DESPEJADA la bruma, clareó el paisaje y se comprobó que todo era una ilusión ótpica: no habrá una final vasca. La Copa siempre ha sido esto, una fábrica de ilusiones donde nada puede darse por hecho. Hoy el todopoderoso Athletic de San Mamés (¿o es el todopoderoso San Mamés del Athletic...?) se predispone a uno de esos partidos que han de jugarse con el cuchillo entre los dientes, un encuentro a cara de perro al que los leones llegan con un par de ventajas: un gol a su favor y la presencia de un San Mamés que siempre sabe cómo y cuándo poner en pie a los suyos, más allá de los fuegos artificiales de los recibimientos, emotivos, sí, pero no tan eficaces, y el revuelo de banderas. Un San Mamés que aprieta cuando es necesario; que consuela en las heridas y despierta cuando el Athletic cae en el gol ajeno, que saca de cada futbolista un kilopondio más de fuerza para la entrega en la presión o en el remate. Ese es el poder de este campo, pura kriptonita para los rivales.

La afición del Athletic también juega la semifinal de Copa

La afición del Athletic también juega la semifinal de Copa Oskar González

Como parte integrante de la primera parte –quiero decir como amante acérrimo del Athletic en cualquier circunstancia...– estoy, estamos todos los de mi estirpe, entre nerviosos y esperanzados. Somos del Athletic viejo, del ancestral, del de toda la vida. La actualidad de hoy de cartón piedra nos ha enseñado que el reto de la modernidad es vivir sin ilusiones y sin desilusionarse. Eso no es vivir, eso es pasar por la vida sin dejar huella, un deambular que nunca ha sido el rojiblanco.

¿Quién es el favorito para llegar a la final de Copa?

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Esta noche nos esperan 90 minutos (o más, si se tuercen las cosas o se enderezan, según vaya el partido...) de vida pura, de sentimientos de carne y hueso. El reto es mayúsculo por mucho que lo afrontemos con buenas raíces que nos apegan a la tierra. En frente el enemigo está herido y eso siempre conlleva peligros ocultos pero de cara el Athletic está convencido de que esta puede ser, como la de Raphael, su gran noche. En realidad, mucha gente ya no piensa en esta, piensa en la del 6 de abril en La Cartuja. Ya sé, ya, que eso de la venta de la piel del oso antes de cazarlo es una temeridad, pero... ¿no les había dicho que eso de vivir sin ilusiones no va con nosotros?

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¡A la batalla nos invocan, pueblo athletitzale! Allí tendremos que acudir con la firmeza de siempre, con la fe puesta en los nuestros, sin pensar en los espíritus pobres que hablan del Bilbao como si pensasen que con eso basta. ¡Qué ingenuos!