¿Cuántas veces? - ¿No estaremos dramatizando de más? ¿De verdad Sánchez ha llegado al final de la escapada y no va a encontrar el modo de salir de esta? Se diría que andamos flojos de memoria. Prácticamente desde el mismo instante en que se consumó la segunda investidura, la amenaza del inminente catapún ha acompañado los actos y las omisiones de este extraño gabinete de coalición sostenido desde fuera por una amplia y diversa sopa de siglas. Pero ni siquiera tenemos que remontarnos tanto tiempo atrás. Solo en los cinco meses que llevamos de 2022 hemos visto media docena de veces en los titulares que la legislatura estaba a punto de reventar. Si no eran las broncas a grito pelado entre los dos socios directos de la coalición, eran los desplantes y los agravios a los socios externos, que daban un puñetazo encima de la mesa y advertían de que se había llegado al punto de no retorno. Pero en todas y cada una de las ocasiones, incluso bordeando por el mismísimo filo de la navaja, como cuando se salvó la reforma laboral por el voto de un torpe de la oposición, no ha acabado pasando nada.

Ya no hay palabras - A cada ultimátum le ha seguido otro, y luego otro, y después, uno más. Cada ofensa intolerable se ha saldado con un pelillos a la mar hasta la siguiente, que tampoco ha sido la definitiva. El problema de las formaciones que, con su mejor intención (y a veces, a cambio de menudencias), mantienen a Sánchez donde lo pusieron es que no van a encontrar en ninguna de las lenguas cooficiales una expresión de advertencia que supere a las que ya han gastado. De hecho, si van a las hemerotecas, comprobarán que muchas de las amenazas ya han sido formuladas en términos idénticos sin que hayan tenido como efecto nada remotamente parecido a la enmienda solicitada. Y la prueba es que hoy es el día en que seguimos en las mismas: palabras altisonantes, gestos de irritación infinita, pero, a la hora de pasarlo a limpio, otra noche más en Moncloa.

La clave - Cierto. Cada escándalo es mayor que el anterior. Este del espionaje a granel empeorado con el encastillamiento, la negativa a ofrecer explicaciones y el vodevil de haber sido también víctimas de Pegasus es de una gravedad superlativa. En otras circunstancias, un gobierno metido en tal barrizal tardaría un suspiro en caer y llamar a las urnas. Máxime, cuando las peores andanadas las suelta la otra formación que integra el gabinete. ¿Por qué no ocurre? Porque no hay encuesta que no vaticine que PP y Vox sumarían mayoría absoluta. Hasta ahora, ese ha sido el tope de todos los amagos de ruptura.