La primera vez que descubrí en el Museo de Bellas Artes de Bilbao la obra de José María Ucelay me llamó la atención el cielo del lienzo Jugando a los bolos en San Bartolomé. Posiblemente se trate de un elemento secundario en su pintura, pero a partir de entonces, cada vez que veo un cielo similar al del cuadro, lo identifico como un cielo Ucelay. Poco sabía entonces de aquel pintor que nació en Bermeo en 1903 y que al poco tiempo se instaló en Bilbao, donde hizo del arte su forma de vida.

En 1922, cuando contaba con tan solo 19 años de edad, el Museo de Bellas Artes de Bilbao adquirió su primera obra: Neskatil-bat (Una muchacha). Quizás con ello recibió el aliento necesario para trasladarse a Madrid y estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En la capital se alojó en la conocida Residencia de Estudiantes, donde coincidió con Luis Buñuel, Salvador Dalí, Rafael Alberti o Federico García Lorca. Años más tarde, en 1923, se instaló en París, en la capital de las artes, donde tuvo la oportunidad de conocer a otros artistas, así como al escritor Ernest Hemingway o al compositor Aita Donostia, a quienes retrató, porque Ucelay fue un gran retratista. Su labor también abarcó la ilustración de revistas y libros de poesía, junto con la elaboración de escenografías y decorados. Durante aquellos años, Ucelay participó en un gran número de exposiciones en diferentes ciudades europeas y americanas. De todas ellas, me gustaría destacar su presencia en la muestra inaugural del Museo de Arte Moderno de Bilbao en 1924, que fue transcendental en la historia del arte en el País Vasco. En aquel año nadie podría haber imaginado la relevancia que Ucelay tendría en la historia del museo y en otras colecciones de arte del país.

Hace unos años encontré casualmente unas fotografías en blanco y negro de varias obras de arte de particulares e instituciones como el Museo de Arte Moderno de Bilbao que habían sido evacuadas a Francia durante la Guerra Civil. Hasta entonces, nada sabía sobre la situación del patrimonio artístico en el País Vasco durante la guerra y menos que hubiesen sido evacuadas de manera similar a como se hizo con el Museo del Prado. En una de esas fotografías identifiqué un cielo Ucelay. Se trataba de una obra que nunca antes había visto, un retrato de María Vallejo, realizado en 1929, que durante la guerra perteneció a una colección privada. Al poco tiempo, descubrí que Ucelay fue uno de los principales responsables de la evacuación de aquellas obras a Francia.

El 7 de octubre de 1936 se constituyó el Gobierno Provisional de Euzkadi bajo la presidencia del lehendakari José Antonio Aguirre. Tan solo dos días más tarde, el 9 de octubre, José María Ucelay fue nombrado director general de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas dentro del Departamento de Justicia y Cultura a cargo de Jesús María de Leizaola. Al poco tiempo, el 12 de octubre, se dictaron los primeros decretos sobre la salvaguarda del patrimonio y en los días siguientes la dirección se estructuró en dos secciones: una dedicada a archivos y bibliotecas y otra a bellas artes y museos, en la que colaboraron entre otros los también artistas Jon Zabalo, Txiki; Julián de Tellaeche y Mauricio Flores Kaperotxipi. La labor de la dirección se centró en retirar y proteger el patrimonio que se encontraba en el frente de batalla. Así, las primeras actuaciones se desarrollaron en Elgeta, Zenarrutza, Markina, Eibar, Elorrio, Lekeitio y otros municipios. Precisamente del palacio de Zubieta, en Ispaster, se retiraron los tres retratos de Francisco de Goya que hasta el 6 de enero se exhiben en el Museo de Bellas Artes de Bilbao tras su regreso de más de ochenta años de exilio. La actividad de la Dirección General de Bellas Artes se extendió a otros municipios como Arrasate, Orduña, Laudio, Elorrio, Durango, Amorebieta, que pronto pasaron a estar en el frente de batalla, así como a Bilbao y otras localidades cercanas a la villa, que fueron objeto de bombardeos en repetidas ocasiones. De hecho, uno de ellos afectó al inmueble que albergaba el Museo de Arte Moderno, el Archivo y la Biblioteca provincial. El patrimonio que se fue retirando se custodió en diferentes depósitos que se establecieron en la capital. El principal almacén fue el depósito franco de Uribitarte, que estuvo en uso a partir del 13 de noviembre de 1936. Allí se trasladaron el Museo de Bellas Artes y el Museo de Arte Moderno de Bilbao, además de otras colecciones públicas y de particulares. Además, se utilizaron como depósitos la basílica de Begoña y la iglesia de San Nicolás, principalmente para el patrimonio religioso, y el sanatorio de Gorliz, para custodiar archivos y bibliotecas.

