BILBAO - “Si algunos piensan que el sanchismo tiene que campar a sus anchas, que presenten un partido político”. Después de muchos días parapetado en las apariciones de la portavoz Inés Arrimadas, Albert Rivera rompió ayer su silencio para abrir la puerta de salida a los críticos en plena crisis de Ciudadanos. La amenaza desató tal tormenta que el gabinete de prensa de la formación naranja tuvo que salir a precisar sus palabras y señalar que se refería a “la patronal, sindicatos o bancos que le dicen lo que tiene que hacer”. Pero a nadie se le escapa que detrás de ellas se esconde el malestar del líder del partido emergente por los movimientos internos del sector que lidera el eurodiputado Luis Garicano, con ayuda de diferentes miembros de la cúpula que, curiosamente, proceden todos ellos de UPyD, como Francisco Igea, Ignacio Prendes y Fernando Maura. Todo ello, tras una semana en la que desertaron Toni Roldán y Javier Nart, y de las espantadas de los dirigentes asturianos Juan Vázquez y Ana Fonseca, justo después de la ruptura con Manuel Valls y el choque con el ex primer ministro francés Emmanuel Macron.

Para más inri, Rivera se despertó con la información desvelada por El Confidencial.com, donde se apuntaban sus intenciones de destituir a los pesos pesados críticos de su ejecutiva estatal este verano. Además, en el debate hay otros candidatos. Entre ellos, el representante en la Mesa del Congreso y diputado, Nacho Prendes, que se abstuvo en la votación forzada durante la reunión del pasado lunes que ponía la investidura de Pedro Sánchez en el foco. La exdiputada por Guadalajara y actual responsable del área de Movilidad dentro del comité ejecutivo, Orlena de Miguel, fue otra de las abstencionistas, aunque su dudosa continuidad en el órgano de dirección ya estaba sobre la mesa. Situación extensible a más miembros, como la aragonesa Susana Gaspar. Ante semejante escenario, Rivera optó por el cierre de filas en el consejo general liberal celebrado en Madrid junto a sus más fieles, reivindicando la autonomía y la libertad de Ciudadanos para decidir no investir al socialista.

En su discurso lanzó dos avisos. Uno de cara al exterior: “¿Alguien se cree lo que digan Sánchez y sus tentáculos? Nos importa lo que digan los más de cuatro millones de españoles que nos votaron”. Y otro en clave interna en evidente desafío a los críticos, a quienes pretende borrar o rebajar su peso por desleales. Es más, Rivera también replicó a los intelectuales fundadores que pusieron las bases teóricas de Ciudadanos en oposición al nacionalismo catalán y que ahora censuran al líder por negarse a negociar con el PSOE una abstención de cara a un gobierno reformista y de progreso, y que sin embargo se abraza a la derecha como llave para que el PP conserve cuotas de poder territorial y participando en los pactos de Vox. Roldán, que se encargaba del área económica, no tardó en replicar a Rivera. “No hace falta crear un partido. Solo hay que sentarse, exigir reformas, regeneración y que no haya pactos con nacionalistas”, esgrimió.

descarta la abstención “Este partido nació para defender una España de ciudadanos libres e iguales, y ahora es más necesario que nunca”, aseveró con todo el presidente naranja, evitando cualquier autocrítica. A su entender, Ciudadanos está preparado para ser partido de gobierno, la “alternativa al sanchismo”, y descartó que tras los resultados de las generales, con 57 diputados, y las autonómicas y municipales, que les han permitido entrar en más de 400 ejecutivos, acepten el papel de partido bisagra. “Queremos gobernar, no nos pesa la responsabilidad”, consideró desafiando la realidad de esos gobiernos. En este contexto, volvió a rechazar la posible abstención de Ciudadanos en la sesión de investidura, entre otras razones, porque es Sánchez quien “se lanza, se tira en plancha, nadie le empuja” a negociar con el PNV y EH Bildu en Nafarroa, y con “los populistas” en Baleares o Comunidad Valenciana. Así se refirió a Unidas Podemos que, cree, pactará “tarde o temprano” con el PSOE; a ERC y JxCat, que ya “están entregados”; y al secretario general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, “la nueva estrella de la televisión española”. La reaparición de Rivera fue controlada, sin admitir preguntas, y flanqueado por toda la dirección.