MADRID

NI el fútbol ni la crisis ni la amenaza de lluvia pudieron ayer con la manifestación del orgullo gay que abarrotó las calles de Madrid y por la que, por primera vez, desfiló la carroza "trans-formando familias" repleta de niños, a la que seguía otra repartiendo preservativos y caramelos.

"¡Niña, no chupes los condones, que no son globos!", decía un padre a su pequeña en un ambiente sumamente festivo donde había transexuales medio en pelotas o vestidos de monjas, de falleras, de sevillanas, de policías, de sados con látigos y cueros o disfrazados de Avatar, reunidos bajo el lema Por la igualdad Trans.

Otro chiquillo andaba confundido y es natural. "Ese negrito de la carroza no es Baltasar, que no, hijo, que no, que no estamos en la cabalgata de Reyes", explicaba una pareja de dos madres a su hijo, que no quisieron perderse la celebración del quinto aniversario del matrimonio homosexual.

A las familias monoparentales, que subieron a sus niñas y niños -como diría Bibiana Aído- a las carrozas, se han unido todos los que quisieron celebrar el orgullo gay, lésbico y bisexual, si bien este año tocaba apoyar a las personas transexuales, transgénero e intersexuales. También había osos, esos hombres gays de cuerpo fornido y con vello facial y corporal, que exhiben una actitud masculina, rehuyendo generalizadamente del estereotipo de homosexual afeminado.

Las cosas han cambiado, ciertamente, y a los gays ya no les mete goles ni la "Roja", aunque muchos mostraron con sus camisetas "la pasión por la roja" y por otras cosas No decayó una de las marchas más importantes del colectivo en Europa, pese a la amenaza de lluvia. A quién le importa el agua, cuando de mojar se trata..., y es que en esta fiesta se liga mogollón.

"dinero rosa" De hecho, esta masa humana se pasó el recorrido repartiendo besos con lengua, azotes y pellizcos y bailando al son del ya convertido en "himno gay" de la cantante Alaska: A quién le importa. No faltaron las banderas del arco iris y los triángulos rosas, como era de esperar. Hubo botellón -el alcalde Gallardón no estaba en la manifestación-, junto con muchos vasos grandes de plástico cargaditos de alcohol y carritos vendiendo bebida por todas partes. A nadie se le escapó el ingente "dinero rosa" que esta fiesta mundialmente famosa deja en la capital y que este verano, en plena época de crisis, ha caído sobre la ciudad como agua de mayo aunque estemos en julio.

Los vecinos y turistas alojados en la Gran Vía, que a pesar de cumplir cien años "entienden" más que nunca, se pasaron la tarde arrojando agua desde las ventanas a un público sudoroso y que andaba medio "pedo". Como nunca llueve a gusto de todos, también se veía a algún vecino despavorido del barrio de Chueca que se alejaba al pueblo con su maleta, lanzando maldiciones contra los elevadísimos decibelios. En esta fiesta, que atrae a más gente que los Sanfermines o las Fallas, los organizadores de la Federación del nombre interminable (FELGTB) y el colectivo de Madrid COGAM, y todos esos dirigentes del Gobierno, del PSOE, de IU, de UGT y de CC.OO. que como cada año arroparon a este colectivo insistieron en que este acto es "superserio". Todos ellos aprovecharon la coyuntura para pedir al PP que retire el recurso de inconstitucionalidad que tiene planteado contra el matrimonio entre parejas del mismo sexo y, también, para defender la despatologización de la transexualidad.

Asimismo, el manifiesto final recordaba que "este 2010 queremos transformar el sistema educativo, que no reconoce la existencia de nuestra diversidad; la sanidad pública para que se atienda el proceso transexualizador, la mente de quienes se creen con derecho de nombrar la transexualidad como una enfermedad mental".