Bilbao - Lo más habitual, además, es que sea autolesivo. Es decir, lo padece más quien lo manifiesta que el objeto de la aversión. Por eso, aunque muchas veces no falten motivos para la animadversión, es mejor que aprendamos a modularla.

J. V.: Al primer bote, es un sentimiento muy negativo, pero que tire la primera piedra quien no tenga una o varias personas atragantadas.

-I. Q.: Pues yo creo que sí, que todos y todas tenemos personas en nuestro entorno a las que no solo no apreciamos, sino que no les pasamos ni una. No te quiero recordar la semana pasada las flores que han cruzado los jefes de fila de los principales partidos políticos y las secuelas que están dejando.

J. V.: Muchas veces hay una causa donde nace la inquina. En otras es porque sí, algo irracional.

-I. Q.: Eso de las primeras vistas sin que te sepa decir por qué, que a mí también me pasa, suele darse, y hay personas que simplemente te caen mal porque sí con el riesgo muchas veces contrastado de equivocarte. Pero hay otras que se lo ganan a pulso y no apreciarles y hacérselo saber es un ejercicio de higiene mental, propio y ajeno. También debo decir que prejuzgar sistemáticamente es un error.

J. V.: No faltan ocasiones en las que hubo un motivo para esa inquina? ¡y ya no nos acordamos!

-I. Q.: Eso a mí no me suele pasar. No soy rencoroso, pero tengo muy buena memoria, tan buena que me permite saber quién me perjudica sin mala intención, simplemente porque puede opinar como todo el mundo, y su opinión no me favorece, y también saber quiénes son las personas que te perjudican por el mero hecho de que no soportan algo que haces que no les permite obrar como quieren. También hay mucha gente que obra así por envidia.

J. V.: A veces va a más, se profundiza el disgusto. Otras, el mal rollo se desvanece.

-I. Q.: En mi humilde opinión, la inquina de verdad, que es la que está fundamentada, no se desvanece (ya podría ser), sino que aumenta. Ahí se suele dar un principio de acción y reacción en dos sentidos y las réplicas son constantes. En estos casos, no me suelo hacer ilusiones y cuando alguien que me manifiesta inquina me trata con cariño, suelo desconfiar porque me la está preparando? y con mucha frecuencia acierto.

J. V.: Hay personas particularmente dadas a la inquina. Aborrecen a mucha gente? y muy profundamente. Tiene pinta de que ahí hay un problema.

-I. Q.: Pues no te falta razón. Son eso que se llama tiquismiquis y van de agravio en agravio, de detalle insignificante en detalle insignificante con su correspondiente dosis de enfado y queja hacia los demás. Siempre tienen la respuesta a cualquier pregunta y la dan con autoridad aunque no se les haya pedido opinión. Cuando se les responde, te ponen en el punto de mira y a partir de ese momento, ya todo lo haces mal.

J. V.: Tiene que ser muy cansado tener la bilis hirviendo todo el rato contra una o varias personas. Sufren más los que odian que los odiados, diría yo.

-I. Q.: Que no te quepa ninguna duda de que tus dos afirmaciones son exactas. Es tan cansado que llega un momento en que no se aguantan ni ellos, y terminan sufriendo por todos los malos ratos que se regalan gratuitamente y, también, porque al final son lo que yo llamo personas émbolo: cuando ellas entran por la puerta de una estancia, las personas que la ocupan salen rápidamente por donde pueden. No les aguanta nadie.

J. V.: ¿Y no hay modo de que relativicen y se encabriten menos?

-I. Q.: Ocasionalmente, sí, o con ciertas personas a las que les une un vínculo muy especial y que facilita el perdón y el olvido, pero son las menos. En general, no consiguen abstraerse de aquello que les ofende (casi todo) y terminan enfrentados de forma sistemática y crónica con el mundo entero.

J. V.: Las redes sociales han multiplicado el fenómeno del hater u odiador de gente más o menos conocida. ¿Qué puede haber en la cabeza de alguien que actúa así?

-I. Q.: Auskalo!, que se dice en euskara. No hay un patrón único, y puede haber muchas cosas en la cabeza de estas personas, pero normalmente, ambición que no admite ni una sola crítica, mucha frustración y necesidad de autoafirmarse hasta cuando no hace falta, prejuicios. Y ya sabes, cada cosa es a su debido tiempo y en las dosis adecuadas. Fuera de esos parámetros, cualquier exceso sienta mal.

J. V.: Y si alguien te coge ojeriza, mal asunto. No hay forma de convencerle de que no eres la encarnación de Satanás.

-I. Q.: Pues no, te diría más, ni hagas el intento de convencerle, porque algo profundo tiene en tu contra y en cada intento que hagas por dulcificar la relación, tus actos serán interpretados como una muestra más de tu perfidia, interés y maldad. Que les aproveche. Intentar convencerles es una forma más de mala utilización del tiempo.

J. V.: Aunque no queramos, no diré que nos duele, pero sí que nos sabe mal comprobar que nos aborrece con saña alguien a quien no le hemos hecho nada. Lo mejor, pasar, y a otra cosa, ¿no?

-I. Q.: Hombre, a veces gusta que determinada persona te aborrezca porque es el indicador más certero de que vas bien. Otras veces no sabes lo que has hecho, pero no gustas y eso suele tener bastante mal remedio, habitualmente porque esas cosas se suelen expresar y luego no es fácil desdecirse.