ARA quienes vivieron su infancia o juventud en la década de los 60 y 70 esta Semana Santa va a ser, en muchos aspectos, una vuelta al pasado. A unos años en los que la Semana Santa no se consideraba un periodo de vacaciones, pues aunque no había que ir a clase, las opciones de ocio y entretenimiento eran muy limitadas. En esa época, igual que ocurre ahora por otros motivos, los cines estaban cerrados y no se podía acudir a discotecas o bares, la mayor parte del tiempo se pasaba en casa, con la familia, o visitando iglesias y el concepto recogimiento se ponía en práctica con una connotación religiosa que hoy hemos sustituido por argumentos sanitarios.

La de 2020 va a ser una Semana Santa atípica y distinta respecto a las de los últimos cuarenta años, en los que hemos visto una fuerte progresión de las salidas vacacionales a playas y zonas turísticas, los viajes de media e, incluso, larga distancia, las estancias en segundas residencias, agroturismos y camping y otras actividades de ocio que, en ocasiones, convergen con tradiciones religiosas como procesiones o las recreaciones de la Pasión de Cristo. Hace décadas vivir estos días con tristeza, pesar y silencio era una imposición y hoy también hay quien sufre algo semejante a causa de la pandemia por coronavirus.

Las profesoras de la Universidad de Deusto Iziar Basterretxea y Carmen Bernabé -socióloga y teóloga, respectivamente- dicen sobre el cambio social que “en el franquismo había normas que prohibían y/o establecían limitaciones a ciertas actividades, los cines… El proceso de secularización, que tras el franquismo se desarrolla rápidamente, hizo el resto: la transformación de la Semana Santa en unas vacaciones de primavera. Esto afecta sobre todo a los países católicos de sur de Europa. Especialmente, a España”.

Este año, reviviremos obligatoriamente elementos de la Semana Santa anterior a esa secularización -cierre de cines y lugares de ocio-, pero también prescindiremos de casi todas las tradiciones propias de esta época, como las procesiones y los oficios religiosos presenciales. El catedrático y teólogo Carlos Beorlegui opina que el confinamiento no va a suponer una vuelta a esa Semana Santa en la que se imponían el silencio y el recogimiento. “Entonces también había celebraciones litúrgicas, procesiones y actos que tenían una dimensión social y que ahora se han suprimido”, señala.

Religiosidad

Según Carlos Beorlegui, “el aspecto más interesante de esta situación puede ser la diferenciación entre la dimensión folclórica que para muchos tiene la Semana Santa y la dimensión personal de otro grupo que la vive en profundidad y para quienes lo fundamental no son el folclore religioso, las procesiones o las celebraciones con boato”. “Estos días -añade el teólogo- van a producir efectos distintos en estos dos tipos de religiosidad, el primero, el más popular y de folclore, sufrirá una ausencia de referencias, sin embargo, para el grupo de personas que vivimos más la religiosidad personal esto puede ser una ocasión positiva para profundizar en esa realidad. Estamos en un mundo plural y con tipos de religiosidad diferentes a los que esta situación anómala afectará de forma distinta”.

Respecto a estas realidades distintas, Iziar Basterretxea y Carmen Bernabé señalan que “tras las procesiones hay un componente de religiosidad popular que es ambiguo. Por una parte, hay gente que se apunta a las cofradías, a las procesiones que son expresión de esa religiosidad popular en la que el protagonismo lo tienen los laicos, no el clero. Algunas de esas cofradías vienen de lejos, desde muy antiguo. La de la Vera Cruz, por ejemplo, desde el siglo XV. Tienen autonomía y son una forma de expresión de la religiosidad popular que va en auge. Por otra parte, también tienen un componente folclórico que puede ser promovido, y a veces se ha hecho, para atraer al turismo”. “A esta diversidad -añaden-, se une el hecho de que, así como ha crecido el número de personas que se declaran no creyentes, ha aumentado también el de quien pertenece a religiones distintas. Todo ello hace que la Semana Santa manifieste actualmente formas que, probablemente, para los más mayores pueden resultar chocantes”.

Para muchas personas el confinamiento supondrá no encontrar grandes diferencias entre la Semana Santa y los días anteriores. Otras muchas intentarán mantener las tradiciones y el fervor religioso con ayuda de los medios de comunicación e Internet y para algunas, preocupadas o directamente afectadas por la pandemia del covid-19, esta va a ser una verdadera Semana Santa en la que términos como dolor, piedad, penitencia, vigilia o angustia tendrán un significado muy concreto.

Internet

Misas por YouTube, procesiones de años pasados, tamborradas y saetas desde balcones... Son algunas de las propuestas para la que será una Semana Santa excepcional, con calles y templos vacíos y con actos que se trasladarán a la televisión y las redes sociales.

Turismo

La pandemia de coronavirus provocará estos días una pérdida del 15% del negocio turístico, que representa el 12% del PIB estatal. El sector del turismo genera en torno al 70% de sus ingresos anuales con la campaña de verano; el 15%, en fines de semana y puentes, y otro 15% en Semana Santa.

Movilidad

El Gobierno confía en que esta Semana Santa se registre una drástica reducción de desplazamientos de viajeros, “al contrario de los récords de movilidad que suelen ser habituales en estas fechas festivas”, como consecuencia de las restricciones impuestas.