Iasone Benavente es médica internista en el hospital comarcal del Bidasoa, en Irun, donde atiende a pacientes pluripatológicos, justo el grupo de personas con mayor riesgo ante un contagio de coronavirus, y no pierde contacto con sus compañeros de trabajo: "Justo hoy (por el viernes) he sabido que se ha contagiado uno". Ella está de baja maternal, tras haber dado a luz a Amets hace tres meses. Iba a regresar al trabajo en junio, pero es probable que tenga que regresar en mayo, puesto que Osakidetza está retirando los permisos de vacaciones ante la emergencia del coronavirus. Está preparada. "Me daría pena, porque le estoy dando pecho al bebé, y quieras que no, siempre reduces la posibilidad de que el virus llegue a tu casa, pero por otro lado te sale la vocación, la vena profesional, y te gustaría estar ayudando".

Su situación es del todo inusual. Excepcional. De momento, bastante tiene en su hogar, confinada con su marido, Xabier Álvarez, psicólogo de cuidados paliativos; y los siete hijos de ambos: Maddi y June, de trece años; Nora, Jon, Maren y Hodei, de diez; y el pequeño Amets, el primer hijo en común de ambos, de solo tres meses. Así se vive el confinamiento en casa de esta atípica familia guipuzcoana en la que la madre ha tomado las riendas, manu militari. Lo más difícil, asegura, es cortar las alas de las preadolescentes, Maddi y June, que siempre intentan "hacer trampas" e intentan convencerte para que les dejes hacer cosas o pedirte ir a hacer la compra. Iasone es la que dice que no.

"Casi prefiero estar en casa con los siete que en el hospital, con la que está cayendo, aunque hay momentos en los que te puede la responsabilidad. En cualquier momento me puede tocar ir a trabajar. Cada vez que suena el teléfono, lo miro de reojo, porque pueden retirarme la baja y llamarme a filas en caso de urgencia. De momento, están tratando de respetar a las que acabamos de ser madres, pero todo puede pasar", asegura.

Sus compañeros del hospital no dan abasto. "Están trabajando a tope. Es cierto que han bajado mucho las consultas, porque a todos nuestros pacientes se les está diciendo que no vayan a los centros de salud, pero los compañeros están recibiendo un montón de llamadas de teléfono de los pacientes. Son personas de edad, que están acostumbradas a que estemos encima, y llaman mucho", afirma.

Desayuno multitudinario y deberes

En casa el día a día empieza pronto: A las ocho de la mañana se levantan todos; Xabier sí está trabajando fuera de casa, ejerciendo su labor como psicólogo de paliativos; y las riendas en casa las lleva ella: "Nos levantamos, hacemos un desayuno multitudinario y luego hacemos los trabajos de clase".

Lo más difícil es mantenerlos a raya. "Es difícil mantener entretenidos a seis chavales de trece y diez años mientras cuidas a un pequeño de tres meses. Las actividades en casa son múltiples: "Un día hacemos ginkana, otro jugamos al Monopoly, a las cartas, pintamos, hacemos trabajos manuales y todos los días, a las 18.30, hacemos gimnasia. Ahora mismo están todos abajo haciendo gimnasia y yo estoy con el pequeño Amets, que le acabo de dar el pecho. El pequeño es el que marca un poco la rutina de casa", asegura Iasone.

Los papeles de los padres, Iasone (42 años) y Xabier (48) están bien repartidos. Ella ejerce de poli malo y él de poli bueno. "Siempre le preguntan a él si pueden hacer esto o lo otro, porque es más fácil de convencer. A mí me toca cortarles", señala.

"Es muy importante que la gente entienda lo importante que es hacer las cosas bien y mantener el confinamiento. Al principio se reían de mí en casa, me decían qué histérica eres, que era una exagerada; pero yo sé lo difícil que es contener un virus o una bacteria. Necesitas una disciplina militar. No hemos vivido nunca una situación similar a esta, pero en el ámbito médico sí estamos acostumbrados a tratar con situaciones de aislamiento de algunos pacientes y es muy difícil la contención. Hay que ser muy estricto y cumplir a rajatabla los protocolos".

Se casaron en octubre de 2018 y cada uno traían su propia mochila. Cuatro hijos de Iasone, incluidos los trillizos Nora, Jon y Maren; y dos de Xabier, a los que recientemente se ha sumado el pequeño Amets, el juguete de todos.

Las duchas diarias, las comidas y cenas son otros de los momentos cumbre en su nueva casa, hasta que suena el toque de queda y van todos a la vez a la cama. Nueva casa, sí, en el barrio donostiarra de Egia; y "menos mal", porque hasta hace poco vivían en una más pequeña: "No sé cómo íbamos a entrar los nueve".

En estos días de confinamiento, lamenta no haber podido conocer a su sobrina, el bebé de su hermana, que dio a luz al miércoles en el hospital de Arrasate. "Es una pena no poder ni verlas, pero esta es una situación excepcional", remarca.

Los médicos como ella asumen la situación con resignación: "Nosotros pensamos que nos vamos a contagiar todos, nosotros (los facultativos) también, pero lo que están explicando es cierto: que no sea todos a la vez".