Hasta hace unos tres años, los entrenamientos en las instalaciones de Santa María de Lezama eran a puerta abierta. Entrenamientos a los que, como familia rojiblanca, acudía una variopinta afición, pudiendo disfrutar, con una conducta ejemplar, de algo especial en sus vidas. Excursiones escolares, ancianas y ancianos de distintas residencias, asociaciones de personas discapacitadas, aficionados de a pie que se acercaban cualquier día de la semana sintiendo esa cercanía con el club, con los jugadores del primer equipo (también Bilbao Athletic y femenino), pudiendo estar y participar de manera indirecta en sus rutinas diarias, siendo testigos directos del día a día rojiblanco, sintiéndose uno más, facilitando y fortaleciendo el sentimiento de pertenencia hacia un club inigualable, único en el mundo. ¿O ya no tanto?

Es cierto que la pandemia nos ha cambiado muchos hábitos que teníamos interiorizados, aunque el problema que transmito comenzó a tomar fuerza muchos meses antes que apareciera la pandemia. Primero fueron dos días a puerta cerrada, luego tres, luego cuatro y así hasta la totalidad de las sesiones semanales. Hoy, día que escribo, la totalidad de las sesiones de entrenamiento programadas para el mes actual son a puerta cerrada. ¿Somos un club único en el mundo? o ¿solo lo somos para lo que nos interesa? Por el interés te quiero Andrés.