RANQUILIDAD. No me refiero a saltarnos todas las normas de protección contra el covid, ni mucho menos; muy al contrario, soy firme partidaria de cumplirlas. La crisis sanitaria exige cambios en nuestras vidas, por lo que, a veces, las medidas políticas no se están entendiendo. El Gobierno vasco no va a fastidiarnos por fastidiar, simplemente tiene más datos y la obligación de marcarnos el terreno de juego por salud pública.

Esas decisiones políticas se ven afectadas estos días por otras circunstancias que podrían poner en peligro lo conseguido hasta ahora. Véanse esos partidos de fútbol de gran importancia para la afición de Gipuzkoa y Bizkaia. Como ha dicho el lehendakari Urkullu, ahora toca jugar el partido más importante, que no es otro que el que mantenemos contra el virus.

Lo lamentable es que la Federación española de Fútbol se planteara siquiera que asistiera público en Sevilla. Muy poca seriedad, con el agravante de que ponía los dientes largos a miles de personas que no se podrían haber desplazado desde nuestro país. Primero hay que ganar, pero sacar la gabarra, que es de gran calado sentimental en Bizkaia, tendrá que esperar a mejores tiempos en los que la vacunación asegure la inmunidad masiva de la población. Esperar a otoño, o incluso más, no debería ser un problema. Lo importante será celebrarlo, no cuándo.

En cualquier caso, serán necesarias grandes dosis de disciplina y ver esos encuentros futbolísticos en la unidad convivencial: las alertas que avisan de una cuarta ola (no sé si hemos abandonado en algún momento las anteriores) son lo suficientemente explícitas y serias como para actuar responsablemente. Prefiero no pensar en la necesidad de que la Ertzaintza tenga que andar disolviendo juergas varias.

La Policía vasca está en el disparadero por unas declaraciones de Arnaldo Otegi a Radio Euskadi. Según él, la Ertzaintza es rechazada y rechaza a parte de la población vasca. Intentó desprestigiar uno de los elementos claros de autogobierno (ojalá no fuera necesaria), sin proponer el modelo alternativo que dice tener. Se puede hacer política infantilizante, pero la realidad nos pone a cada cual en nuestro sitio.

Esto no significa que debamos sacralizar a ese cuerpo policial que debe estar sujeto a estrictos controles democráticos. Duele encontrar pintadas como la última que han dedicado al ertzaina fallecido en enero en Donostia al caer al Urumea. Urteko salto onena (el mejor salto del año) han escrito personas de total miseria moral.

De lo triste de comportamientos así, pasamos al mundillo político de Madrid y nos encontramos con la actuación cabreante de Marlaska y la risible de Isabel Díaz Ayuso. El primero, del PSOE, por negarse a desclasificar documentos e investigar el asesinato de Mikel Zabalza en el cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo. Un ejercicio de cinismo que deja claro que hay víctimas de primera y de segunda y que no tienen ninguna intención de desenmascarar a los poderes y a las personas contrarias a la democracia que tanto cacarean defender.

Y la segunda, de risa, por la falta de equilibrio de la hoy presidenta madrileña en funciones. Aunque nos da muchas oportunidades para la preocupación, por su insistencia en romper el juego institucional democrático, también para la hilaridad: su campaña electoral está basada en acusaciones al resto de presuntas conspiraciones contra ella, con uso, incluso, de millones de fondos reservados estatales para desestabilizar los servicios públicos de Madrid. A hacer gracias, al circo; en la política, gente seria, por favor.