EN la guerra sanitaria contra el coronavirus, la primera línea no solo ha estado liderada por médicos y enfermeras. Otros gladiadores, como los fisioterapeutas, también se han batido en la arena de las UCI ayudando a los enfermos a recuperar el control sobre su propio cuerpo tras ser inmovilizados y asistidos por máquinas para respirar. Porque los pacientes no podían ni con su alma. Y muchos no eran capaces ni de mover un dedo. Era como si les hubiera pasado por encima un camión. O toda una flota. En el parte de guerra del covid-19, el batallón de fisioterapeutas del Hospital de Cruces lo ha dado todo -y aún lo sigue haciendo-, combinando la terapia respiratoria y motora para que el paciente pierda la menor independencia posible. "Con el covid hemos estado trabajando en la UCI muy intensamente. Parecíamos leones en la jaula de las fieras del coronavirus", dice Raúl Zaballa, supervisor del Servicio de Fisioterapia del Hospital de Cruces.

La recompensa, que sus pacientes consigan levantar cabeza. Y no ha sido nada fácil. "Me das una paliza que me dejas agotado, pero bendito agotamiento", les decían cuando ya eran capaces de hablar. "Esta fisio me va a matar de la caña que me da". "Gracias por ayudarme a respirar de nuevo solo y empezar a moverme", expresaban, recién salidos de un largo túnel muy negro.

Y es que los pacientes con coronavirus presentan un patrón doblemente complicado. Por una parte, necesitan un trabajo específico de rehabilitación respiratoria. "Presentan una alteración respiratoria importante debido a que han necesitado respiradores y han estado sedados durante espacios prolongados. Si alguien está intubado durante bastantes días cuando se inicia el destete, es decir cuando al paciente se le empieza a quitar la sedación para que respire por sí mismo, eso tiene una secuencia que requiere de un fisio que ayude a disminuir los tiempos. Hay que ayudar a la mecánica de ventilación para que él vaya cogiendo su ritmo de trabajo respiratorio poco a poco", explica Raúl Zaballa. Además en este proceso no todos reaccionan igual. "Algunos pacientes han llegado a estar con el respirador doce o catorce días cuando lo normal pueden ser siete". "Esa es una de las partes en las que se trabaja. Pero también hay pacientes que han tenido mucha secreción y hay que ayudarles a expulsarla para que no se infecte y no se compliquen más las dolencias. Pero cuidado que siempre hablamos de los pacientes más graves ingresados en críticos", subraya.

La segunda pata de los cuidados es la motora. "El paciente que está sedado de una forma prolongada tiene muy poca movilidad en las extremidades por la falta de actividad y por los fármacos que se le suministran. Y a partir de ahí se trabaja también con ellos de una forma prematura en la propia UCI para que las secuelas sean las menores posibles". "Hemos trabajado la parte motora incluso con pacientes sedados, moviéndoles un poquito", precisa Zaballa.

Porque la cosa ha estado muy complicada. "Nos ha pillado con cierto desconocimiento. Había pacientes críticos que necesitaban ser puestos boca abajo porque ventilaban mejor. Y en ese momento, hemos intervenido con pacientes sedados para darles la vuelta y para que pudieran respirar mejor. Desde el minuto cero, desde el ingreso en estas unidades, hemos estado colaborando en la manipulación del enfermo para mejorar las posibilidades de movimiento. De tal manera, que cuando han bajado a planta, estaban ya en mejores condiciones por ese trabajo precoz que habíamos realizado en las unidades críticas".

"Me han ayudado a respirar"

En primera persona y en jornadas agotadoras, lo ha vivido Iranzu Mugueta Aguinaga. "Somos superhéroes porque tenemos el poder de la invisibilidad", dice esta profesional quejándose de que, a menudo, son confundidos con otros sanitarios incluso en sus propias organizaciones. Absolutamente exquisita con su trabajo y los protocolos de actuación, desde la Reanimación de Cuidados Críticos realiza una labor impagable. "A pesar de ser invisible, yo estoy encantada y trabajo superfeliz", asegura consciente de la importancia de unos cuidados que, todos los que pasan por sus manos, describen como "vitales".