Exposición Universal Paralelamente, Ucelay se encargó de gestionar la sección de Euzkadi del Pabellón de España en la Exposición Internacional de París de 1937, donde se había previsto organizar una muestra sobre arte vasco contemporáneo, con la intención de que se pudiera repetir en otras ciudades europeas. Para tal fin Ucelay se trasladó a la capital francesa el 23 de abril y días más tarde, el 12 y el 26 de mayo, se enviaron desde Bilbao varias obras de arte de fondos del Museo de Arte Moderno y de particulares, que se custodiaron en la Delegación del Gobierno de Euzkadi en la avenue Marceau y el pabellón de España de la muestra. Entre tanto, el recrudecimiento y la devastación de la guerra en municipios como Eibar, Elgeta, Durango y, especialmente, Gernika, hizo temer una destrucción similar de Bilbao, por lo que se pensó en la evacuación del resto del patrimonio custodiado a Francia. El 12 de junio, siete días antes de que Bilbao fuera tomada, se envió el último barco con destino al puerto de La Pallice, en La Rochelle. Se trató de un cargamento con el resto de obras del Museo de Arte Moderno que habían permanecido en la villa, otras que eran propiedad de la Iglesia y de diferentes instituciones y particulares, como el retrato de María Vallejo o los tres Goya de Zubieta, cuya caja de embalaje se ha conservado y se puede ver en la exposición antes citada. Junto con las obras de arte se enviaron bienes de gran valor custodiados en diferentes bancos, cuya propiedad reclamaron ante los tribunales franceses las instituciones en el exilio y las que se constituyeron en el Bilbao ocupado, además de algunos propietarios. Ante esta situación, el 25 de junio, los tribunales franceses decretaron el embargo del flete mientras se dirimía su propiedad. No obstante, antes del embargo pudieron descargarse siete cajas, algunas de ellas con destino a la exposición de París, como la caja con los tres retratos de Goya. El resto de las obras confiscadas se trasladaron al depósito de la aduana en La Pallice y varias sedes del banco de Francia. De algunas obras de arte se realizaron varias fotografías, entre las que destacaron obras de Paul Cézanne, Paul Gauguin, Mary Cassatt, Joaquín Sorolla, José Gutiérrez Solana, Aurelio Arteta, José María de Ucelay y otros artistas.

Entre tanto, la exposición de la sección de Euzkadi en el pabellón de España permaneció abierta al público entre el 12 de julio y el 25 de noviembre de 1937. En ella se exhibieron 16 cuadros de artistas vascos contemporáneos, como Darío de Regoyos, Valentín de Zubiaurre, Aurelio Arteta, Julián de Tellaeche o el propio José María Ucelay, que compartieron espacio con el conocido Guernica de Pablo Picasso.

Tras la clausura de la exposición, Ucelay, al igual que Tellaeche y Antonio de Guezala, colaboró con el grupo Eresoinka, que debutó el 18 de diciembre de 1937 en París, para dar a conocer las artes en el País Vasco. En palabras de su precursor, José Antonio Aguirre: "Sobre nuestra tierra habíamos terminado la guerra, pero no por eso nuestro espíritu se había muerto para el mundo. Quisimos mostrar en el extranjero cómo vibraba aquella alma vasca". Eresoinka actuó en diferentes escenarios de Francia, Bélgica, Holanda e Inglaterra hasta su disolución en agosto de 1939. Ucelay se encargó de organizar dos exposiciones similares a la muestra de París acompañando las actuaciones del grupo en Bélgica y Holanda. La primera se celebró en febrero de 1938 en el foyer del Théâtre Royal des Galeries St. Hubert de Bruselas y la segunda en marzo del mismo año en la sala Van Dijk de La Haya. Al poco tiempo, el 13 de junio Eresoinka se trasladó a Londres y allí decidió exiliarse Ucelay, bajo un cielo diferente al que había pintado hasta entonces.

Retorno Mientras tanto, el nuevo régimen dictatorial empezó a gestionar los depósitos establecidos por la Dirección General de Bellas Artes del Gobierno de Euzkadi. Y unos meses más tarde, las autoridades francesas devolvieron el patrimonio evacuado a las instituciones y particulares del Bilbao ocupado. Así el 15 de agosto de 1939 llegaron a la capital vizcaina las obras embargadas en La Rochelle y, el 11 de marzo de 1941, el resto de obras que se habían trasladado a París.

Al cabo de unos años, en 1949, Ucelay decidió volver a su país, seguramente añorando aquel cielo tan característico de sus cuadros. A su regreso ya no se podía recordar su labor en la protección y difusión del patrimonio cultural durante la Guerra Civil. Se trata de un hecho lejano en el tiempo y olvidado, pero que sin embargo ahora conmemoramos, porque hace cuarenta años Ucelay nos dejó, y qué mejor homenaje que rescatar del olvido y restituir en nuestra memoria parte de aquel pasado. Ucelay permanece así en muchas de las obras de colecciones públicas y privadas que fueron custodiadas o evacuadas durante la barbaridad de la guerra y especialmente en aquellas que pintó y en las que nos invita a mirar de otra manera.