Usted ha dicho que no se pueden tomar decisiones tibias. ¿Son estas las indicadas?

—Sí. Son medidas casi de manual. A poco que sepas de salud pública y de crisis sanitarias son las primeras que se utilizan. Por ejemplo, en Euskadi, cierre localizado de aulas, clausura de equipamientos donde se hayan registrado casos... Porque además el sistema sanitario se ha visto desde el primer momento afectado y eso es lo preocupante. Las restricciones son difíciles de aceptar pero darán buen resultado.

¿Serán suficientes o irán a más?

—Ya están yendo a más. Por ejemplo cada vez se están cerrando más colegios. Se han suprimido cientos de eventos y todas las reuniones de más mil personas. En este momento, aunque al Ministerio de Sanidad no le guste reconocerlo, estamos ya en una fase de mitigación. Primero fue la fase inicial de identificar el problema y de contenerlo. Pero con la contención reforzada ya entramos prácticamente en la mitigación. ¿Qué se puede hacer con un patógeno para el que no tenemos vacunas no tenemos antivirales específicos y al que todavía no conocemos porque es nuevo?

Contéstese usted mismo.

—Pues lo que se está haciendo. Por eso se adoptan todas estas medidas de separación física y distanciamiento social. Porque hay que minimizar el contacto entre las personas. Eso es lo conveniente. Aunque algunas medidas sean duras, la ciudadanía debe asumirlas. Hay que asumir que ahora no podemos estar juntos en ciertos sitios. Por no haber hecho eso, Italia está como está. Y si no lo hacemos, iremos al modelo italiano.

Con el positivo de Ortega Smith, se ha discutido si ha sido imprudente permitir las manifestaciones del 8-M.

—Y él también ha sido imprudente yéndose a Milán que en este momento es ir al epicentro de la epidemia. Sobre las manifestaciones del 8-M, si lo vemos desde un punto de vista estricto, efectivamente no hay que permitir las aglomeraciones. Pero también ha habido partidos de fútbol con asistencia de decenas de miles de aficionados. Esto muy difícil. Porque cuando adoptas las medidas de forma súbita la gente entra en pánico. Por ejemplo lo de los colegios, no solo crea alarma sino un serio perjuicio a la vida cotidiana. Son medidas controvertidas pero hay que hacerlo.

Los críos se quedan con los aitites, el gran grupo de riesgo.

—Los niños son poco receptivos al virus. No digo que son resistentes pero digo que les afecta poco y con una patología leve. ¿Son transmisores? Pues parece que sí pero de una forma benigna y moderada. Y además para que lleguen a pasar el virus a sus aitites estamos presumiendo que están infectados y no tienen por qué. Los mayores no solo tienen que tener cuidado con sus nietos sino por todo lo que implica vivir en una ciudad, viajar en autobús o ir a comprar a una tienda.Creo que usted maneja unas previsiones de cuándo puede tocar techo la epidemia.

—Esto es como una campana de Gaus donde hay un momento de subida, el ápice o punto máximo y un descenso. Estamos todavía en la subida. Puedo estar equivocado, pero me atrevo a calcular que puede remitir la primera quincena de abril. Siempre que se adopten las medidas adecuadas y, por supuesto, se cumplan.

¿Es escéptico?

—Es que fíjate lo que ocurre en los partidos de fútbol. El otro día en el del Valencia pues los aficionados estaban en la calle, allí todos juntos. ¿Y qué haces? Puedes cerrar el campo pero no puedes evitar que se concentren en la calle.

¿Qué hace falta?

—Hace falta conciencia social y solidaridad. El problema no es infectarte tú sino que puedes infectar a otros y las consecuencias podrían ser tan graves como la muerte.

¿Se sabe cuál ha sido el foco, el animal transmisor?

—No se sabe. Cuando se compara el virus con el del murciélago de China hay una coincidencia del 80% pero falta la pieza intermedia. La pieza puente. Se supone que es un animal silvestre.

¿Hay personas infectadas sin saberlo que son transmisores?

—Sí, es posible que existan esas personas de la fase anterior del problema italiano, que hayan tenido una sintomatología muy leve e hicieran una vida normal y hayan podido infectar. Aunque lo normal es que a mayor expresión de síntomas, más capacidad de contagio. También es cierto que estos se curarán de manera relativamente sencilla. Y cuando hayan superado la enfermedad habrán desarrollado barreras contra la misma y esto es importante.

La escalada de casos en Euskadi es brutal... ¿a cuántos llegaremos?

—No sabemos. Lo que hay que controlar es la respuesta a las medidas que se adoptan pero eso no se hace de hoy para mañana. Mira los chinos ¿ves qué les ha pasado? Implantaron medidas verdaderamente drásticas con millones de personas confinadas y les han funcionado. Cada día tienen menos contagios y menos muertes. Pero, claro, llevando ya casi dos meses. Lo que pido es que la gente sea responsable y acepte y adopte las medidas que recomiendan las autoridades sanitarias. Es la única forma de doblegar cuanto antes a la epidemia.

¿Volverá el virus a azotar en otoño? ¿Será estacional o desaparecerá como el SARS?

—Es que el SARS produjo 8.000 contagios en un año. Este ha infectado a 140.000 en dos meses. La diferencia es obvia. Por eso el SARS desapareció pero con este no va a ser tan fácil. Tardará un poco de tiempo y si reaparece en otoño será de forma más atenuada y tendremos más población inmunizada de forma natural, que es una barrera muy buena. No me extrañaría que hubiera ya el comienzo de una vacuna. Ahora las vacunas se fabrican muy rápido pero hay que probarlas y demostrar que son eficaces y seguras y eso retrasa mucho el proceso porque tiene que ser aprobado por los organismos reguladores. En este momento hay más de 20 empresas trabajando en eso pero seguro que, al final, la consiguen los chinos.