LA misma inquietud que a Ana Arenaza le había empujado anteriormente a practicar yoga, hacer cursos de cocina o quemar energía en el gimnasio, un día la llevó a un taller literario en el Centro Azkuna. Allí aprendió a quitar el miedo a leer sus propios escritos ante ocho compañeros y encajar sus críticas. “A veces tú crees que tienes una muy buena idea o ves un filón en algo y, cuando lo pones encima de la mesa y los demás no lo ven, te das cuenta de que tiene que estar mal enfocado”, explica la escritora.

La dinámica del taller “estimula absolutamente” la creatividad. Confiesa Arenaza que en los primeros días necesitaba que el profesor les propusiese modelos y temas, “pero luego tú vas haciendo tus propios esquemas y sabes que te apetece escribir sobre algo y haces tu propia historia”.

Hace tres años empezó a gestarse la novela que hoy es una realidad y un éxito: ¡No eres de azúcar, baila bajo la lluvia! El profesor le sugirió que escribiese sobre algo que ella conociese de primera mano para que el texto resultase más verosímil. “Como yo vengo del mundo de los Recursos Humanos y de la empresa, pensé que la historia podía ir por ahí”, aclara la autora. Y arrancó con un texto en el que el protagonista es despedido: “Pero yo quería darle un punto distinto y pensar ese momento dramático con ingredientes irónicos y cómicos. Lo metí todo en la batidora y empecé”.

En las páginas de su novela se amontona un estilo peculiar. Ácido. A veces, surrealista. Todo ello es parte de su sello personal. “Una vez escribí un relato sobre una hoja de papel que se atascaba en la impresora porque no quería ser una carta de despido”, explica Ana Arenaza, “el mundo laboral se me hace cercano y el mundo de los despidos es goloso. El toque irónico sí que me gusta incluirlo también y creo que me define como sello de identidad”.

Se da la circunstancia de que en ese taller de lectura, que hoy en día se llama Asociación Literaria Espíritu de la Alhóndiga, son cuatro las personas que han conseguido publicar sus novelas. “Es porque hemos estado muy bien estimulados”, celebra Arenaza, “había un germen que nos invitaba a movernos. Por otro lado, el nivel del grupo ha sido bueno. Nos hemos ayudado a definir y perfilar nuestras historias. Tú se lo das al editor y te dice que es un borrador muy limpio, que se lee muy fácil y que se nota que ha sido corregido muchas veces. Y eso es porque es fruto del taller. Si lees todos los libros que hemos escrito ves que no tienen nada en común más allá de que están bien escritos, que están bien pulidas y que están enganchando al público”.

Ana tenía claro que quería tener un libro de papel en sus manos y que quería celebrar con sus amigos una fiesta de presentación. Como plan B para conseguirlo estaba la autoedición, pero antes quiso probar suerte en la búsqueda de una editorial: “Hice un cierto trabajo de definir quiénes eran las personas que me podían facilitar llegar a las personas adecuadas. Ahí me lo trabajé, con media docena de nombres, y te sorprendes porque hay gente que es muy generosa a la hora de proponerte alternativas o de darte referencias”.

El libro, en tiendas de todo el Estado y Latinoamérica, está superando las mejores expectativas de venta. Arenaza se ha sorprendido del impacto que está teniendo su trabajo en un ámbito inesperado, el de los libros de autoayuda: “A mí el concepto autoayuda no me gusta, pero sí que la novela tiene un componente de sugerencias positivas, de desarrollo, y hay quien puede leerlo en ese tono o quedarse simplemente con la historia”.