Getxo - Ha muerto Rafael Aburto Renobales, a quien su biógrafo y autor de tesis doctoral sobre su persona, Iñaki Bergera, le define como "uno de los arquitectos que impulsó el arraigo definitivo de la arquitectura moderna en España al término de la Guerra Civil". El proyecto de la Casa Sindical de Madrid -actual Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad- construido entre 1950 y 1955 en colaboración con su compañero y amigo Asís Cabrero, es uno de los proyectos destacados de su trayectoria y el que mejor expresa ese cambio y búsqueda de la modernidad arquitectónica durante la posguerra.

Aburto nació en Neguri el 2 de noviembre de 1913 y falleció el pasado 9 de marzo a los 100 años de edad en su domicilio de Madrid. El Consejo Superior de Colegio de Arquitectos de España junto con el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid le rindieron un homenaje el pasado 13 de noviembre con motivo de su centenario."Fue un merecido homenaje a este maestro centenario de una generación prodigiosa de nuestra arquitectura moderna", señaló Iñaki Bergera, gran conocedor del personaje y su trayectoria, autor del libro Rafael Aburto, Arquitecto. La otra Modernidad (Fundación Caja de Arquitectos, 2005) y comisario de su exposición en las Arquerías del Ministerio de Vivienda (2005).

Aburto estuvo presente en el día del homenaje, a juicio del arquitecto Bergera, "con lucidez y con la misma humildad y desapego hacia su propia persona que marcó su larga trayectoria profesional de cinco décadas".

Formación madrileña

El getxotarra se trasladó a la capital española con 17 años con el fin de preparar su ingreso en la Escuela de Arquitectura de Madrid, en la que llegaría a ser profesor en los años 60 y 70. Titulado en 1943 fue compañero generacional de otros importantes maestros de la arquitectura moderna del siglo XX como Asís Cabrero, Miguel Fisac, José Antonio Coderch o Alejandro de la Sota.

Compaginó su trabajo como proyectista de viviendas sociales en la Obra Sindical del Hogar (OSH) durante más de tres décadas con la participación en otros concursos de arquitectura como el de la basílica de Arantzazu (1950), el pabellón de España de la exposición internacional de Bruselas (1958), el Ayuntamiento de Toronto en Canadá (1958) o la Ópera de Madrid (1963). En el ámbito social construyó algunos importantes grupos de viviendas en el extrarradio de Madrid que evidencian la racionalidad y excelencia en el diseño, como las experimentales de Villaverde, el grupo de Marcelo Usera, o las de Gran San Blas.

Fuentes consultadas también destacan su activa presencia en el ámbito de la difusión cultural y disciplinar de la arquitectura, mediante sus habituales colaboraciones para la Revista Nacional de Arquitectura durante los años 50 o su participación en las famosas jornadas sobre este arte celebradas en Granada en 1952 y que concluyeron con el recordado Manifiesto de la Alhambra.

"Desarrolló varios proyectos de locales interiores que evidencian el contrapunto, la autonomía y la autenticidad de sus intereses arquitectónicos que le llevaron, al final de su etapa activa, a conquistar un lenguaje abstracto de alta densidad plástica y expresiva", añade Bergera. Al final de los años 60, "su paso como docente por las aulas de la Escuela de Madrid coincide con su obra postrera y de madurez, las viviendas de Neguri", finalizadas en 1969, y conocidas como Casas de Colores. En ese momento, el vizcaino se retiró y se entregó por completo a la pintura, "su verdadera y contenida pasión. Así, pintando para expresarse, jugando al ajedrez y acompañado siempre por su esposa María Baselga, pasó Rafael Aburto las últimas décadas de su larga vida".

Aburto publicó en 1946 un artículo titulado Para qué sirve un árbol, en el que da cuenta de los trazos autobiográficos de su personalidad. "Construyendo una cabaña en lo alto de un árbol, se aisló con displicencia de un contexto profesional y social en el que nunca se sintió cómodo. Terminó su texto apuntando a la seguridad de que, para quien trepara, "jamás tuviera un árbol mejor fruto".

Y bien que lo ha tenido", valora Bergera, quien concluye con las siguientes palabras: "Arquitectos como Rafael Aburto contribuyeron a la difícil tarea dedar forma a la modernidad de la arquitectura española pero coherente al mismo tiempo con su propia identidad".