Seguramente ninguno de los espectadores que asistió al estreno de Sinfonía vasca el 29 de mayo de 1936 en el Teatro Trueba de Bilbao imaginó la historia que iba a recorrer este cortometraje documental. Las circunstancias que rodearon su producción y su trayectoria posterior, en la que pasó de sus orígenes netamente comerciales a ser utilizada con propósitos políticos por republicanos, franquistas y jeltzales, hacen de ella una película única. Esta es la historia de este filme, que llevaba treinta años desaparecido y que ha sido redescubierto recientemente en los fondos de la Filmoteca Española.
Sinfonía vasca fue la última película rodada en el País Vasco antes de la Guerra Civil y una de las pocas realizadas y conservadas de la II República en este territorio. Sus escasos 16 minutos de duración encierran un enorme interés artístico y documental. Fue dirigida por Adolf Trotz, un reputado cineasta alemán que se asentó en España tras huir de los nazis, mientras que la música corrió a cargo del famoso compositor navarro Jesús García Leoz. Fue la primera película producida por Producciones Hispánicas, fundada en Madrid por Antonio de Obregón y Joaquín Goyanes, que fueron también responsables del guion. Sin embargo, el capital de la empresa era vasco. Su productor fue el sestaotarra José Luis Duro y uno de los consejeros de la productora fue Tomás de Zubiría, hijo del Conde de Zubiría.
A modo de poema cinematográfico, en la película se suceden imágenes de la vida y paisajes vascos, sin locución, donde es la música la que guía al espectador por cada una de sus partes: iglesias, castillos, ritos y creencias, árbol de Gernika, Santuario de Loiola, baserris, agricultura y pesca, Altos Hornos de Vizcaya (AHV), Puente Colgante y deportes y danzas tradicionales. Se ofrece una imagen positiva, idílica, bucólica y atemporal de un pueblo vasco trabajador, amable, tranquilo y respetuoso con las creencias y costumbres de sus antepasados. En general hay una clara preponderancia de lo rural y tradicional, muy poco de la modernidad, y nada del mundo urbano, contribuyendo a forjar una imagen de un pueblo vasco aislado, apenas influido por el paso del tiempo y con una fuerte identidad propia. Responde, en definitiva, a un estereotipo romántico que ya venía viéndose desde el siglo XIX en bastantes novelas, libros de viajes o pinturas historicistas y costumbristas. Hay que destacar también que es una de las primeras películas en las que se escucha hablar en euskera, en coros y algunas palabras sueltas.
Pese a que sus principales impulsores (Zubiría, Obregón y Goyanes) estaban vinculados a la derecha española, Sinfonía vasca fue una película comercial que perseguía gustar a un público amplio; de ahí la imagen positiva e idealizada que se ofrece de los vascos, dejando de lado todo conflicto o matiz político que pudiese provocar rechazo entre los espectadores. Así, fue estrenada en Bilbao el 29 de mayo de 1936, pasando a continuación por Donostia y Gasteiz, permaneciendo en cartelera una semana. Incluso según el diario Euzkadi, antes de su estreno en Bilbao, "la cinta ha sido ya pasada en París con gran éxito". La película gustó mucho, sobre todo a la prensa de derechas, que resaltó su gran calidad técnica y artística. Por otro lado, el diario nacionalista donostiarra El Día, pese a criticar algunas limitaciones y ausencias del filme, recomendaba su visionado subrayando la "sucesión soberbia de magníficas fotografías y momentos de viva emoción para nosotros, los vascos. Señalamos entre ellos la escena junto al árbol de Guernica, sólo por ella vale la pena ver Sinfonía vasca".
Instrumento político Pero la historia de este documental estaba lejos de finalizar con su estreno. Su carácter netamente comercial y apolítico no fue óbice para que fuera empleada posteriormente en su integridad para propósitos políticos tan opuestos como por los republicanos y franquistas durante la Guerra Civil, así como por el PNV en el exilio. Y subrayar lo de "en su integridad", ya que en contra de lo que suele ser habitual, el de la reutilización de fragmentos de otros documentales para ser empleados en otras películas con objetivos a menudo opuestos a los del filme original, Sinfonía vasca sirvió de forma íntegra para fines políticos dispares.
