bilbao - Pedro Sánchez fracasó ayer en su primera tentativa para ser investido presidente del Gobierno español después de una votación cuyo resultado era peor de lo imaginado hasta antes del intercambio de golpes la víspera con Pablo Iglesias. Los votos en contra del candidato del PSOE (170) superaron con creces a los favorables (124) y la mayoría absoluta necesaria quedó muy lejos. Sin embargo, la abstención de Unidas Podemos deja un resquicio a que la situación se revierta mañana en la segunda y definitiva votación en la que basta con una mayoría simple, más síes que noes.

El guion era previsible tras lo visto en el Congreso de los Diputados el pasado lunes en la primera jornada del pleno de investidura. Los dos supuestos aliados naturales mantuvieron una pelea descarnada desde el estrado del hemiciclo, restregándose con luz y taquígrafos los trapos sucios de la negociación intramuros. El cruce de golpes dejó en el alambre el Gobierno de coalición al que dicen aspirar PSOE y Unidas Podemos.

Finalmente, y aunque el clima político invitaba a pensar en un voto negativo, la formación morada se decantó por la abstención que, fuentes del partido, lo justificaron “como un gesto más para seguir facilitando las negociaciones, como llevamos haciendo dos meses con nuestras continuas cesiones”.

Pero una cosa es que haya un margen para un acuerdo entre Sánchez e Iglesias y otra distinta es alentar la expectativa de que el candidato del PSOE contará mañana con el apoyo de Unidas Podemos, lo que arrastrará a los nacionalistas vascos (PNV y EH Bildu) y a una parte de los catalanes (ERC) a al menos abstenerse para facilitar la investidura. Lo que vaya a hacer Junts per Catalunya (JxCat) no se sabrá hasta última hora, después de que ayer votará en contra de Sánchez, al igual que Esquerra, si bien los republicanos ya han anunciado que no bloquearán la investidura.

Las negociaciones entre socialistas y podemitas siguen encalladas en el reparto de cargos y carteras y en las competencias de estas responsabilidades. Todo apunta a que los socialistas ya asumen que han de soltar algunos ministerios a personalidades de la órbita de Podemos e incluso a miembros destacados del partido, a excepción de Pablo Iglesias para evitar una pelea entre dos gallos en el corral del Consejo de Ministros.

Ahora la divergencia principal parece instalada en el calado de las áreas que se llevará Podemos. La formación morada no quiere limitarse a tener un “papel decorativo” en un eventual Gobierno de Sánchez y reclama cargos con peso y presupuesto, no jarrones vacíos y sin contenido. De cómo se dirima esa divergencia dependerá, seguramente, el respaldo de los de Iglesias a la investidura del candidato del PSOE. Tienen hasta mañana a las 13.30, hora de comienzo de la votación definitiva, para limar asperezas y dejar pelos en la gatera si realmente anhelan evitar que se ponga en funcionamiento el reloj de la repetición electoral el próximo 10 de noviembre. Antes, Sánchez dispondrá de otros dos meses -hasta el 23 de septiembre- para intentar buscar los apoyos necesarios para otra investidura.

Después de la bronca jornada del lunes en el Congreso, ayer llegó el turno para explicarse a los nacionalistas vascos y catalanes, así como a los regionalistas canarios y cántabro. Los vascos se abstuvieron en la votación, mientras que los catalanes dieron la espalda a Sánchez, aunque tanto unos como otros no serán obstáculo para facilitar su investidura, con la duda de JxCat.

Unos y otros expusieron sus reivindicaciones territoriales y sobre el modelo de Estado . Pese a las evidentes diferencias con el PSOE y el resto de los grandes partidos del Estado, sus discursos rayaron a una altura más política y con más sentido de Estado y menos bronca que las intervenciones de los partidos constitucionalistas durante la jornada anterior, trufadas de desaires y golpes bajos.

El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, emplazó a Sánchez a que dé “un paso flexible y decidido al frente, sin miedos”, para un acuerdo de Gobierno con otras fuerzas políticas como Podemos, a la que también alertó de que “la avaricia rompe el saco”, en referencia a su insistencia en arrancar ministerios como contrapartida de su apoyo a Sánchez. El jeltzale no pasó por alto “el retraso acumulado” en el calendario de transferencias acordado con el Gobierno vasco y en cuanto a la situación de Catalunya, calificó de “desconcertante” la postura de Sánchez durante el debate de investidura ya que apenas hizo referencias a la cuestión catalana. “O juega al despiste o no quiere sacar adelante la investidura”, sugirió”.

La segunda jornada del debate de investidura también sirvió para ver a un Gabriel Rufián reinventado desde su anterior imagen bronca en hombre de diálogo que cita a Unamuno y su “venceréis, pero no convenceréis” y que proclama a Sánchez: “Estamos condenados a entendernos”. Su intervención, la primera de la mañana, fue seguida con un silencio solemne por un hemiciclo a cuyo flanco de izquierdas alertó de que está jugando “a la ruleta rusa” por la posibilidad de nuevas elecciones y de que los “trillizos” de PP, Ciudadanos y Vox gobiernen.

Sánchez tiene hasta mañana para decidir si apuesta por ir de la mano de sus socios de la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa o si quiere jugársela en la votación, confiando en que no se atreverán a darle la espalda, para poder gobernar los próximos cuatro años con la fórmula de la geometría variable, ahora con unos, luego con otros y después con los de más allá. Y como telón de fondo, la amenaza de la repetición electoral.