LOS tiempos cambian, pero no tanto. Hubo una época en que el directivo encargado de explicar los pormenores económicos en las asambleas ordinarias del Athletic realizaba una exposición tan minuciosa y prolongada que acababa por anestesiar a los asistentes. Se trataba de un método muy eficaz para minimizar el impacto de las réplicas y críticas procedentes del patio de butacas, donde era fácil ver al personal echando una cabezada. Las formas fueron evolucionando hacia un estilo más didáctico, más accesible; se tendió a reducir el volumen de la información y por ende el minutaje, lo cual favorecía el diálogo posterior con los socios, la gente se enteraba más de lo que iba a someterse a votación.

Los jefes del área deportiva y de Lezama tuvieron a bien convocar a la prensa en la matinal de ayer. Recordar que la cita se organizó a raíz de la salida de pata de banco de Álex Pallarés, cuyas declaraciones en torno a la marcha (fúnebre) del Bilbao Athletic señalaron directamente a los nombrados anteriormente y, por extensión, a la directiva. Pese a que se publicó una rectificación que nada rectificaba, el episodio de ayer era el fiel reflejo de un desbarajuste saldado con el descenso del equipo filial al nivel más bajo de toda su historia.

Mikel González y Sergio Navarro, mudos a lo largo de todo el año, dedicaron una hora de reloj para contar su balance anual. No eludieron su cuota de responsabilidad en el fracaso de la segunda plantilla, a su manera eso sí, como de pasada porque en realidad la finalidad principal del encuentro no era otra que transmitir las bondades de su gestión, los avances introducidos, el incremento de las nóminas de técnicos, ojeadores y especialistas en datos estadísticos, así como las líneas maestras en el ámbito de la metodología en la formación de jugadores. En fin, algo similar a lo que hacía aquel señor que desmenuzaba presupuestos: apabullar y cansar.

La pequeña gran diferencia radicó en que los asistentes, los periodistas, vencieron a la tentación del sueño y en el turno de preguntas, que debían ceñirse a la exposición previa según se les advirtió, descargaron una batería de preguntas que denotaban el hartazgo, no el propio, que también, sino el que se palpa en la calle. Y el tema estrella, fue lógicamente el binomio Pallarés-Carlos Gurpegi, el uno la antítesis del otro, pero ambos elegidos para idéntica función por quienes ocupaban la mesa o se ubicaron en primera fila: el presidente y varios directivos.

Si algo quedó meridianamente claro tras escuchar las explicaciones, sería que los jefes están encantados de haberse conocido y, por supuesto, de su labor, por más que esta objetivamente haya sido deficiente. Hablando de objetivos, aspecto clave en la gestión a decir de los oradores y la directiva del club, se comprobó que con decir que se equivocaron, ya vale. Nadie se plantea rendir cuentas con su puesto. Por ejemplo, así lo dijo Navarro, porque el Athletic es “el proyecto más importante de mi carrera, vital con mi familia”. Seguro que sí, ahora bien, de momento no hay indicio alguno que demuestre que su continuidad en el cargo sea “vital” para el Athletic.

Mikel González comentó la víspera que Gurpegi era el idóneo para dirigir el Bilbao Athletic por su conocimiento de la idiosincrasia del club y de los futbolistas, y por su conexión con Valverde. Catalogó su nombramiento como “la mejor decisión para los intereses del club y del proceso natural”. Esto último suena bonito, sí, pero deja con el culo al aire a cuantos avalaron la llegada de Pallarés. Pero es igual. Ellos aciertan, ellos se columpian. Y para adelante. Con soltar que “el descenso del filial no afectará a la formación de los jugadores”, todo resuelto. Esto sí que suena muy científico. Suya es la palabra (también el silencio) y el poder ejecutivo.

La sorpresa llegó cuando se inquirió sobre la figura de Valverde, que no entraba en el guion fijado por los convocantes. A qué obedecía su renovación en febrero, si alcanzado el final del curso no ha cumplido con las expectativas establecidas por el presidente, ni en rendimiento ni en logros, fue la pregunta. González accedió gustoso a hacer una excepción por ser vos (Valverde) quien sois y se extendió hasta en tres ocasiones. Puso al técnico por las nubes, llegó a proclamar que era “el mejor que puede tener el Athletic” y que estaban encantados con él. Le llamó líder, “nuestro líder”, y remató así el panegírico: “Creemos en él a muerte, le veo con más fuerza que nunca, más identificado con el Athletic que nunca”. Vaya, aparte de justificar su segundo año de contrato con una sobredosis de halagos exenta de argumentos conectados a la trayectoria real del primer equipo, ayer nos enteramos de que González conoce a Valverde de toda la vida y sabe que hoy está en su apogeo, profesional y rojiblanco.