SE había advertido por activa y por pasiva: el peligro, siempre latente, de que las cuitas habituales de la política estatal acabaran desnaturalizando unas elecciones que tienen el foco en los intereses más cercanos al ciudadano era más grande que nunca. La cercanía de las generales convertían esta cita con las urnas en una tentadora primera vuelta, a ojos del PSOE y el PP. Todo ello se ha confirmado merced a la inclusión en el debate de un tercer actor, EH Bildu, con el que socialistas y populares han pretendido carburar sus respectivas campañas electorales. Lo que no preveían es que se diera la vuelta a la tortilla y que la propia coalición abertzale sacara provecho a un protagonismo inusitado que nada ha tenido que ver con los asuntos que se dirimían en estos comicios, las cosas del comer.

El argumento para ello ha sido la inclusión de 44 exmiembros de ETA en las listas de EH Bildu, cuestión no novedosa que Covite denunció estratégicamente a las puertas de la campaña y que ha tenido un protagonismo inusitado en estos 15 días, llegando al histerismo en el caso de candidatos como la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

La práctica habitual de utilizar Euskadi como tierra quemada en la que rascar votos en el resto del Estado ha puesto la puntilla a una estrategia que se ha exprimido hasta la última gota. La propia EH Bildu admitía en un vídeo electoral sobre el coste de su campaña que “las intervenciones de Feijóo, Sánchez, Ayuso, etc., nos han salido gratis y no tienen precio”.

La coalición abertzale llegaba a esta cita reivindicando su papel de principal alternativa al PNV, y se encontraba para ello con un terreno propicio sobre todo en las instituciones alavesas y guipuzcoanas a tenor de las encuestas. El antecedente de la legislatura en que gobernó en Donostia y Gipuzkoa no era halagüeño, ya que los ciudadanos castigaron a la primera de cambio medidas como la recogida selectiva de basuras puerta a puerta.

A cambio, el partido de Arnaldo Otegi esgrimía como tarjeta de presentación un perfil más pragmático en Euskadi y en el Congreso, donde se ha erigido en uno de los socios principales de Pedro Sánchez en lo que algunos han calificado como “votos baratos”. Pero a EH Bildu lo que le ha salido gratis es no haber completado el recorrido democrático tras el fin de ETA y sigue desaprovechado oportunidades para desmarcarse de forma nítida de la violencia y reconocer el daño injusto causado.