E, esperanza y coronavirus. En la nueva normalidad que envuelve a la Iglesia, las parroquias bilbainas registraron ayer por la mañana una insólita ocupación con muchos fieles deseosos de retomar el culto. Eso sí, indispensable limpiarse las manos con gel hidroalcohólico en la entrada, gel también en el altar, y precintos en los bancos. Casi un centenar de personas blindadas con mascarillas se dieron cita a las 11.00 horas de ayer -el horario habitual de misas, además de las 18.00 horas-, en la céntrica iglesia de San Vicente Mártir. "Nuestro aforo es de 480 personas, pero hoy estamos en 103 por la nueva distribución y la necesidad de espaciar los asientos", explicó el párroco Fernando Marcos Ayjon.

"A esta hora suelen acudir fieles que, por su perfil de edad, están en situación de riesgo. Y creo que muchos de ellos, desde la prudencia y el respeto, y también lógicamente por recomendación de los hijos, habrán decidido no venir". "Pero nosotros llevamos toda la semana preparando nuestra parroquia para cumplir con los requisitos organizativos e higiénicos y hemos cuidado todo casi a la perfección para que la gente pueda venir tranquila", aseguró Marcos, que también se encarga de la parroquia de San Francisco Javier, en Ajuriaguerra.

Y es que el equipo de voluntarias compuesto por Libe, que dispensaba el desinfectante, Elena y Marijose, que iban disponiendo a los fieles desde delante hasta el fondo para facilitar el acceso y la posterior desinfección, era la guardia de corps de esta parroquia y las encargadas de vigilar que el coronavirus no tenga espinas. Quizá por eso, desde las 10.30 horas, varias personas hacían cola para asistir a la que era la primera misa en vivo y directo en esta iglesia desde el pasado 14 de marzo, a las 12.00 del mediodía.

Marcos describió la primera toma de contacto como un momento de mucha ilusión y dio personalmente la bienvenida a algunos asistentes. Para el mejor desarrollo de la celebración brindó las indicaciones precisas antes de empezar. Limpieza con gel a la entrada, altamente recomendable el uso de mascarilla, no darse la paz y una colecta diferente que se realiza al final en unas cestas depositadas al efecto para evitar manipular objetos. Sin posibilidad de estrecharse las manos y darse la paz, el momento de recibir la comunión era el más esperado por casi todos, recogiendo la hostia consagrada en la mano para, a continuación, bajarse la mascarilla y metérsela en la boca. Lo reconocía a la salida Marta: "Hace dos meses que no comulgo y me ha parecido un momento precioso. Lo he vivido con mucha intensidad", reconoció.

Más contentas que unas pascuas estaban cuatro veteranas -Miren, Pilar, Maribel y Eva- "porque la celebración ha estado de maravilla". "Pon en el periódico, por favor, que las instrucciones han sido muy claras y que las personas hemos sido muy disciplinadas, siempre separadas y sin hacer ningún corrillo". "Todas las medidas de higiene y distanciamiento han funcionado muy bien", precisó Miren, que se declaró deseosa del regreso.

En su homilía, el párroco recordó que la Iglesia no ha estado nunca parada. "Hemos seguido caminando juntos, celebrando la Eucaristía y rezando por ti", afirmó. "Se ha atendido por teléfono a las personas más vulnerables, se ha contactado cada domingo con distintos grupos de la comunidad, se han mantenido reuniones virtuales con los grupos de catequesis y Cáritas Abando ha acogido a las personas con más dificultades". Mencionando asimismo "la preocupación por la pandemia, y por la situación laboral, económica y sanitaria que nos rodea". El sacerdote no se olvidó de dar las gracias "a las personas que han combatido con firmeza esta crisis, y a los que nos han permitido estar abastecidos y acompañados. Todos ellos han puesto lo mejor de si mismos en beneficio del bien común", agregó.

Cuarenta minutos más tarde, e imbuidos de indulgencia con esta desconcertante Fase 1, los feligreses realizaron la salida de forma escalonada y guardando las distancias.