El primero en emplear Sinfonía vasca en un sentido político fue el bando republicano en la Guerra Civil. Concretamente, formó parte de un conjunto de exhibiciones cinematográficas proyectadas en el Pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937, que se hizo famoso sobre todo porque fue donde dio a conocerse por primera vez el Guernica de Picasso. Las películas, al igual que la variada oferta expositiva y artística del Pabellón, tenían como leitmotiv la legitimación de la causa republicana y, en definitiva, lograr simpatías y apoyos entre los países occidentales temerosos de apoyar a una República revolucionaria y donde se había producido una importante persecución religiosa. De ahí que Sinfonía vasca, donde hay una presencia destacada de las creencias católicas y del respecto de las viejas costumbres de los vascos, encajara perfectamente con esa estrategia propagandística, que trataba de dar una imagen pacífica y positiva de la República, sirviendo además de contrapunto a los horrores de la guerra mostrados en el Guernica.
La reutilización de Sinfonía vasca por parte del bando franquista corrió a cargo de la misma Producciones Hispánicas, que tras el inicio de la guerra pasó a realizar películas propagandísticas para el bando sublevado. Las usó para el documental Marcha Triunfal (1938), dirigido por Obregón y Goyanes, del que conocemos su contenido pese a que no se conserva. Marcha Triunfal, a lo largo de sus 45 minutos, mostraba el avance de las tropas franquistas en el frente vasco, cayendo en lugares comunes de la propaganda franquista, donde las imágenes de Sinfonía vasca se emplearon íntegramente como introducción a las escenas bélicas que le sucedían.
Más adelante y acabada la guerra, el PNV en el exilio, enterado de la existencia de una copia de Sinfonía vasca en París, decidió comprar sus derechos de exhibición para ser proyectada entre los grupos vascos de Hispanoamérica y recaudar algo de taquilla para el EBB. Poco después, en 1952, una copia de la película volvió a entrar en España pasando la censura franquista sin problemas, no sin antes de que cayese la sospecha sobre las pocas palabras que se escuchan en euskera en la película, de las que se quería vigilar que no tuvieran ningún contenido nacionalista. Así pues, autorizada su exhibición, la película se proyectó de nuevo en España de la mano de las distribuidoras España Actualidades y Pax Films.
Búsqueda y reaparición
Por desgracia y pese al notable interés mostrado hacia la película hasta este momento, tras la muerte de Franco sólo se conocía una copia de Sinfonía vasca, que estaba en manos de AHV, la cual desapareció cuando esta empresa se la regaló al lehendakari Carlos Garaikoetxea a principios de los ochenta. Irónicamente, desapareció en un momento especialmente bueno para el cine vasco después del largo túnel del franquismo, caracterizado por una producción sin precedentes de largometrajes en Euskadi apoyados por las subvenciones del recién creado Gobierno vasco.
A ello se sumó el creciente interés por el patrimonio cinematográfico vasco, de la mano de la fundación en 1978 de la Filmoteca Vasca y a las primeras investigaciones sobre la historia del cine vasco. De hecho, durante aquellos años el interés por Sinfonía vasca fue notable. AHV cedió la película para ser exhibida en numerosas ocasiones, entre ellas en el Zinebi de 1978. Pero de nada sirvieron los llamamientos que se hicieron a la empresa siderúrgica, como el de la propia Filmoteca Vasca, para que hiciera algo para impedir que se estropeara la única copia que se conocía de esta joya cinematográfica vasca y conservarla en buenas condiciones.
La copia desapareció y desde este momento Sinfonía vasca ha permanecido viva en la memoria de los historiadores e investigadores del cine vasco, cuyos avances en la investigación sobre esta película siempre han chocado con los infructuosos intentos por localizarla. Incluso varios de ellos hicieron pública la necesidad de encontrar dicha cinta. Entre ellos destaca un artículo a toda plana del periodista Alberto López Echevarrieta de 2009 en el periódico Bilbao titulado "Buscamos Sinfonía vasca".
Afortunadamente, un hallazgo fortuito dio con el paradero de otra copia desconocida de Sinfonía vasca en la Filmoteca Española. Fue redescubierta en 2013 por el autor de estas líneas, en el marco de su tesis doctoral. Resulta llamativo que nadie hubiese reparado en esta copia que llevaba allí desde los años ochenta, momento en que la Filmoteca compró un lote de cintas que se encontraban en un garaje de Madrid y pertenecientes a la antigua distribuidora Pax Films. Sea como fuere, ha vuelto para quedarse y la Filmoteca Vasca ha podido conseguir por fin una copia de la anhelada cinta. Sólo queda esperar que vuelva a proyectarse en las salas y pueda darse a conocer esta pequeña gran joya del patrimonio cinematográfico vasco.