Bilbao. Este sábado día 6, a última hora, nos decía adiós D. Emiliano Iturraran, representante genuino de aquella generación de sacerdotes de la guerra que acompañaron como capellanes a los Gudaris en el frente, que murieron ante los pelotones de fusilamiento de los sublevados y que en los duros años de la postguerra permanecieron fieles a su fe, unidos en el sufrimiento y en la persecución a su pueblo, que se resistía a la dictadura y que luchaba por su libertad. Generación de sacerdotes que sufrió no solo la persecución de la dictadura sino también la de su propia jerarquía eclesiástica, que no tenía rubor alguno en pasear al dictador bajo palio.
Conocí a D. Emiliano en los años 59-60 cuando llegó a la iglesia de San Agustín, de Elorrio, desterrado por formar parte de un colectivo de sacerdotes "rebeldes y desafectos" al régimen y que en mayo de 1960 adquirieron notoriedad pública al conocerse el famoso "Documento de los 339 sacerdotes vascos" dirigido a sus obispos de Vitoria, San Sebastián, Bilbao y Pamplona y a la secretaría de Estado del Vaticano denunciando la represión en la que se vivía. Muchos jóvenes nos vimos totalmente identificados con esa Iglesia, con los principios que defendía de libertad y dignidad tanto individuales como colectivos del pueblo vasco.
Más tarde, en mis años de "búsqueda y captura" fue el hombre que hizo de "enlace" con mi familia y mi novia, para que supieran que vivía y que no estaba detenido. Fue él quien nos casó y también quien casó a nuestra hija e hijo.
Honor, y reconocimiento a toda esta generación de sacerdotes cuyos últimos eslabones se nos están yendo siguiendo la estela de los D. Serafín, D. Andoni, D. Pío y tantos otros.
Han cambiado los tiempos, ha cambiado la sociedad, ha cambiado la Iglesia, pero los que hemos tenido la suerte de conocer a aquella generación anterior a la nuestra tenemos la obligación de honrarla.
A nuestra generación, que nos tocó transitar de la dictadura a la democracia con nuestros aciertos y errores, esperar a que la historia la juzgue con cierta benevolencia. Y a la generación actual, que no lo tiene fácil, desearle que sepa acertar con las claves del amor, el trabajo, el respeto mutuo, la solidaridad, la justicia y la libertad, caminando siempre hacia un futuro mejor con fe y confianza sabiendo que así lo hicieron también nuestros antepasados.
Katea ez da etengo.
* Lehendakari Ohia