Bilbao - Los peldaños van ascendiendo de forma imperceptible: “¿Por qué has mirado a ese chico? ¿Acaso quieres gustarle?”, interroga a su novia insistentemente con una perplejidad ante la que solo cabe sentirse culpable. Después llega el control de las conversaciones de WhatsApp, el chantaje emocional junto con las amenazas y el sometimiento más absoluto. “Me quiere y por eso es celoso”, justifican muchas adolescentes que padecen este tipo de relaciones tóxicas que muestran cómo la violencia contra la mujer sigue perpetuándose a través de los jóvenes. Y no solo eso, las cifras van en ascenso. Las niñas, adolescentes y jóvenes menores de 31 años sufrieron el año pasado una de cada tres victimizaciones contra mujeres en Bizkaia y casi el 70% de las registradas contra la libertad sexual.

Según relató ayer Teresa Laespada, diputada de Empleo, Inclusión Social e Igualdad, durante la decimosegunda edición de Gizartegune, durante 2017 se contabilizaron en Bizkaia 2.201 victimizaciones sufridas por mujeres, 140 más que en 2016. De ellas, 765 fueron mujeres menores de 31 años que padecieron un episodio de maltrato que requirió intervención policial. “El dato por sí solo nos debería alarmar”, aseguró ayer la diputada que dio a conocer los datos del Observatorio de la Violencia contra Mujeres de Bizkaia. Asimismo, reveló que entre las 169 mujeres que padecieron alguna vulneración de su libertad sexual, 117 fueron menores de 31 años.

Ante la preocupación que provoca esta situación, la diputada recalcó que “no se nace con roles estereotipados de hombres y mujeres, sino que se aprenden en los procesos de socialización”. En ese sentido, subrayó la importancia de la adolescencia, una etapa en la que se aprenden pautas de interacción que luego se consolidan a lo largo de la vida. Por ello, criticó algunos productos televisivos -como Hombres y Mujeres y viceversa, muy seguidos por los adolescentes- que plantean “un amor romántico donde las mujeres necesitamos un príncipe que nos proteja y resuelva la vida, que siguen propiciando la imagen del hombre como el macho alfa, fuerte y protector”. Ello sitúa a las adolescentes en un papel de sumisión que las deja desprotegidas en las relaciones de poder que se fomentan.

Por otra parte, Laespada puso en evidencia que “todavía hoy la mujer tiene un papel secundario en la sexualidad”, ya que la mayoría de jóvenes tiene “como primera fuente de educación sexual la pornografía”. De esa forma, llamó a educar a los jóvenes “en emociones, en afectividad”, así como “trasladarles una educación sexual basada en el respeto y en el derecho individual a la libertad sexual y a elegir cómo, cuándo, dónde y con quién mantener relaciones sexuales”. Pero también apeló a la educación para erradicar mitos extendidos entre un colectivo que solo asocia la violencia con las agresiones físicas graves, pero no con “el control del tiempo, de la ropa, de las amistades, proyectos y actividades, la coacción, el chantaje y las amenazas e incluso insultar y zarandear a la pareja”.

Experiencias

En esa labor educativa, precisamente, se encuentran inmersas algunas de las asociaciones que ayer participaron en Gizartegune para relatar su experiencia de primera mano. Josune Ortiz, de Beldur Barik, por ejemplo, explicó que el programa apoyado por Emakunde nació en 2009 basándose en la prevención. “Cuando los jóvenes hablaban de violencia se referían solo a la agresión física”, señaló Ortiz, quien expuso que trabajan promoviendo la elaboración de vídeos -este año han recibido 307 trabajos de jóvenes de entre 13 y 26 años- en los que se “identifican los micromachismos que viven en su día a día” para “empoderar a las mujeres”.

Ante “el aumento significativo de casos de violencia de alto peligro”, en 2016, nació la iniciativa Nosotras contamos de Suspergintza, que colabora con asociaciones del ámbito del tiempo libre. Trabajan con adolescentes de 14 a 18 años, con monitores y con las familias. “Se observa que interiorizan mitos e ideas que potencian relaciones de poder”, afirmó Iera Olabuenaga en representación de esta asociación que actúa en campamentos o ludotecas. También en ámbitos específicos de jóvenes, como las lonjas, trabaja Erain. Silvia Felipe señaló que crearon tres grupos a los que animaron a reflexionar, evitando “los mensajes enlatados”, ya que esa es la mejor forma para que “hagan sus propios mensajes y los difundan”. Producto de ello han sido frases como “Nadie nos tiene que decir ni mandar cómo tenemos que ser por ser chica o chico” que 25 agentes de igualdad de entre 18 y 24 años han divulgado en redes como Instagram, donde han llegado a 3.500 personas.

Directamente con las víctimas trabajan en Luz Casanova, fundación madrileña que cuenta con una unidad de adolescentes víctimas de género. “Hemos escuchado a más de 4.000 jóvenes”, expuso Elena Valverde sobre la iniciativa No te cortes que atiende a adolescentes de entre 12 y 18 años, a veces bajo petición de la familia. “Muchas adolescentes no se identifican como víctimas, creen que sus familias tienen un problema con sus novios”, señaló Valverde. También con las víctimas y sus familias trabajan en Hirusta, ofreciendo un acompañamiento terapéutico. “Las chicas acuden dañadas, con síntomas internos; los chicos muestran conductas heteroagresivas. Son bases depresivas que se exteriorizan de forma diferente”, señaló Ariane Macías, de Gizakia.

Otra de las propuestas es la de Zirimiri, “un movimiento social que lucha contra la cultura que sostiene la violencia de género”, según Zaira Vicente, promotora de esta webserie de seis capítulos dirigida a desmontar el amor romántico.