GASTEIZ - La empresa propietaria de la central nuclear de Garoña, Nuclenor, comunicó recientemente a la plantilla la previsión de comenzar durante el año 2021 la fase de desmantelamiento de la vetusta instalación. Corrobora la compañía la fecha aportada por Enresa respecto a la fase que supondrá ya la paulatina y exhaustiva supresión de todas las infraestructuras del recinto atómico. Este anunció se trasladó en una reunión llevada a cabo con los 120 trabajadores que componen la plantilla de la instalación. No será la última cita en la que se traslade a los trabajadores el calendario de actuaciones a llevar a cabo ya que se esperan más reuniones para comunicar a ingenieros y responsables más detalles sobre la manera de encarar los trabajos.

La central de Garoña no tiene actividad desde diciembre del año 2012 y su clausura definitiva llegó el 1 de agosto de 2017. Desde entonces se encuentra en la fase de predesmantelamiento y una vez que arranque en 2021 la eliminación de la central los trabajos “pueden llegar a prolongarse, al menos, hasta 2038”, concretaron los responsables del comité de empresa de la central. La falta de acciones concretas durante este tiempo lleva a que todavía se encuentren dentro de la piscina de la central los elementos combustibles y que solo se hayan acometido las rutinarias tareas de mantenimiento y seguridad de la instalación. En esa reunión de hace escasas fechas no hubo concreción, por parte de Nuclenor, sobre si el desmantelamiento pudiera llevarse a cabo de una manera paralela a la retirada del combustible de la pileta o si se optará por eliminar las infraestructuras y edificios de la central dejando dentro de la piscina hasta el último momento esos elementos más peligrosos por su radioactividad. Pueden tomarse como referencia desmantelamientos precedentes, como el llevado a cabo en la central de Zurita. En esa instalación la manera de actuar fue la de retirar todos los elementos exteriores, dejando mientras los combustibles en la piscina.

Relacionado con esta cuestión aparece la necesidad de contar con 50 contenedores-cofre en los que evacuar y trasladar de manera segura todo ese líquido. A día de hoy, de ese medio centenar de recipientes, únicamente hay construidos cinco y que esperan su destino en la empresa cántabra encargada de crearlos. El destino final de esos contenedores paraliza cualquier movimiento. Su destino final debiera ser el Almacén Temporal Centralizado (ATC) de Villar de Cañas. Sin embargo, esta instalación acumula retrasos sucesivos y todo son incógnitas sobre si finalmente se podrá llevar a cabo como estaba proyectado desde que se decidió ubicar el recinto en esta población en el año 2012.