coronavirus “Estamos bien, aunque un poco intranquilos porque no sabemos verdaderamente qué pasa en Turquía al igual que el resto del mundo. Nuestro planes pasan por que liberen las fronteras y podamos circular para volver a casa”, relatan

Joseba y Mertxe son veteranos en viajar de camping. “Siempre nos ha gustado el campismo. Hemos tenido tienda canadiense, tienda familiar, carrotienda y, desde 2010, autocaravana”, a la que llaman cariñosamente Jomer 1; Jomer, a secas, fue la primera. La lista de países que han visitado es interminable: Rusia, Mongolia, Rumanía, Montenegro, Dinamarca, Polonia... enumeran. “Nos encanta conocer otras culturas”, explican. Por eso, Irán era uno de los países a los que tenían echado el ojo, “una de las civilizaciones más antiguas y con maravillas como Persépolis”. Prepararon el viaje durante un año, reuniendo información sobre qué ver y también para tramitar los visados y permisos necesarios. La vuelta también prometía ser apasionante: visitar las antiguas repúblicas soviéticas de Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, siempre que consiguieran el visado para cruzar Turkmenistán.

El 21 de febrero se pusieron en ruta, desde el pequeño municipio alavés de Egino, donde viven. Nada en aquel momento hacía presagiar la crisis que el covid-19 terminaría por desatar no solo en Europa sino en todo el mundo. “Sabíamos lo que había ocurrido en China y en el norte de Italia, pero nada más”, rememoran. En Barcelona cogieron un ferri hasta Civitavecchia. Atravesaron Italia hasta llegar a la costa adriática, donde tomaron otro barco a Grecia. Fue entonces cuando sus planes comenzaron a torcerse. “Nos enteramos hasta dónde llegaba el problema y de que las fronteras con Irán estaban cerradas”, recuerdan. Decidieron tomarse las cosas con calma y, ya que estaban allí, conocer Turquía al tiempo que se acercaban a la frontera iraní, sin perder la esperanza. “No pensábamos que llegaríamos a esa situación en ningún momento. Confiábamos en que el temporal amainara y poder cruzar a Irán el 6 de marzo, nuestra fecha de entrada”.

Con el paso de los días, la situación empeoró. “Estando en Estambul explotó todo y comenzamos a pensar que el viaje a Irán había saltado por los aires”, admiten. El día a día en el país turco era todavía de normalidad y pudieron visitar puntos de la zona oeste, como Troya, Éfeso, Pamukale o Antalya, “sin ninguna restricción y sin ningún problema”.

El pasado día 23 empezaron a plantearse poner rumbo a casa. “Todo el mundo nos decía que saliéramos a Europa, pero nos daba miedo tener que pasar una cuarentena en los países que teníamos que atravesar”, exponen. En contacto con las embajadas, tampoco en estas encontraron una respuesta. “No nos decían nada en claro. Nadie tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo en las fronteras”. Dos días después confiaban en poder emprender el regreso a través de Bulgaria, pero después de infinidad de llamadas, WhatsApps y correos electrónicos, ya en la frontera, todas sus ilusiones se truncaron: el país búlgaro tenía prohibido el paso a extranjeros. Buscaron un camping en el que quedarse confinados para no tener problemas con el agua y la electricidad, antes de que el Gobierno prohibiera el tránsito de vehículos. Todos estaban cerrados, hasta que la suerte les sonrió cerca de Marmaris. “Nos han dejado un hueco en un camping que está cerrado. Todavía queda gente buena en el mundo”, agradecen.

Aunque el país no ha decretado el confinamiento, sí recomienda evitar las aglomeraciones, así como museos y lugares turísticos. Mezquitas, bares y restaurantes están cerrados. “Pero se ven muchos comercios abiertos y la gente prácticamente hace vida normal”, relatan.

Su intención es quedarse allí al menos quince días confinados, sin salir del camping, “para estar tranquilos del virus. No tenemos contacto con nadie, solamente cuando compramos el pan”, seis kilómetros que recorren con máscaras, guantes y gel desinfectante. “Ya saldremos de esta y tendremos tiempo de ver cosas”, ponen al mal tiempo buena cara. Confiesan encontrarse “bien”, dentro de la comprensible preocupación ante un futuro que, hoy por hoy, se dibuja lleno de incertidumbres. “Nuestros planes pasan por que abran las fronteras y podamos circular para volver a casa”, confían.