"El porcentaje de gente que sabe realmente lo que hacemos es mínimo. Siempre tenemos que estar aclarándolo, incluso en nuestros propios hospitales", se queja Mugueta. Lo conocen, sin embargo, a la perfección sus pacientes de los que reciben un feedback maravilloso. "Nos dicen que gracias a nosotros salen adelante". "La fisio me pega unas palizas de miedo, pero menos mal que lo hace porque me ayuda a respirar de nuevo solo y a poder moverme". Todo son elogios hacia su función. Por eso, Mugueta reclama que los fisioterapeutas deberían estar siempre en las Unidades de Críticos y no solo ir puntualmente porque desarrollan una función imprescindible.

"No movían ni un dedo"

Zaballa describe esas semanas de locura. "Imagínate, algunos han llegado a estar 20 días sedados y casi eran como pacientes medulares. Ellos no podían mover absolutamente ni un dedo. Pero a partir de un trabajo minucioso logramos que inicien una movilización lo más precoz posible. Se les intenta sentar, poco a poco, se les ayuda a ponerse de pie e iniciar la marcha. La gran recompensa es su agradecimiento porque están muy contentos con el trabajo que se hace con ellos".

En esta zona roja del hospital, estos pacientes covid, los más graves, son tratados además por sanitarios que parecen astronautas de la NASA. "Es muy complicado porque los pacientes, en esta situación tan especial, se encuentran siempre con gente disfrazada. Vamos tan equipados que no saben quién les atiende, si es una enfermera, un fisio, un celador... No nos ven la cara, solo ven extraterrestres que van allí a atenderles. Resulta muy despersonalizado".

Por momentos, la batalla se volvía casi cruenta. "Hemos visto casos de enfermos con obesidades importantes y conseguir la movilización física en estos pacientes, y hacer rehabilitación, era mucho más difícil. Los casos de la gente de más edad resultan también más complicados". "Pero todavía hay gente que ha estado más malita y que está ahora en planta, después de haber pasado por la UCI y que empieza ahora a mejorar".

Esta crisis sanitaria ha servido para ponerse a prueba y aprender. Zaballa resalta el trabajo en equipo que se ha hecho en el Hospital de Cruces. "Ha habido mucha colaboración, anestesistas, intensivistas, enfermería, auxiliares... Todos a una con el equipo de rehabilitación". Este experto valora asimismo la creación de una zona verde donde bajan estos pacientes desde la UCI. "Un área donde un equipo multidisciplinar los acoge para que trabajen con ellos internistas, intensivistas, psicólogos y hacerles un tratamiento más completo para evitar posibles secuelas".

Porque el trabajo codo con codo ha sido la clave. "Ha sido de quitarse el sombrero. Yo todavía me emociono del esfuerzo. Somos 32 fisios trabajando en unidades distintas. Y cuando se desató esta crisis entraron todos a tope con pacientes covid porque ha sido una explosión de trabajo. El boom de entrada de pacientes los primeros días fue durísimo".

Al principio había mucho estrés por el contagio y, por qué negarlo, también mucho miedo. "A ver si me pongo bien el traje. A ver si luego voy a casa e infecto a mi familia. Había muchos recelos en ese sentido, pero después, la gente fue cogiendo el ritmo y entraron todos a trabajar a saco, tanto ellos como el resto de personal del hospital". "Ha sido duro, pero ha sido bonito y se han conseguido resultados interesantes. Todo el mundo ha dado el callo y se ha comportado de manera extraordinaria". "Al principio, a algunos profesionales les daba mucho reparo subir a la UCI, pero a partir de un determinado momento, ya no querían salir de esa unidad", confiesa Zaballa.