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Entre los abajo firmantes, como zombis salidos del túnel del tiempo, figuran algún ministro franquista como Rodolfo Martín Villa, ministros y presidentes autonómicos socialistas como Alfonso Guerra o Rodríguez Ibarra y populares como Esperanza Aguirre, Ana Pastor o Jaime Mayor Oreja, así como ex fiscales generales y otros altos cargos que fueron protagonistas destacados en los gobiernos de UCD, PSOE y PP. No podía faltar en la lista el ubicuo Jaime Ignacio del Burgo, siempre en primera fila de pleitesía.

Seamos serios. De una manera o de otra, la mayor parte de los abajo firmantes han sido responsables directos de un modo de hacer política que dejó abiertas las puertas de la corrupción a todos los niveles, desde el cutre chiringuito de influencias remuneradas de Juan Guerra a la financiación corrupta de los grandes partidos pasando por las rapiñas reales del emérito, su yerno y su corte de amistades. Acierta Iñaki Gabilondo cuando deja constancia de que la fuga del Borbón no solo ha desnudado al monarca, sino que ha dejado en evidencia a toda una generación que durante muchos años miró para otro lado ante los desmanes de la monarquía y ante las tropelías propias.

Los setenta y tantos abajo firmantes, todos ellos exministros y altos cargos, bajo el pretexto de apoyar al rey, quieren cubrir con un manto de impunidad su responsabilidad directa en la corrupción sistémica que ha llegado a acumular montañas de expedientes judiciales acusatorios contra quienes ahora pretenden defenderse a sí mismos defendiendo al fugitivo. Es una desvergüenza que estos personajes, responsables de cuarenta años de envilecimiento de la política, reclamen de la ciudadanía "que defiendan con todos los medios democráticos a su alcance la integridad política y territorial de la nación", en una más que preocupante combinación de impunidad pasada, presente o futura y de unidad de España, el eterno argumento que justifica todos los desmanes.

Los abajo firmantes, de una u otra forma quedaron vinculados a estos cuarenta años de sobresaltos consecuencia de la corrupción, Algunos de ellos ejemplos aún vivos de lo más degenerado de la política, pretenden defenderse a sí mismos y absolver su propia historia saliendo en defensa de Juan Carlos de Borbón, ese rey campechano venerado por millones de juancarlistas, ese monarca fugado al que absuelven reverentes para absolverse a sí mismos, porque están hechos respectivamente a su imagen y semejanza.