Sola en casa, date una escapadita. Si vives cerca de Autonomía zona Zabalburu y tienes un calentón te espero en mi casa mientras paseas el perro o vas al súper. Date un relax. Hace unos días un lector nos envió este anuncio preocupado porque el confinamiento impuesto por el estado de alarma para combatir el coronavirus no frena la aparición de anuncios de prostitución en las webs de contactos. A raíz de esta carta, DEIA testa cómo afecta la crisis sanitaria a las cerca de 2.300 mujeres que ejercen la prostitución en Euskadi, de las que entre un 10 y un 15% son víctimas de explotación sexual. La actividad prácticamente ha desaparecido, si bien lo que más inquieta es la situación de vulnerabilidad que pueden sufrir las “invisibles”, las mujeres que ejercen la prostitución en pisos.

“La lógica nos dice que la actividad está desapareciendo. No se puede ejercer en la calle y los clubes están cerrados. Pero lo que más nos preocupa es lo que es invisible, lo que está sucediendo en los pisos”, afirma Marian Arias, coordinadora de Askabide, asociación que trabaja en la normalización e integración social del colectivo de personas que ejerce la prostitución en Euskadi. “Al ser una actividad que vive en la alegalidad es imposible dar datos reales y fieles, solo podemos hablar sobre lo que nos va llegando. Creo que la mayoría de las personas que ejercen la prostitución no continúan con la actividad estos días porque, como la mayoría de la ciudadanía, ellas también son conscientes de los riesgos que implican la socialización. Ahora, ¿que hay excepciones? Claro”, afirma.

El hecho de ser “invisibles”, dice Arias, dificulta saber hasta qué punto afecta la crisis sanitaria a estas personas que ya se por sí son un colectivo muy vulnerable debido a su perfil: mujer, migrante, en situación administrativa irregular y con necesidad económica. “El virus está afectando a toda la población, pero el resto, o muchas personas, tenemos la suerte de contar con redes sociales o familiares que ellas no tienen. Si, para empezar, estás viviendo en una habitación alquilada, la incertidumbre es brutal ante lo que pueda ocurrir si la dueña del piso le echa y más cuando no hay un contrato de por medio”.

En este sentido, Arias explica que “recursos para cubrir las necesidades básicas hay. El problema que tiene este colectivo es cómo acceden estas personas a esos recursos si vives en una habitación de una ciudad en la que no conoces a nadie. Ese es el verdadero problema”. Por eso desde su organización trabajan estos días en informar de los recursos existentes a estas mujeres “dónde puedes conseguir comida, dónde puedes acudir si te encuentras mal, a qué teléfono puedes llamar para atención psicológica”.

Otro de los problemas es el de la seguridad. La coordinadora de Askabide señala que “hay mujeres que se han reconvertido o siguen con su actividad con el teletrabajo, el tema de Internet no es algo nuevo”. Y la pandemia no va cambiar esta realidad, mientras la situación legal de la prostitución siga siendo la que es en el Estado. De momento, ninguna mujer ha llamado a la asociación denunciando situaciones de abuso. “Esto no quiere decir que no esté ocurriendo. Es verdad que en el ámbito de la prostitución hay situaciones de violencia y agresiones que siempre quedan silenciadas, como las situaciones de violencia de género que ahora mismo nos preocupan a muchas mujeres”.

“El hecho de ser invisibles dificulta saber hasta qué punto les está afectando la situación”

Coordinadora de Askabide