psicóticos. “Son primeros episodios que brotan con la angustia que está generando la pandemia, pero podrían haberlo hecho con cualquier otro estresor”.

LOS ADICTOS VUELVEN A CONSUMIR

“Se ven muchos casos nuevos de alcoholismo”

Durante la primera ola, recuerda González Llona, la cocaína y la heroína escaseaban en las calles, por lo que incluso “la gente que estaba consumiendo cantidades industriales consumía menos porque no había sustancia”. Una vez instaurada la nueva normalidad, el mercado de las “drogas duras” se abasteció de nuevo y las personas adictas volvieron a las andadas. “Los que ya estaban en tratamiento por adicciones antes de todo esto se han mantenido en su línea, han vuelto a consumir como antes”, recalca. “Lo que sí estamos viendo es un montón de casos nuevos de alcoholismo, sobre todo, de mujeres que han estado mucho tiempo en casa, gente joven que vive sola o que lo ha pasado peor esta época porque se le ha juntado una separación o un fallecimiento de un familiar y están más aislados”, detalla algunos casos detectados. “Y los que todavía quedan en casa”, dice mirando a la punta del iceberg.

PERSONAS CON ENFERMEDAD MENTAL

“Son las que menos mal lo están llevando”

Lejos de lo que se pensaba en un principio, cuando el coronavirus sorprendió a propios y extraños con el pie cambiado, las personas con enfermedades mentales graves “son curiosamente las que menos mal lo están llevando, pese a que creíamos que esto las iba a descuadrar. Eso me da una idea del sufrimiento que han tenido que aguantar toda su vida para poder con esto más o menos bien y que no les remueva especialmente”, reflexiona esta psiquiatra. Por contra, sostiene, “las personas sin patología mental previa o con patología mental menor, como ansiedad o depresión, son, en general, las que peor están y a las que más está costando remontar”.

CRISPACIÓN ENTRE LOS SANITARIOS

“Muchos deberían estar de baja y no pueden”

Puesto el foco sobre sus compañeros de batalla,asegura que “quien es sanitario se está quedando tocado” y que “se ve cada vez más crispación y cansancio entre enfermeras, auxiliares o médicos, sobre todo de Primaria o Urgencias, porque es una tensión constante y, por mucho que seas profesional, se te acaba el cupo”. Al “hartazgo de ver que esto no se acaba” se une la “frustración de no poder hacer bien su trabajo” por las medidas de seguridad existentes que conllevan, por ejemplo, hacer “consultas telefónicas”. “Cada vez estamos todos más quemados y esto va para largo. Muchos deberían estar de baja o coger vacaciones y no pueden”, lamenta esta psiquiatra, quien reconoce que “con el cansancio que hay si viene alguien y te dice que se ha contagiado en una fiesta, lo tratas igual, pero te da mucha rabia”.

“Viven las medidas como que el apocalipsis se acerca y se preguntan cuánto tiempo más”

Psiquiatra del hospital de Galdakao

“Puede que nos encontremos cansados, irritados, sobrepasados, enfadados o tristes”

Psicólogo psicoterapeuta