Bruselas - El día de hoy pasará a la historia como el día en que Theresa May, primera ministra británica, dimitió de su cargo al frente del Partido Conservador vencida por el Brexit. La que parecía invencible se ha visto superada por la imposibilidad de sacar adelante un Acuerdo de Salida de la UE, con toda la oposición en contra y gran parte de su propio partido confabulando para ocupar su puesto. De momento, May seguirá al frente del Gobierno hasta que los tories elijan al que será su sucesor, probablemente a mediados de julio.

El anuncio de retirada llegó el 24 de mayo, después de celebrarse unas elecciones europeas en la que el Partido Conservador se desplomó hasta la quinta posición con un 8,7% de apoyos, un tercio de los obtenidos en 2014. Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue la oferta que, de manera unilateral, hizo May a la oposición, ofreciendo un segundo referéndum sobre el texto definitivo de salida y sobre una unión aduanera temporal con la UE a cambio del visto bueno de Westminster.

En un intento desesperado por salvar el Acuerdo, la primera ministra cruzó la última línea roja marcada por su partido y acabó con la paciencia de los que todavía le eran fieles. Aunque es justo decir que los tories nunca se lo pusieron fácil. En los últimos años, el ala dura del Partido Conservador, favorable a una salida desordenada de la UE, ha cogido más peso y, en ocasiones, boicoteado las negociaciones de May en Bruselas.

El Brexit cueste lo que cueste no solo ha chocado con la aspiración de May de abandonar Downing Street dejando el Acuerdo de Salida como legado, también lo ha hecho con el parlamento británico. Westminster se niega a aprobar un Brexit salvaje, lo cual coloca al sucesor de May en una situación muy difícil.

Sin embargo, más allá de reconocer su capacidad de resistencia, la primera ministra ha cometido muchos errores que han entorpecido las negociaciones con la UE y generado fuertes dolores de cabeza en Londres y Bruselas: desde el discurso en enero de 2017 en Lancaster House abogando por la salida del Reino Unido del mercado único y la unión aduanera, decisión que dio origen al rompecabezas del backstop, hasta la negativa a reunirse con los laboristas durante dos años con el fin de acercar posturas sobre el Acuerdo de Salida.

En lugar de acercar posturas con la oposición para garantizar una mayoría parlamentaria a la hora de pasar el Acuerdo, May optó por actuar en solitario hasta que fue demasiado tarde. Tras varios tiras y aflojas con Bruselas, las concesiones arrancadas a los Veintiocho no fueron suficientes para contentar a los Laboristas de Jeremy Corbyn, quienes durante dos años han quedado fuera de la mesa de negociaciones.